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Carlos Vermut: "El cine nos permite disfrutar de la oscuridad desde el placer de la ficción"

El director de 'Magical Girl' presenta en Sitges 'Mantícora', su nueva película

Cadena SER

Madrid

El cine de Carlos Vermut acompaña al personaje por un espectro psicológico lleno de oscuridad, monstruos y placer. Desde su debut con Diamond Flash, película de culto que pagó él mismo y que apenas costó 20.000 euros, se hizo un hueco en el cine español ganando con su segunda película, Magical Girl, la Concha de Oro en San Sebastián. Autor joven y respetado, con propuestas arriesgadas, con influencias muy marcadas, pero con un estilo propio. Tras Quién te cantará presenta Mantícora, una película compleja de esas que deja poso y genera debate. Ha pasado por el festival de Toronto y ahora recala en Sitges, antes de llegar a las salas de cine el próximo diciembre. Mantícora es una historia de un monstruo que no quiero serlo. Nacho Sánchez interpreta a un creador de videojuegos que se refugia en el mundo virtual para no aceptar su propia identidad y sus deseos. Mantícora es también una historia de amor retorcida donde aparecen elementos del universo creativo de Vermut.

La película ha pasado por Toronto y ahora llega a Sitges, ¿cómo está siendo estos primeros encuentros con el público?

Ha ido bien. La peli ha encontrado su público. Creo que, cuando la pusimos, había mucha necesidad del público de quedarse luego a las preguntas y hablar de la película y pensar, hablar sobre ella. Notaba como una necesidad de hablar de la película y eso me ha gustado mucho.

Quizá esa necesidad viene de que es una película diferente en este momento de avalancha de estrenos y estímulos en cines y en plataformas, quizá Mantícora necesite o exija un tiempo para procesarla, para pensarla, ¿eras consciente de hacer una película así?

Yo, consciente o inconscientemente, cuando trabajo en una película, sí que me gusta pensar que hago historias que convivan con sus espectadores. Me gusta pensar que las películas que hago encuentran su público y que quizá no es el público general, pero que con el público que encuentran se quedan con él y generan esa relación cercana. Y es verdad que vivimos en un mundo en el que hay estrenos en las plataformas, que todo se consume rápido, la apuesta que yo siento es dedicarle tiempo al trabajo que hago. Tiempo a pensarlo, a hacerlo, a escribirlo, a rodarlo y a cuidarlo y pensar que eso luego se va a materializar en el momento en que encuentre su público, porque ese público va a tener una relación también duradera con la película. Es una cosa de cocción lenta, que a mí me gusta, en un mundo donde va todo tan rápido. Además, justo después de la pandemia pensé mucho en esto de que todo va rápido. Me gusta cuidar las cosas, dedicarles tiempo y hacer algo que el público también vaya a dedicarle tiempo a convivir con esa historia.

¿Y eso cómo se materializa en el guión, por ejemplo?

El guión sí que comenzó con una idea que tenía apuntada desde hacía varios años y es verdad que no encontraba el principio, solo tenía el segundo acto. Muchas veces, cuando escribes, tienes el primer acto, pero no tienes el segundo y el tercero, o tienes el segundo, o tienes el tercero. Lo bueno suele ser cuando tienes el segundo acto, y en este caso tenía suerte, porque tenía toda la parte central de la película. Entonces aparecieron unos elementos de la realidad virtual en los videojuegos durante la escritura para apoyar esa idea principal, que no sé si quiero destripar demasiado. Digamos que es el nudo de la historia, la parte central, algo que no tiene que ver ni con lo que pasa antes ni con lo que pasa después. Entonces empecé con esa idea y aparecieron los elementos de los videojuegos en el primer acto y luego el final.

Es una película que habla de muchas cosas, pero una de ellas principalmente es una historia de amor. ¿Es una historia amor contada desde la parte oscura del alma humana?

