Si gana Lula da Silva, brindaré por ellos
Si el próximo día 30 vuelve a ganarle lo peor de un Brasil más brutal todavía que el de hace casi 33 años, lloraré por el recuerdo de mis jesuitas
Madrid
La primera vez que vi a Lula en Brasil fue a finales de 1989, en la imagen -blanco y negro- de un pequeño televisor encaramado entre la fronda de un gigantesco árbol de mango. Aquel jardín selvático estaba en el Mato Grosso, en las inmediaciones de su capital, Cuiabá, y pertenecía a la destartalada finca desde donde un grupo de jesuitas, tan pobres como el Jesús de nuestras historias, salían a caballo, a cualquier hora y durante jornadas extenuantes, a hacer el bien a incontables personas, sobre todo pertenecientes a la población indígena, a las tribus aisladas y desposeídas de sus tierras y sus derechos.
El negocio evangélico que hoy sostiene a Bolsonaro
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Eran media docena, o quizá más. Hombres recios. Mayores. Enjutos y austeros, porque solo se alimentaban de los frutos de aquellas generosas manguieras. Cabalgaban de madrugada, con un botiquín colgando del cinturón y una bolsita con la comunión. Anteponían la salud del cuerpo a la del alma y pertenecían, sobra decirlo, a la Teología de la Liberación, que Juan Pablo II se cargó a conciencia desde que empezó a mandar, propiciando así la expansión del negocio evangélico que hoy sostiene a Bolsonaro y a tantos otros.
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Mis jesuitas tifaban por Lula que, en aquella ocasión, fue vencido por el candidato de la derecha, claro. Si el próximo día 30 vuelve a ganarle lo peor de un Brasil más brutal todavía que el de hace casi 33 años, lloraré por el recuerdo de mis jesuitas. Pero si gana, brindaré por ellos. Con un cubata. De mango.
Maruja Torres
María Dolores Torres Manzanera (Barcelona, 16 de marzo de 1943), más conocida como Maruja Torres, es...