Ellos y ellas
"No deberíamos escandalizarnos por lo del colegio mayor Elías Ahúja. Total, estamos acostumbrados a respetar las tradiciones de la gente pija y esta, la de que los niños pijos insulten a las niñas pijas (con risitas por parte de las niñas) es, al menos, de circuito cerrado: se lo hacen entre ellos".
Los cachorros de la clase pudiente
Barcelona
Resulta que los chicos de un colegio mayor de Madrid se asoman a la ventana y gritan barbaridades a las chicas de otro colegio mayor, que está enfrente. Resulta que tanto los chicos como las chicas de enfrente son pijos y un poco fachas. Vienen de familias con posibles. Tanto ellos como ellas son críos. Y a ciertas edades no se disimula.
Parece que los gritos y las burradas son algo habitual, una tradición que viene de años y de generaciones de niños pijos. No nos habríamos enterado (y eso que nos habríamos ahorrado) si no hubiera habido alguien filmando las imágenes y difundiéndolas después en redes. Como ahora siempre hay alguien filmando y difundiendo, tenemos la impresión de que el mundo se ha vuelto loco. Y tampoco es eso.
No deberíamos escandalizarnos por lo del colegio mayor Elías Ahúja. Total, estamos acostumbrados a respetar las tradiciones de la gente pija y esta, la de que los niños pijos insulten a las niñas pijas (con risitas por parte de las niñas) es, al menos, de circuito cerrado: se lo hacen entre ellos. Sería intolerable que gritos similares salieran de un centro de acogida de inmigrantes, pero ellos son ellos.
Las otras tradiciones, las que se cumplen más adelante, cuando los pijos tienen más edad, son, para mí, más incómodas de sobrellevar.
La tradición de despedir empleados bancarios y dejar sola ante el cajero automático o la web a la población más anciana y desprotegida. La tradición de exigir rebajas de impuestos porque ellos, los pijos, saben mejor que tú qué hacer con ese dinero que heredaron de sus papás. La tradición de desmantelar la sanidad pública, porque, total, ellos no la usan. La tradición, en fin, de amargarnos la vida diciendo que es por nuestro bien.
No somos nadie para meternos en sus cosas. Son los cachorros de la clase pudiente, se conocen bien entre ellos y si se dicen según qué, será por algo. Ya sabemos lo que ellos piensan de ellas y lo que ellas piensan de ellos y de sí mismas. Hemos visto, como en un documental de naturaleza, cómo salen del huevo los reptiles. En cuestión de diez años, los animalitos habrán crecido y los tendremos por ahí impartiendo órdenes, cobrando dividendos de las eléctricas y acusándonos de arruinar España. Sabemos cómo nos tratarán. Son ellos. Estamos avisados.