Yo también la entiendo como una historia de amor. Es verdad que es una historia de amor muy retorcida, pero habla también de algo como disfrutar de la ficción y la fantasía y de permitirnos disfrutar de algo que no haríamos, ni desearíamos, pero que de repente podemos, como voyeurs, ver la historia de otros personajes que se sumergen en el fango. Y tú estás ahí un poco disfrutando de esa oscuridad desde el placer de la ficción y desde la reivindicación de una fantasía que no tiene que ver con la realidad. Precisamente la película habla de eso, de la línea que separa la fantasía de la realidad. Lo que es interesante es invertir tiempo en construir una muralla sólida entre lo que sucede en el mundo de lo fantástico de la ficción y el mundo de la realidad, de lo real. Entender que las cosas no tienen por qué estar relacionadas. Puede que lo estén, pero no tienen porqué estarlo. Y que también nos podemos permitir el lujo de disfrutar de ese tipo de historias oscuras, retorcidas.

De hecho, el personaje dice que en los videojuegos se puede hacer todo lo que no se puede hacer en la vida real ¿El cine puede contar todo? ¿La ficción lo puede abarcar todo?

Poder puede. Otra cosa es que deba. Y yo creo que está bien que exista un debate. Yo no tengo las respuestas. Yo no sabría decirte cuál es el límite de lo que el cine debe contar o no puede contar. Creo que cualquier cosa que se nos pase por la imaginación puede ser representada. Y creo que el debate no es tanto si se puede o no se puede contar, o qué debe o no debe contar el cine, cuáles son los límites; sino también que entendamos una cosa fundamental aquí, que tiene que ver con una madurez en el espectador y en la sociedad. Básicamente que entendamos que una cosa es aquello que forma parte de lo fantástico de la ficción, y otra, el mundo de lo real y que esos mundos no deberían cruzarse nunca.

Hablando de esa historia de amor retorcida, no sé si una de las de las cosas que uno puede salir pensando tras ver Mantícora es que la falta de amor genera monstruos

Justo venía hablando de esto y estoy de acuerdo. Es verdad que muchas veces asociamos la palabra amor a lo romántico y el amor son muchas cosas. Una de ellas es básicamente la capacidad o la posibilidad de expresar lo que sientes, a pesar de que los demás piensen que es abyecto, precisamente porque es un pensamiento. Muchas veces creo que ahí surgen monstruos. Venía hablando de un ejemplo, el de un chico, por ejemplo, que llega a instituto y mata a sus compañeros porque no le hemos dado oportunidad a ese chaval de expresar que a lo mejor tiene una fantasía retorcida y el hecho de censurar su fantasía retorcida genera que ese chaval la acabe materializando. Si ese chaval a lo mejor hubiese ido a un taller de cómics, o hubiese sido escritor, o le hubiesen dado las herramientas para escribir y sacar, desde ese lugar, sus fantasías, pues a lo mejor no hubiese cogido un fusil y hubiese matado a sus compañeros. O sea que el amor también es la posibilidad de escuchar y compartir. De entender que igual no somos perfectos. Por supuesto, no tengo que ir a un ejemplo extremo de alguien que mató a sus compañeros, pero a lo mejor basta con admitir que somos egoístas, admitir que tenemos envidia, admitir que somos celosos ¿Por qué no admitir cosas que, de repente, cada vez estamos censurando más? Parece que hay una especie de competición de la virtud en la que no nos damos la oportunidad de poder compartir que igual no somos tan perfectos y eso también parece un gesto de amor.

¿Y a ti para qué te sirve la ficción? ¿Para qué te sirve hacer películas?

Creo que precisamente es para enfrentarme a las cosas que me dan miedo. Me dan miedo algunos perfiles de seres humanos muy extremos. Es lo que más miedo me da, lo que sucede en las guerras. A mí me aterra Irreversible, me aterra ver esa película. Creo que mi manera de enfrentarlo es haciendo obras, historias para intentar entenderlo y también para humanizarlo. Darme cuenta de que los muertos realmente no existen, sino que detrás de esos muertos existen personas. Eso me ayuda a relacionarme con menos miedo hacia ese tipo de cosas.

Hablas de un tema tabú que, por momentos, puede darle a la película un tono social, porque abre un debate que la sociedad no quiere o no sabe enfrentar y es, precisamente, qué herramientas damos a esos monstruos de los que hablábamos, ¿Te da miedo hablar de un tema tabú? ¿Qué pase lo mismo que Ulrich Seild?

