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Eduardo Casanova: "De alguna forma todo es una dictadura, la libertad no existe"

El actor y director estrena en el Festival de Sitges su segunda película, 'La piedad', una reflexión sobre las relaciones tóxicas que ha ganado varios premios internacionales

Eduardo Casanova, en los premios Platino 2022 (Photo by Aldara Zarraoa/Getty Images) / Aldara ZN

Madrid

Eduardo Casanova ya suma dos premios para La piedad, su segunda película después de su sorprendente debut con Pieles. Ha ganado el Premio Especial del Jurado en el Festival de Karlovy Vary y también ha rascado galardón en Austin. Ahora llega al Festival de Sitges donde expone su versión particular de La piedad, así se titula el filme, protagonizado por Ángela Molina, que disecciona las relaciones tóxicas, el miedo a la libertad y mucho más. La Piedad habla de lo más tóxico que puede llegar a ser el ser humano a través de la relación de una madre y un hijo y estableciendo un paralelismo con la dictadura de Corea del Norte.

Después de Pieles, presentas una película que mantiene cosas de ese universo, pero ¿es mucho más personal?

La intención con Pieles era hacer una primera película donde hacer una especie de muestrario de lo que era yo y lo que me interesaba y los temas que me interesaban a mí. No sé si la palabra es tratados por encima, pero, La piedad es una película muy pensada, muy interna y muy personal. Esto es también algo que me da pánico, que la gente se sienta a verla y diga, 'Amiga, tu vida es muy graciosa, pero no me interesa una mierda'. O sea, también hay un ejercicio muy grande por mi parte de ser consciente de que estoy haciendo la película para la gente y tiene una narrativa comprensible.

¿Es una manera de explicar que todos tenemos relaciones tóxicas en esta sociedad?

A mí me pasa una cosa, y creo que a muchísima gente. Creo que todos, todas y todes replicamos de alguna forma la relación que tenemos con nuestra madre. Tengamos o no tengamos madre. Pero esas carencias o esa forma de relacionarse con nuestra madre, la mantenemos con nuestras parejas. A mí eso me ha pasado. Yo recuerdo levantarme con pesadillas por la noche, durmiendo con mi ex novio llamándole mamá y replicar muchos modelos de conducta, de dependencia, que yo mismo había generado con mi madre. La película habla de las relaciones, de dependencia, de la necesidad de libertad, de si la libertad realmente existe o si la libertad realmente es un un eslogan o si la libertad realmente la queremos. Y habla de cómo se atrofian las relaciones. La relación de una madre y un hijo y la toxicidad que puede generar y la dependencia, eso se puede extrapolar a cualquier tipo de relación, porque relacionarse en general es complejo. El personaje protagonista tiene miedo a la libertad, pero por otro lado ansía la libertad. Y por otro lado su madre se llama Libertad. Libertad es una metáfora de querer y no querer.

La película también indaga en eso, ¿en qué es la libertad y por qué tenemos miedo a la libertad muchas veces?

La libertad que buscamos es una mentira, es un eslogan. Esas frases de 'Sé libre, lucha por tus ideales'. Yo creo que el humano no sabe ser libre. Te lo demuestra la historia del mundo. El humano vive sometido y en la sumisión creo que encuentra cierto grado de comodidad, incluso aunque la sumisión sea incómoda. De esto hablaba este autor tan misógino, pero que tiene algún libro interesante, como Houellebecq en su libro Sumisión.

¿Se puede ser libre?

Realmente, en este mundo caótico todo el rato, de alguna forma, consciente o inconsciente, nos están diciendo qué tenemos que hacer haciéndonos pensar que estamos haciendo lo que nosotros estamos queriendo. Cuando realmente eres libre, estás solo y estás en la mierda. De hecho, es lo que sucede con mucha gente, un porcentaje muy alto de las personas que huyen de una dictadura como la de Corea del Norte. Huyen porque es insostenible vivir allí, pero muchos vuelven a Corea del Norte aun a sabiendas de que allí les pueden matar o condenarles. Prefieren eso porque no saben vivir sin estar sometidos. Eso pasa en Cuba también, que es donde estudié. Y luego está ese concepto de libertad que hay en Estados Unidos, de la cual acabo de volver y ganar el premio, suena también bastante dictatorial cuando estás allí. O sea, creo que de alguna forma todo es una dictadura. La libertad no existe. Y esto no quiere decir en absoluto que yo piense que un estado más cercano a lo democrático es peor que una dictadura.

Vuelves a usar el rosa como color principal, pero aquí lo contrapones al gris y al negro, para explicar esos dos mundos que explicas en la película: la vida de esta madre e hijo y la situación de Corea del Norte

Para mí el el diseño de producción, el cual firmo también, y el manejo de la estética, de los colores, de los decorados es algo muy importante y lo utilizo como un elemento narrativo para poder contar cosas y que no quede sólo sujeto a algo estético. Cuando empecé a escribir pensaba que iba a llegar un momento en que me iba a convertir en Agatha Ruiz de la Prada. Me planteé hacer la película en blanco y negro, pero de alguna forma mi mente siempre se va al color rosa. Es verdad que la historia es profundamente oscura y creo que el color negro y el gris también tenían que estar representados en esta película. Cuando los personajes en esta película huyen hacia la libertad, se encuentran una libertad que es de color gris literalmente, todos los decorados son así. Algo bastante parecido a lo que es la vida capitalista. No estoy entrando en temas políticos, estoy hablando desde un punto de vista artístico.

¿Qué ha simbolizado Corea del Norte para la película?

Tú ves una fotografía de Pyongyang, la capital de Corea del Norte, y piensas que es precioso. Objetivamente, ¿cómo un lugar donde se hacen cosas tan horribles puede ser tan bonito? Es que los edificios son rosas. Entonces me parecía que era muy adecuado darle la vuelta a eso y que lo que se supone que está bien y que necesitamos es un lugar hostil, al menos para esos personajes que sienten que la libertad es hostil. Y para donde suceden las cosas más terribles fuese un lugar precioso, de color rosa y mármol negro y como una especie de conceptualización de Corea del Norte. También es verdad que intenté hacer algo realista, pero no fui capaz. Intentaba ser realista y me salía la imagen de un unicornio.

En el reparto conjugas nuevas caras y rostros con los que ya habías trabajado, ¿era difícil elegir el reparto para una película tan personal?

En una película que habla de una cosa tan personal mía, era importante el reparto, que fueran los y las mejores actrices que tenemos en España. Esa es la realidad. Pero también que conociesen el conflicto desde un punto de vista muy cercano. Con Ana Polvorosa es muy fácil, porque yo he trabajado mucho con con ella. Quiero remarcar lo increíble que está Ana Polvorosa en La Piedad y no es porque la haya dirigido yo ni porque sea mi hermana, pero creo que el trabajo que hace es brutal. Ángela Molina hace un trabajo espectacular y para mí era muy importante, sobre todo sentarme con ellos y con ellas y explicarles de lo que habla realmente la película, que eso es algo que solamente sabemos y sabremos nosotros internamente.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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