Israel Elejalde: "El patriarcado se va derrumbando, poco a poco, como el Imperio Romano"
Israel Elejalde e Irene Escolar protagonizan 'Finlandia', la nueva obra de Pascal Rambert en el Teatro de La Abadía. Un discusión verbal entre una pareja rota. Un combate entre la vieja masculinidad y el nuevo feminismo.
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El dramaturgo francés Pascal Rambert ha escrito y dirige 'Finlandia', el primer estreno del Teatro de La Abadía esta temporada. En Finlandia somos testigos de la ruptura de una pareja, la que forman Irene Escolar e Israel Elejalde, que discute en una habitación de hotel en Helsinki. Un enfrentamiento dialéctico brutal, una pela por la custodia de la hija de nueve años. En ese cuarto asistimos, dice Rambert, a la parte más fea de la especie humana.
Elejalde y Escolar ya habían interpretado textos de Rambert. Israel 'La clausura del amor', Irene 'Hermanas', ambas con Bárbara Lennie como nexo. Así que ya estaban entrenados en esos párrafos tan largos, tan complejos, sin signos de puntuación. "Es algo aterrador y placentero al mismo tiempo", coinciden ambos en que les da mucha libertad. Rambert les ha elegido por esa capacidad ultra rápida de cambio de velocidad, escribiendo este texto ad hoc para ellos.
Más allá de las formas, el contenido de la obra es brutal. ¿Cómo os ha afectado?, ¿qué os ha removido por dentro esa relación tan tóxica?
Israel: Los ensayos al principio fueron duros, por esas energías tan brutales y tan negativas, y también por ese retrato de ese momento en el que nosotros, como seres humanos, nos vemos sin armas y acudimos a lo más irracional que tenemos, que es nuestro instinto animal y el combate. Un momento donde todo eso que hemos conseguido crear, toda esa educación, todo ese pensamiento que uno ha recibido a lo largo de años, parece que desaparece y se pone solamente en marcha para intentar atacar al otro, para defender tu territorio. Y esto es bastante doloroso. Afortunadamente, creo que los dos somos muy sanos y esta profesión es un juego. Y al final el juego va apareciendo, uno ya se va protegiendo y ya no es tan doloroso. Pero en principio sí.
Irene: El proceso de ensayos es, quizá, lo más peligroso en todos los sentidos. Y tiene que serlo para que la representación pueda ser segura. Ya sabía que iba a pasar como con Hermanas, que duermes mal, te despiertas en medio de la noche y te empiezan a venir frases de la función y no te acuerdas de qué palabra era. Normalmente, cuando acaba una función estoy tranquila, me voy a casa, no tengo esta cosa de llevarme el personaje y todo eso que dice la gente. A mí eso no me ha pasado nunca, pero aquí sí que me voy a casa y tengo como un poco de pesadez por dentro. Como una sensación de que si no lo he conseguido, si no he conseguido dejar todo en el escenario, sacar toda la emoción que estás conteniendo durante la función, sí que me voy como con dolor en el estómago.
Es un combate muy dialéctico, de lanzarse palabras sin pensar en el templo de la palabra, el teatro
Israel: Sí, casi todo el trato de Pascal también retrata eso. Es un tratado sobre el lenguaje y sobre cómo el lenguaje puede servir para crear lo más bello y también para destruir. Cómo podemos utilizar el lenguaje como cuchillos para aniquilar al otro. Es la reflexión del teatro de Pascal, que tal como hablas, probablemente es lo que esté pasando en tu cabeza, cuando de pronto degradamos el lenguaje, gritamos, utilizamos palabras feas para atacar al otro, para hacer daño, para no darle hueco a la empatía, para no reconocer su dolor. Eso es un reflejo de lo que está pasando en tu corazón y en tu cabeza. Y todo el tratado de Pascal versa un poco sobre eso.
Ahora que mencionas lo de la empatía, ¿es esa falta de empatía la reflexión con la que esperamos que salga el espectador?
Israel: Bueno, yo creo que eso está ahí.