No me da miedo, porque creo que el problema no es hablar de ese tema. Aparte, creo que Manticora no habla de ese tema, sino que parte de ese tema para hablar de otras cosas que tienen que ver con cómo nos relacionamos con los demás, cómo nos relacionamos con aquello que deseamos, más que con el tema en sí. La película no cuestiona el tema, desde principio de la película se entiende que se condena sin ningún tipo de duda, pero sí acompañamos a este personaje en el sufrimiento. En un sufrimiento porque él no ha elegido ser ese monstruo. Pero la película no duda de que sea un monstruo, aunque él no haya elegido serlo. Es la tragedia de los monstruos clásicos de toda la vida, o sea, los monstruos no eligen su monstruosidad, y aparecen al final del relato perseguidos por gente con antorchas y nos dan pena. Aunque sepamos que Frankestein acaba de matar a una niña, nos da pena Frankestein o el Hombre Lobo. Eso sí me interesaba, no tanto el tema en sí, sino la capacidad que tenemos de empatizar con el dolor de alguien que genera rechazo. Puede ser interesante si fuésemos capaces de hacer eso.

Abre un debate sobre qué hacer como sociedad ante temas como la pedofilia o pederastia

Claro. Contra el delito se puede legislar, pero contra el deseo no se puede legislar. Y eso yo creo que es el debate del que tú hablas, No podemos elegir los deseos, no sé si podemos legislar la ficción, lo que pertenece al mundo de la fantasía. Yo no sé hasta dónde podemos legislar y hasta dónde no. O si el hecho de poder acercarnos a esas ficciones o a esa fantasía representada va a ayudar a la sociedad para que no se sucedan más, por ejemplo. No tengo esas respuestas y, por eso, creo que la película también es interesante que plantee esas preguntas para que los espectadores, cuando terminen la película, se puedan hacer esas preguntas y debatir, que creo que también es interesante.

¿Hasta qué punto era imprescindible encontrar a los dos protagonistas? Sobre todo el personaje de Nacho Sánchez, ¿tenía que tener una cierta ternura, una mirada imponente y a la vez llevar a ese personaje por los caminos oscuros por los que nos va llevando?

El casting era crucial. Tenía que ser un personaje con el que empaticemos, pero que tuviera ese elemento también de monstruo, un poco inquietante. Y creo que Nacho es un tipo que sabe manejar su mirada, es un tipo de una belleza brutal, pero a la vez tiene ternura y dolor en su mirada. No fue fácil encontrar al actor que representase a Julián, pero cuando apareció Nacho creo que lo tuvimos todo bastante claro.

¿Y en el caso de Zoe Stein?

En el caso de Zoe hicimos también pruebas y cuando apareció también lo tuvimos bastante claro. No quiero explicar el por qué -para no desvelar la trama-, pero tenía que tener unas características este personaje. Y es verdad que fue complicado, pero al final apareció Zoe, es una actriz que hace su primer personaje como principal en una película y lo hace fantásticamente.

Hay muchas referencias en el guion, manga, cómic, el cine de Cronenberg, ¿son referencias de tu universo? ¿por qué querías reflejarlas en esta historia?

Porque creo que Cronenberg también tiene esta relación con la nueva carne, con la transformación de la carne. En esta película no hay una transformación de la carne como tal, pero sí hay una nueva carne. La nueva carne no es material. La nueva carne es metacarne. Una carne que está detrás de esas gafas, detrás de esa pantalla de realidad virtual. Esa teoría la estoy haciendo justo ahora mismo, mientras estoy hablando, teorizando sobre esto. La verdad es que no lo he pensado mucho, porque la respuesta que tendría que dar es que soy fan de Cronenberg.

¿Y el resto de referencias son cosas tuyas, son como marcar tu propio universo?

Son cosas mías. Pero es verdad que de alguna manera sí que creo que tienen que ver con el tema de la película, el mundo de los videojuegos. Yo soy muy friki de los videojuegos, quería hablar de algo que me gusta y que además me da pie a poder meter un elemento en la película que me funciona a nivel narrativo para una trama entera y para poder plantear un dilema social. Son cosas que a mí me gustan y, al final, creo que cuando hablas de cosas que te gustan invitas a los demás a que también participen de ello. Por ejemplo, teníamos una pantalla en el rodaje de la película que es como la pantalla donde se ruedan ahora todas las series de Mandalorian o las series Marvel. Poder usar esas pantallas, a mí que me gustan esas cosas del cine fantástico, pues me apetecía, porque creo que nunca voy a hacer nunca una película de Mandalorian.

