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'The Wonder', fina mirada al negacionismo, al fanatismo religioso y a la anorexia

El chileno Sebastián Lelio presenta en San Sebastián este drama de época sobre las primeras enfermas de anorexia que protagoniza Florence Pugh

Fotograma de The Wonder / cedida

Fotograma de The Wonder

San Sebastián

La comida como medio para expresar los traumas es quizá una de las pandemias de nuestro tiempo. La relación con la comida, también la de cómo producirla son dos los grandes retos de la sociedad actual. Cómo alimentarnos, o cómo alejar el hecho de comer de las enfermedades mentales, como la ansiedad, la depresión o la anorexia nerviosa. Es curioso que sea una película de época, The Wonder, uno de los relatos que mejor explique todas estas relaciones, que viene de la mano de Netflix al Festival de San Sebastián, donde compite por la Concha de Oro.

El chileno Sebastián Lelio adapta El prodigio, la novela de la escritora irlandesa Emma Donoghue, la autora de otra adaptación cinematográfica, La habitación, con la que ganó el Oscar la actriz Brie Larson. En este caso la hisotria se convierte en cuento gótico que nos sitúa en la Irlanda rural de 1840, después de la gran hambruna y de la guerra. Una enfermera inglesa llega a una casa de granjeros a documentar si hay un milagro dentro. Si la niña adolescente de la casa está realmente ayunando y sobreviviendo varios meses.

Para la novela, la escritora se basó en hechos reales. El testimonio de unos cincuenta casos de niñas, que aseguraron sobrevivir sin comida durante largos períodos en Gran Bretaña, Europa Occidental y Norteamérica entre los siglos XVI y XX. Es el fenómeno de las fasting girls, las chicas ayunadoras, un inicio de la anorexia nerviosa, que se dio en el siglo XIX, en muchos casos en entornos religiosos. Adolescentes que dejaban de comer para demostrar que podrían sobrevivir por la gracia de Dios, algo que fue aprovechado por alcaldes, curas y comerciantes para potenciar el turismo religioso en distintos pueblos.

Con una brillante y austera Florence Pugh, The Wonder es un hermoso cuento gótico, un drama de época que no deja de hablarnos de nuestro momento vital actual. Han pasado varios siglos, pero la relación con la comida sigue estando mediada por la economía, por el capitalismo y, desgraciadamente, también por las creencias. El reverso de The Wonder lo encontramos en otra de las películas de la temporada, The Whale de Darren Aronofsky. Aquí es Brendan Fraser que, lejos de ayudar, come en forma de atracones para morir, también con un tufo religioso de por medio.

La película confronta varias ideas interesantes. Por ejemplo, el hambre con la negativa a comer de sus protagonistas, campesinos irlandeses que sobreviven en un momento de crisis. Lo hace mostrando los planos de la protagonista comiendo gachas, o lo poco que los irlandeses conseguían después de un tiempo de penuria, frente al ayuno de la niña. Gente muerta de hambre, frente a otros que dejan de comer. Hay más constrastes, marcados por el acento y por el guion, como la idea de Irlanda y su enemistad con Inglaterra, vista a través de esa enfermera que llega de la capital del imperio, con una historia trágica detrás, que alucina con las creencias religiosas de los habitantes irlandeses y con el rechazo de esos vecinos.

Está también idea de la importancia del relato en las sociedades, de las historias que nos contamos y de las que proyectamos al resto, a través de la prensa, la leyenda o lo que decimos. La importancia del relato ya se ve con la trama periodista, con la figura de ese corresponsal canalla que interpreta Tom Burke. La prensa como medida de entender lo que era verdad o mentira, la prensa como medio para hacer famosos a alguien, en este caso a esta chica menor de edad. El fenómeno de aquellos influencers que hoy se hacen famosos en cuanto medios de comunicación y redes sociales los ponen en la cima de su algoritmo. También con un mecanismo en el que el propio director incide en la idea de contar historias y muestra a los espectadores que está haciendo justo eso. La película rompe la tercera pared, muestra el trampantojo del cine, el decorado, la cámara donde se ha rodado la película, con la voz de una narradora. Algo que funcionaba en Dogville o incluso en La voz humana, el corto de Almodóvar, en el caso de Lelio, más que enmarcar, confunde y hace algo redundante la idea de que somos lo que nos hemos contado de nosotros mismos.

The Wonder es sobre todo un tratado de una dicotomía que pensábamos erradicada, pero que con la pandemia ha aumentado, con el auge de negacionistas de todo espectro. La superstición, la superchería, el fanatismo religioso. Los planos que muestran a una niña casi enjaulada, en una casa angosta, sucia y llena de reliquias religiosas enmarcadas en la fotografía de Ari Wegner. El barro, la luz, la cámara siguiendo a las protagonistas, provocan una sensación claustrofóbica de tensión y angustia que estaba en la novela y a la que el director chileno saca partido visual. Está también el retrato de la familia de esta niña que recuerda a la de Alexia González Barros, la hija menor de una familia del Opus Dei, que falleció en 1985 a los 14 años de edad y cuya historia contaba Javier Fesser en Camino. De nuevo, la ciencia frente a la fe. La enfermera tratando de salvar a un paciente recurriendo a la ciencia a la medicina, mientras el resto recurre a la fe. La religión como una forma -la principal en nuestra historia reciente- de vigilancia y castigo.

 
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