Irene: Hay muchas cosas, la respuesta que tenemos del público es que sale bastante tocado y sobrecogido. No es una función fácil ni lo pretende ser. Hay algo muy movilizador, pero tampoco sé si Pascal tiene muy claro lo que quiere provocar. Es que le da un poco igual. La obra tiene algo de cuestionarnos qué tipo de seres humanos somos, cómo ejercemos la violencia contra el otro, qué pasa con los niños que tenemos cerca y con nuestro propio niño, que es una cosa de la que hablaba Pascal, la función va de la violencia que ejercemos no sólo sobre los niños, sino sobre nosotros mismos, sobre el niño que fuimos en un momento. Yo creo que la función tiene un montón de capas y que es sorprendente cómo a cada persona que viene le toca por un lado.
Y cómo ha sido el trabajo entre vosotros dos, el interpretar a una pareja rota, odiaros entre vosotros dos.
Israel: El texto de Pascal es tan bestia, que el combate fluye rápidamente. Creo que para representar este tipo de mundos infernales, probablemente lo mejor que puedas hacer es intentar hacerlo con una amiga o con alguien a quien quieres mucho. Yo no creo en esas cosas del método, no nos tratamos mal. Detesto a los actores que trabajan así, los detesto. Lo digo aquí. Yo no necesito tratar mal a mi compañera, es más, creo que necesito amarla mucho, para después tener la libertad para tratarla mal y saber en todo momento que estamos jugando. Yo tengo que tener una relación con Irene casi de amor, para después tener la libertad en el escenario de dejarla. Es lo que hemos hecho, querernos, protegernos, cuidarnos para después hacernos daño, despejarnos, pegarnos en el escenario.
Irene: Creo que todo el trabajo que hacemos tiene que ver con la vulnerabilidad. Como actores, uno tiene que estar permeable, vulnerable. Como como actriz, pienso que es muchísimo mejor trabajar desde el amor para luego poder ir a todos los otros sitios donde hay que ir y, sobre todo, reírnos mucho, que también nos reímos un montón antes de empezar. Si no, imagínate qué penitencia ir al teatro cada día.
Trabajáis desde el amor y trabajáis también el amor, porque Finlandia es también el retrato de una generación de jóvenes y su vinculación con el amor. Y se dice que el amor es política, que es el enfrentamiento total de dos mundos alojados en dos cuerpos irreconciliables. El amor es un combate sangriento. ¿Son así las relaciones amorosas hoy? ¿Cómo ha cambiado el amor para las nuevas generaciones?
Israel: Para mi generación han cambiado muchas cosas, pero mucho, mucho, mucho. Como lo de las parejas abiertas, eso en mi época no existía y ahora ha cambiado. Claro que ha cambiado. Ha cambiado porque ha cambiado también la posición de la mujer. Ha cambiado la estructura de lo que consideramos familia, nuestro deseo de crear una familia para tener un hijo. Todo eso ha estallado. Ahora nos relacionamos de una manera totalmente diferente. Empezamos a tener conciencia de que probablemente sea muy difícil estar hasta el final de tus días con alguien y que el amor van siendo pasajes de tu vida más o menos largos. Depende de como seas, pero es muy probable que esa persona de la que estás enamorada, pues a lo mejor a los diez o doce años la dejes o te deje y a ti. Ahora diríamos que es un pacto diario lo que tienes que hacer con el amor. Antes los pactos estaban como preestablecidos, como que la sociedad cerraba esos pactos y ahora no, ahora el amor es una cosa muy diferente, muy diferente. Yo creo que también más real, pero a la vez también más dolorosa, porque nos enfrenta constantemente a cosas que no tenemos seguras. Antes todo eso estaba protegido por la sociedad, ahora no está protegido. Con lo cual tienes que pelearlo y eso crea una zozobra muy grande.
Uno de esos cambios que se han producido y que se reflejan también en la obra es la aparición del movimiento #MeToo. Y cómo el feminismo ha influido en las relaciones de pareja. Después de ver esta obra, ¿es posible reconciliar de alguna forma el mundo masculino y el mundo femenino? ¿Cómo se hace? ¿Qué lecciones hemos aprendido?
