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'Girasoles silvestres', el periplo de Jaime Rosales y Anna Castillo por las masculinidades

El cineasta catalán presenta en el Festival de San Sebastián un drama en el que examina la masculinidad a partir de la historia de una joven madre

Fotograma de 'Girasoles silvestres' / GETTY IMAGES / QUIM VIVES

San Sebastián

Después del auge del Me Too y el movimiento feminista, la ficción ha empezado a cuestionar los roles femeninos, que han empezado a centrar los relatos cinematográficos. Y con ese cuestionamiento han florecido nuevos personajes e historias que abordan la maternidad y las relaciones de pareja desde el punto de vista de la mujer. Además, empiezan a surgir también relatos que ponen en entredicho los roles masculinos en estos momentos de cambio de paradigma. Jaime Rosales, que ya indagó en ello en Hermosa juventud, centra su nueva película, Girasoles silvestres, con la que compite por la Concha de Oro en San Sebastián, en el momento vital de una joven madre que sufre relaciones tóxicas con los hombres.

La protagonista es Anna Castillo, una joven de 22 años, madre de dos niños, que vive con su padre, un solvente Manolo Solo. Sin embargo, aunque el personaje centre el relato, la historia se divide en tres capítulos, cada uno de ellos dedicado a un hombre, con los que tiene una compleja relación. A lo largo de esas tres historias, Rosales muestra el patetismo de tres hombres, jóvenes, tóxicos, que acaban perpetuando patrones machistas. El primero es Oriol Pla, en el papel de choni, que no escapa al círculo de la violencia de género, con sus "tatuajes carcelarios", como los define el director.

Después Quim Ávila, un padre ausente, un hombre que no acepta su rol de cuidador. Por último, Lluis Marqués, el hombre dulce, en mejor posición social, pero que no escapa al machismo en el que ha sido educado y en el que le es fácil sobrevivir. Tres tipos de hombres, de la generación millennial, que conectan con el de Hermosa juventud, un crío que debe asumir la paternidad, cuando lo que quiere es fumar, beber y estar con los colegas. "Habría un hombre más primitivo, luego otro que no asume las responsabilidades y finalmente un hombre más feminizado, moderno y evolucionado. Es el que se lleva a la chica, esa cosa tan hollywoodiense", defendía el director en la rueda de prensa. "A las mujeres les resulta enormemente atractivo el personaje de Oriol Pla, en cambio los hombres más éticamente normales hemos ligado menos, pero el que está capacitado para formar una familia es el de Lluis Marqués". Para el director catalán ese es el tipo de hombre perfecto.

Siguiendo el esquema de Greimas, que analizaba la estructura de los cuentos tradicionales, Girasoles silvestres puede describirse como un cuento, donde la protagonista de la historia, Anna Castillo, tiene un objetivo que alcanzar, el amor, pero la narración está llena de obstáculos. Al igual que ocurría con el personaje de Ingrid Gardía Johnsson en Hermosa juventud, lograr ese objetivo -en ese caso era encontrar un trabajo- implica hacer grandes sacrificios. Quizá la película peca de mostrar un personaje femenino especialmente débil y manipulado. "El personaje de Julia es muy fuerte y resistente y, a cada golpe, en lugar de victimizarse, está inmediatamente buscando una nueva solución, como por ejemplo, irse a Melilla. Eso puede ser un error, pero eso la convierte en un personaje activo e inteligente", defendía Rosales.

La actriz explicaba lo que había sido ponerse en la piel de mujeres que durante su infancia rodeaban su entorno. "Son madres con una carga mental absoluta. Madres que apartan sus necesidades, sus deseos porque están solas y tienen que salir adelante. Son chicas muy jóvenes que viven en un sistema muy patriarcal, con masculinidades muy tóxicas y que navegan como pueden. Yo soy de ese barrio, Nou Barris, donde rodaron, y siempre he visto a esas mujeres, que crían, que curran y que hacen lo que pueden. Ahora estoy entendiendo una maternidad mucho más feminista".

Girasoles silvestres es la más convencional de las películas de Rosales. Un retrato que se acerca a la vida del barrio y de una familia obrera, una mujer que navega entre relaciones con dependencia emocional y dificultad para leer a sus parejas. "Hay actitudes tóxicas normalizadas, la línea es muy fina, no sabes hasta qué punto es amor, o es muy temperamental, o es según el día, pero todo se va cociendo y se va intuyendo", explica la actriz sobre la violencia. Conocemos esa realidad precaria a través de retazos, unos segundos de Anna Castillo limpiando la habitación de un hotel, o Carolina Yuste, siempre estupenda, viviendo en un camping, o la crisis con la valla de Melilla. Eso sí, desde una mirada casi de turista y sin pantallas partidas, como el ganador del Goya proponía en La Soledad. Tampoco usa el recurso del teléfono móvil o el chat como en otras ocasiones. Recordemos que aquí en San Sebastián presentó Tiro en la cabeza, que se alzó con el Premio FIPRESCI y en la que mostraba la preparación de un atentado de ETA en la que los diálogos no se escuchaban.

La carrera de Rosales no es, ni de lejos, una progresión natural. Sus películas han ido rompiendo esa línea que sí persiste en otros autores. Tiro en la cabeza es un ejemplo, pero también Petra, donde usó la tragedia griega para meternos de lleno en el corazón de la burguesía catalana. En Hermosa juventud hizo su película más social, en plena crisis económica y dando voz a una generación perdida. Por ahí continúan ahora sus Girasoles silvestres. Aquí no hay una mirada al sistema, al paro o a la falta de oportunidades. Aunque la precariedad y la periferia sean el microcosmos en los que se mueven estos personajes. Es el machismo y sus secuelas lo que analiza el director catalán.

"A lo largo de nuestra vida sentimental hemos tenido parejas muy diferentes. Se habla del aprendizaje de una profesión, pero también hay aprendizaje en el amor. A lo mejor hay un tipo de persona que nos puede atraer mucho, pero falla y buscamos otra. Eso me interesaba. Me interesaban esas tres tipologías asociadas a tres tipos de hombre que, de alguna manera, cada vez es más evolucionado. Y está ese hombre más moderno y evolucionado que asume las responsabilidad y las consecuencias", soltaba su speech Rosales. "Un poco más, no del todo", le respondía su actriz Anna Castillo.

Rosales usa su estilo sosegado e introspectivo, que se centra en describir a sus personajes, en entenderlos, aunque quizá en este caso haya una diferencia entre la descripción del personaje femenino y los tres hombres.