'Los renglones torcidos de Dios', un laberinto psicológico resultón

Madrid

En 1979 Torcuato Luca de Tena publicó Los renglones torcidos de Dios, una de las novelas más vendidas en España que, décadas después, sigue fascinando a los lectores. Como la protagonista de esta historia, Alice Gould, el escritor trazó un plan para internarse en un psiquiátrico y estudiar a los enfermos mentales durante 20 días. De esa experiencia salió un laberinto psicológico que nunca había sido adaptado en el cine español a la espera de un proyecto ambicioso y de un director que supiera capturar el universo de paranoia y locura que plantea la novela. Encajaba en ese perfil Oriol Paulo, el autor de títulos como ‘Contratiempo' o ‘El inocente’, cuyo cine se maneja en esos códigos -giros inesperados, confusión, máscaras…-.

“Mi respuesta impulsiva fue vértigo y decir que no, y en ese vértigo al final hay algo de seducción que no deja de ser fascinante. A partir de ahí hay algo que obviamente para mí es nuevo, que es hacer una película a partir de un material que conozco, que respeto, que admiro y que tengo que hacérmelo mío para poder luego defender la película. Para mí el reto más grande era sobre todo cómo coger una novela escrita hace más de 40 años en una España muy distinta, con un público muy distinto, en un género distinto, el literario y con mucha voz interior, y traducir eso en una película que se sienta actual y que a la vez respete el espíritu de la original”, explica Paulo en conversación con la Cadena SER.

El director tardó tiempo en aceptar el encargo y siempre tuvo claro quién sería la protagonista, la actriz que encarnaría a la misteriosa Alice Gould. Bárbara Lennie, con la que ya había trabajado, reunía todos los requisitos para afrontar un personaje así. Una mujer elegante, inquietante, inteligente, juguetona con las palabras, con la verdad y la mentira, y con la capacidad dramática de sostener todo el largometraje. “Una experiencia como esta requiere mucha entrega, estar como bastante aislada, físicamente fuerte, mentalmente fuerte, emocionalmente predispuesta, maleable, voluble. Hacer un personaje protagonista siempre es un gran reto, pero además me costó mucho ya solo entender quién era esta mujer y entender qué era la película”, cuenta la actriz que vuelve a encabezar una cinta cuatro años después.

Ella es la perfecta Alice Gould, una mujer de clase alta que, supuestamente, trabaja como detective y que decide entrar en un sanatorio para investigar por encargo un asesinato. Debe fingir que está enferma, acercarse a los otros internos y lidiar con los médicos y especialistas que se encargan de su salud, entre ellos, el director Samuel Alvar, al que interpreta Eduard Fernández. Un hombre que la pone en entredicho - o quizás mienta él-, y que ha tratado de introducir reformas en la institución. “Trabajé mucho el ser muy preciso y exacto a la hora de decir, de cómo decir, de qué decir, en qué momento callar. Son dos personajes que combaten entre ellos y los dos tienen un gran ego, no soportan que se les lleve la contraria. En ese sentido era divertido, si el personaje guardaba alguna carta, se callaba, sonreía y le daba igual lo que pensaran de él hasta que viera el momento de sacarla”, detalla el intérprete.

Un duelo de altura entre dos de los mejores actores de nuestro país para esta historia ambientada en la Transición que el director ha adaptado con la ayuda del dramaturgo y guionista Guillem Clua. “Queríamos ser fieles a la hora de retratar un momento histórico, era el año 1979, estaba cambiando el país y también ciertas cosas dentro de una institución mental. Había una nueva psiquiatría que estaba empujando a la vieja fuera. En la época sí que existía un estigma y nosotros lo retratamos y lo contamos, pero hay unos personajes que lo cuestionan constantemente”, dice Paulo sobre la gestión de las enfermedades mentales y su conexión con el presente.

Al momento actual también trae un empoderamiento de la mirada femenina. Lo hace a través de la protagonista Alice Gould, cuya misión es desafiar a una institución masculinizada y poner en jaque todo el poder patriarcal, pero también a partir de personajes secundarios, como el de la actriz Loreto Mauleón. “Mi personaje es un poco el reflejo de la visión hacia el futuro de de una mujer que se encuentra en una época y en un lugar en el que tiene que luchar para seguir adelante y para sobresalir en ese entorno masculino. Además es una mujer joven y ella tiene que ser muy fiel a sus principios para seguir adelante. En un contrapunto al director del sanatorio”, analiza.

Estas son dos decisiones inteligentes para actualizar un libro que, en muchas ocasiones, ha sido tachado de conservador. El guion sabe tomar lo principal de la trama, generar una sensación de duda constante en el espectador y depurar la literatura de muchos de los parlamentos. “Es una película donde hay mucho más diálogo, es como una película dialéctica y además con un lenguaje bastante particular, que no es especialmente cotidiano ni naturalista, tiene algo como de juego. La película, en ese sentido, también es como una fábula, como un cuento donde hay estos personajes que nos vamos a creer, pero también es es un gran artefacto y un artificio. Y eso me gusta mucho, entrar en ese juego”, aporta Lennie.

Ahí radica otra de las claves de esta adaptación, la conciencia de artefacto que tiene la película, de ficción y trampa, de puzzle narrativo y juego psicológico que plantea al espectador. El resultado es un thriller entretenido e irregular que se entrega a la intriga y la confusión y se adentra sin excesos en ese mundo oscuro y pertubador. Un gran reparto, que disfruta con este truculento juego de máscaras, eleva una propuesta que busca arrastrar a mucha gente a los cines. El público dirá: ¿dice la verdad o miente Alice Gould? ¿Acaso importa?