Irene: La función no plantea ningún tipo de respuesta, creo que porque es casi imposible, pero sí que habla de dos animales defendiendo su territorio a través del lenguaje. Por un lado está el personaje de Isra, que de alguna manera representa las viejas masculinidades. Y mi personaje, que representa también, por así decirlo, los nuevos feminismos. El cambio de piel de las mujeres, de dejar de entender o de aceptar ciertas cosas que estaban muy incorporadas en nosotras y replantearnos todo a un nivel muy profundo. Compartirlo con nuestras amigas, leyendo cosas muy nuevas. En mi círculo cercano todo esto ha cambiado muchísimo. En la función, ella ya no acepta cosas que hace unos años le parecían normales y ya no quiere pasar por ahí. Busca otro tipo de relación, otro tipo de amor y eso también genera mucha soledad y mucha contradicción, porque tampoco lo tiene tan claro, pero a la vez sí. El está peleando contra contra un muro que no quiere aceptar, no quiere asumir que las cosas están cambiando y que tiene que dejar la corona.
Israel: Pascal nunca te va a dar una respuesta. Creo que ningún buen autor debería darte una respuesta en una cosa tan compleja. Porque en la obra es todo muy complejo y se dicen muchas cosas, pero hay muchos matices también. Pascal lo que sí retrata muy bien es cómo vivimos un momento en la que todas las broncas de pareja y separaciones quedan filtradas por lo que está pasando fuera, de tal forma que esa separación no es entre tú y yo, sino es entre hombres y mujeres también. Y cómo la guerra que está pasando fuera, se va a meter dentro, y que hay un momento en el que parece que ella es la representación de todas las mujeres del mundo y yo soy el representante de todos los hombres del mundo, cuando tampoco es nada de eso. Y ocurre ese choque absolutamente brutal. Bueno, como he dicho antes, creo que estamos en un proceso de cambio muy fuerte. El patriarcado se está derrumbando, el imperio va cayendo poco a poco, como cayó el Imperio Romano, pero cuesta mucho.
Otra de las tensiones que también late en la función es sobre el teatro. Él es un actor mayor que ella, de teatro. Ella es una actriz más joven, de cine. Y está esa batalla, entre el actor de teatro y el actor de cine. ¿Eso se sigue dando en vuestra profesión, hay elitismo?
Irene: Cada vez menos. Antes había una separación muy grande. Ahora... no lo sé. Sí, bueno, es cierto. El teatro es muchísimo más precario. El teatro es precario y ella se lo echa en cara, la miseria, el actor de teatro, no sé
Israel: Yo diría que sí. Soy actor de teatro y he hecho de todo y hay cuestiones que son claras. El cine tiene mucha más proyección. Proyección internacional, relacionada con la moda y el teatro es una cosa como artesanal. El teatro está bien considerado por un número muy pequeño de gente.
Irene: Hacer teatro, para algún tipo de gente, tiene que ver con ponerse trajes antiguos y subirse con la voz engolada a un escenario. No sé como la gente puede seguir pensando eso cuando el teatro contemporáneo del siglo XXI es ultramoderno.
Israel: Hay de todo, también se sigue haciendo ese tipo de teatro. Hay cosas que han cambiado, te encuentras más directores de cine que van al teatro. Eso sí, todavía te encuentras a Albert Serra, que es un hombre muy culto, muy inteligente, muy formado, diciendo tonterías sobre el teatro, al que debe no haber ido hace 27 años o así, más o menos. Porque él dice el teatro no le gusta. El teatro como un género, no sé, no es como decir que el thriller no me gusta. Es como si yo dijera la música no me gusta. ¿Toda la música no te gusta? Igual que el cine. Pues a lo mejor te gusta un tipo de cine, pero decir el cine no me gusta... Pero esa tensión entre el actor de teatro y el de cine, que es mucho más famoso, está ahí. Hay tres tensiones en la obra: una de edad, otra de cine, teatro y otra de clase social, porque su familia está mejor asentada que la mía, de la que ni siquiera casi se habla. Y esas tres tensiones juegan también en esa crisis que tienen ellos.