El espejo brasileño

Madrid

Sé que mal de muchos es consuelo de tontos. Lo sabemos todos. Y aunque en todas partes cuecen habas, también nos consta que eso no ayuda a solucionar los problemas de casa. Pero si al menos sirviera, lo de las habas, digo; y también las ganas de no pasar por idiotas... Si pensar en esos refranes sirviera para que nos pongamos las pilas, yo ya me daría con un canto en los dientes. Me explico. España es ahora mismo -desde hace tiempo- un país bastante polarizado, con un clima político hostil, que para nada invita a los grandes acuerdos… pero, claro, si lo comparamos con Brasil, por ejemplo, es que nos quedamos -afortunadamente- bastante atrás. Hoy el diario ‘La Vanguardia' titula en portada: "El gabinete de odio de Bolsonaro lo volvió a hacer", para explicar cómo el actual presidente ha remontado en las encuestas merced a una campaña brutal de memes y noticias falsas, que igual le arreaban directamente a Lula como sembraban dudas sobre la limpieza del proceso electoral.

Y esa movida digital, esa campaña sucia que no detectan los radares tradicionales, como no detectaron el efecto trump en estados unidos, ha sido clave para que finalmente haya segunda vuelta electoral en Brasil, un país ya no polarizado sino partido por la mitad, donde 50 millones de personas han votado por un exmilitar homófobo, racista, que coquetea con dar un golpe si finalmente no gana y que asegura, sin ningún sonrojo, como hoy recuerda en un artículo Matias Vallés, que "la vacuna del COVID transforma a quien la recibe en un caimán". A este tipo le han votado casi la mitad de los brasileños. Aquí aún estamos lejos de eso, insisto, afortunadamente. Y ya sé que nadie escarmienta en cabeza ajena, pero no estaría de más tomar nota. Por si acaso.