¿Por qué no?

Porque me parece un rollo. Hay mucha gente implicada en essos proyectos, mucha coordinación para hacer un Godzilla...

¿Entonces no harías un Señor de los anillos como Bayona?

Voy a abrir un melón: creo que dentro de diez años vamos a poder hacer esas películas desde casa con el ordenador, vamos a poder hacer el Señor de los Anillos. Entonces voy a esperarme diez años e igual ya puedo hacerlo desde mi casa con el ordenador, con un portátil, porque ahora eso de implicar a tanta gente... No estoy preparado para tanto jaleo.

Eres de los de los pocos directores este año que ha hecho una película que no está ambientada en lo rural o que hable de la maternidad, que son dos de los temas de este año, dice Albert Serra que nos estamos mirando mucho a nosotros y a la realidad, ¿estás de acuerdo con esta afirmación?

Creo que hay aproximaciones muy diferentes a esa esa realidad. A mí, por ejemplo, El agua es una peli que me ha encantado y también tiene un elemento misterioso que personalmente me atrae. Me flipa Pacifiction y La piedad me ha fascinado. Creo que Casanova da un paso más hablando de sí mismo. Por supuesto Alcarràs me ha gustado. Creo que hay un cine este año que sí tiene que ver con lo real, con lo que está pasando, pero también hay un cine psicológico y fantástico, donde el plano misterioso está también sobrevolando. O sea que que están las dos cosas y tampoco que hay que marcar líneas ni fronteras. Yo creo que es verdad que estamos en un buen año y que hay películas para todo tipo de espectadores.

El título, Mantícora hace referencia a una criatura mitológic, ¿qué llegó antes ese título o la idea de la película?

Primero vino la idea. Luego, cuando planteé el elemento de los videojuegos, apareció el hecho del modelaje y los monstruos y ahí la mantícora, que es un monstruo que tiene un elemento humano, que es el rostro de una persona con un cuerpo de león y que era bastante abominable. Recuerda un poco al perro de La invasión de los ultracuerpos de los 70. La mantícora me sirve para otras cosas que suceden en la película. Me di cuenta de que los símbolos muchas veces tienen una utilidad que va más allá de lo simbólico, que tienen un uso práctico en la trama. Escribir es así. Escribir es currar. A veces es escribir, sentarse a currar y aparecen estas ideas.

En todas tus películas está esa idea de llevar al espectador por rincones perversos, oscuros, por situaciones incómodas, pero acompañando al personaje, no haciendo sufrir al espectador, ¿Es quizá esta película la que va más allá en ese sentido?

Curiosamente en otras pelis que he hecho han matado a niños, pero sin embargo esta no me parece la peor.

Por eso hablábamos antes del tema tabú y de la hipocresía social en torno al tema del deseo.

Mientras que matar al niño nos parece algo muy lejano, esto es verdad que existe y que es un problema. Yo creo que la sensibilidad que existe y el rechazo que existe es algo físico. No puedes explicar por qué te genera tanto rechazo esto y no otras cosas. Lo decía también en Toronto, los gángsters son gente mucho más abyecta que este personaje, pero nos parecen gente cool. Y de repente, este protagonista de Mantícora que tiene esta condición nos da tanto asco, no ha matado a nadie. Pero no podemos evitarlo. Lo que que no podemos evitar es como lo que se decía en Malditos bastardos, que hay sentimientos que no puedes explicar. Nos pasa con esto. Creo que en todas mis películas hay como un elemento perturbador, bueno, no sé si perturbador, porque lo hago también desde un lugar en el que creo que es el placer de la ficción, de jugar a meternos en universos, pero que cuando acaba la película podemos salir de ellos. Eso nos puede servir para enfrentarnos a ciertos miedos.

¿Le va a gustar a la Reina?

Pues igual sí, no lo sé. Veremos.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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