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Fernando Franco da voz a la sexualidad de las personas con discapacidad en una brillante historia íntima

El director estrena su tercer filme en competición en San Sebastián, un drama que explora el derecho al sexo, el despertar sexual y el debate sobre la representación en el cine

Fotograma de 'La consagración de la primavera' / Créditos: David Herranz / david herranz

San Sebastián

Cuando se cumplen 15 años de la publicación de la Teoría Crip, empieza a resurgir en España el debate sobre el derecho sexual de las personas con diversidad funcional. Las miradas críticas a las discapacidades son escasas en la ficción española. Quizá el ejemplo más recurrente sea esa película algo moñas, Las sesiones, con Helen Hunt.

Si el cine tiene capacidad de conseguir, es para abrir debates. El cine inquietante, honesto, a veces duro, de Fernando Franco incide en esto último, quizá sin pretenderlo y, por supuesto, sin subrayados de ningún tipo. En La herida hizo que cada uno reflexionara de manera escalofriante en la inadaptación social, en los problemas que implica sociabilizar en la sociedad actual a una persona con síndrome de la personalidad límite. En Morir indagaba en la forma de aceptar un duelo, de superarlo. Ahora en La consagración de la primavera se vuelca en una historia de despertar sexual y de lucha contra los prejuicios, donde uno de los temas es ahondar en las prácticas sexuales de personas que padecen diversidad funcional.

"No me da, me da respeto", afrima el director en una entrevista en la Cadena SER sobre el debate que en las últimas semanas surgió, vía prensa y redes sociales sobre esta cuestión. "Yo me meto en jardines y soy consciente de ello. Para ello me documenté bastante, leí bastante sobre el tema, hablé con gente involucrada e intento ser riguroso y coherente en lo que planteo. Por otro lado, intento, no sé si lo consigo, no sentar cátedra sobre nada, ni hacer un cine de tesis", continúa el director que espera que el público se vaya a casa con algo sobre lo que pensar.

La Teoría Crip, teoría tullida, emula lo que hizo la Teoría Queer en su momento. Primero reapropiarse del insulto para darle la vuelta. Después, reivindicar los cuerpos disidentes y las vidas precarias. Dos cuerpos que no encajan en los moldes sociales son, precisamente, los dos protagonistas de La consagración de la primera. A priori, el espectador solo reconocería un cuerpo tullido, el del actor Telmo Irureta, que no tiene movilidad, que está en cama y requiere cuidados. Pero lo que hace Franco es hablarnos del encuentros con otros cuerpos, en otra situación, que buscan encajar y no lo consiguen. Le ocurría al personaje de Marián Álvarez en La herida y le ocurre a la joven protagonsita de esta película, Valeria Sorolla.

La actriz mallorquina es uno de los descubrimientos de la temporada. Interpreta a una joven que llega de Mallorca a estudiar a Madrid. Perdida, en un colegio mayor religioso y con el peso de una educación que ha borrado el deseo, lo sexual o la diversión de su vida, empieza a descubrir todo un nuevo mundo. Con miedo, con prejuicios, con inapetencia y torpeza. Hasta que conoce a otro cuerpo al que le cuesta tanto como a ello, por motivos completamente diferentes, acceder al placer. Es inteligente que sea con este encuentro con el que Franco indague en la ruptura de prejuicios, en el inicio del placer.

"Para mí es una película que habla de la intimidad, de los prejuicios, de los a priori que tenemos. Surge del tema de la asistencia sexual. Eso fue lo primero que me llamó la atención, pero sí que quería hacer una película que no fuese solo sobre eso", cuenta Fernando Franco que define su nueva película como una especie de coming of age, película de adolescencia y crecimiento, que funciona como un caballo de Troya para introducir otra serie de temas.

Si en La herida, Marián Álvarez estaba delante de la cámara, aquí la distancia con los personajes es algo mayor, como si Fernando Franco quisiera respetar la intimidad de sus personajes. "Intento buscar una distancia respecto a lo que voy a mostrar que sea justa, por decirlo de alguna manera, utilizando palabras de Bresson, que son palabras mayores. Me refiero ir por un alambre fino y hacer un poco de ejercicio funambulismo, intentando no caerme ni del lado del morbo, ni de la cosa más pacata".

Con el plano secuencia como principio, con la búsqueda de la naturalidad y con la sobriedad que caracteriza al director, la película no aborda abiertamente ningún debate, ni marca ningún subrayado. Pero de las andanzas y la relación de sus protagonistas, también el papel de la madre, una estupenda Emma Suárez, La consagración de la primavera abre debates. Como el de las asistentes sexuales que acuden a las personas con diversidad funcional. Un tema del que se habla mucho y muy bien en el documental Yes, we fuck, dirigido por Antonio Centeno y Raúl de la Morena, desde una óptica más activista y académica. Franco intuye e indaga en la sensación y en el uso del sexo. Desacraliza el acto sexual, conforme el personaje protagonista va alejándose de sus convicciones religiosa.

Dos elementos explican con sutileza y elegancia la evolución del personaje protagonista y de la propia historia. Uno es el vestuario, que sirve para situar en un lugar frente al sexo y a los demás al personaje. El otro es la música que escucha, que va variando conforme va conociendo al resto de personajes. "El personaje tiene una relación con su cuerpo particular y, al final, el vestuario es como lo que estaba pegado a su cuerpo de alguna manera. Y sí que trabajamos con Esther Baquero, la diseñadora de vestuario, todo el arco que atraviesa ella en relación con su cuerpo en base a este vestuario", explica Franco, director que evita meter música en sus películas, salvo aquella que escuchan sus personajes.

"Supongo que como toca un tema que es un poco oscuro, en el sentido de que no se le presta demasiada atención, que es un tema un poco subterráneo, yo he querido contrarrestarlo un poco, quizá dándole un poco más de luminosidad que en las ocasiones previas", dice el director de la que es su película más luminosa. En ella, Fernando Franco abre otro debate, el de quién puede o debe interpretar a personajes de colectivos infrarrepresentados en el cine y la televisión, las personas con diversidad funcional en este caso. El director tenía clara una premisa, rodar con un actor con parálisis cerebral de verdad. Así apareció Telmo, actor y monologuista vasco que es todo un descubrimiento en el filme. Los motivos de la decisión para por una cuestión de realismo y verosimilitud, base en el cine de Fernando Franco. Pero además, por una cuestión ideológica.

"No sé si me vería yo cualificado para hacer una película sobre esto, con un actor sin discapacidad, dirigiéndole y diciéndole haz esto o lo otro. Con Telmo ha sido bidireccional y eso acaba nutriendo a la película de una verdad que de otra manera no tendría. Y ya lo último es que hay actores con parálisis cerebral, como por ejemplo Telmo, que es actor, hace teatro, hace monólogo y hace cosas y ya tienen bastante limitadas las posibilidades de lograr papeles en el cine. Para una de las pocas películas que se hace en la que hay un personaje con una parálisis cerebral, para mí esto era importante", sentencia el director que cuenta que lo primero que hizo para documentarse fue apuntarse a un curso de terapeuta sexual, para formar asistentes.