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Lewandowski le da una vida extra al Barça en Champions

Un doblete del polaco en los últimos diez minutos evita la eliminación de los de Xavi ante el Inter (3-3)

Robert Lewandowski celebra uno de sus tantos ante el Inter. / David Ramos

Robert Lewandowski celebra uno de sus tantos ante el Inter.

Los milagros existen. Y si no, que le pregunten a Robert Lewandowski. En un partido que el Barça tuvo perdido, condenándose a la eliminación por su mala defensa, el polaco salvó a los suyos con un doblete ante el Inter en los últimos 10 minutos (3-3). Si bien los de Xavi siguen vivos de milagro, tienen muy complicado el pase a la siguiente fase.

Lewandowski salva al Barça en un partido agónico

La previa del partido, digna de las noches grandes en Europa, estaba a la altura de lo que se jugaban Barça e Inter. No sería lo mismo que cuando tuvieron que encender los aspersores para echar a Mourinho del Camp Nou, pero los de Xavi Hernández se jugaban la vida demasiado pronto y los italianos estaban a 90 minutos de llegar a octavos tras mucho sinsabor europeo. El premio estaba ahí, al alcance de ambos, consiguiéndolo con meter solamente un gol más que su rival. Poseídos por esa lógica tan lúdica para el aficionado neutral, el encuentro arrancó siendo un correcalles. El Barça era intenso con balón, el Inter era intenso a la contra. Ambos jugaban a una peligrosa ruleta rusa de la que, por poco, salen mal parados los culés. Para alegría del Camp Nou, Dzeko remató al larguero.

Si bien se notaba el vértigo que tenían los portagonistas en cada acción, no parecía pesarle a casi ningún jugador. Ese "casi" era Onana, meta del Inter. Cada intervención, o intento de ello, era una ocasión manifiesta que ponía la miel del gol en los labios del rival. El Barça tenía que probar al camerunés, y comenzaron a volcar el campo hacia su portería por puro empuje. Y, si hay un futbolista que tiene esa garra bien afilada, ese es Raphinha. Con el ímpetu de alguien que ha sobrevivido a la crueldad del día a día en las favelas de Restinga, el brasileño luchó un balón perdido. Su esfuerzo lo recuperó para la causa, dejando que su talento dibujase un nuevo imposible, un pase a Sergi Roberto en paralelo a la línea de fondo. El lateral, en posición franca, encontró a Dembélé para anotar el 1-0 a placer. Todo el Camp Nou estalló en éxtasis, sellándose con un abrazo entre el francés y Xavi. Nada de ello hubiese pasado sin la lucha incansable de Raphinha al filo del descanso.

La segunda parte comenzó como acabó la primera: Raphinha salvaba un nuevo balón inalcanzable, arrancando el aplauso de su hinchada. Pese a ello, la amenaza interista seguía ahí. El Barça, embriagado por el halago y el éxtasis del gol, se durmió. Al que más se le pegaron las sábanas es a Gerard Piqué, uno de los que ya saben como funciona el fútbol europeo. En un centro al área que debería llegar a buen puerto, el central dejó pasar el balón, confiando en que no hubiese nadie detrás. Ahí recibió Barella, cambiando el semblante del central, controlando y definiendo como lo haría Christian Vieri. El Inter ya había empatado y había conseguido lo más importante: sembrar la semilla de la duda en un equipo de fuertes convicciones como es el Barça de Xavi.

Desdibujado y deambulando por el campo, el Barça tuvo un pequeño momento de lucidez en medio de su pesadilla. Sin embargo, el Inter resistió el asedio, achicando agua como buenamente podía. Los de Inzaghi sabían que, si aguantaban el chaparrón, los octavos estaban al final de la tormenta. Así, en nuevo paso adelante demasiado osado e inocente de los azulgranas, los italianos se aprovecharon de un nuevo error culé. Una cadena en la que falló hasta Busquets, Lautaro se aprovechó de la confianza de Eric García, adelantándose y definiendo con suspense. Los de Xavi Hernández, otra vez, mostraban tener la mandíbula de cristal, cayendo a la lona de la Europa League.

Los fantasmas del pasado estaban llevándose al Barça por los mismos derroteros de esa oscura época sin palancas. Por suerte para ellos, Robert Lewandowski no conoce lo que implica estar fuera de combate. El delantero polaco arrastró a su equipo, como ese líder silencioso que se gana el respeto con acciones y no con gritos, levantando la moral de los suyos cada vez que el balón contactaba con su bota. Si no era por calidad, era por esa garra que mostró Raphinha en la primera mitad. En medio de una jugada embarullada, con la convicción que solo tienen los viejos rockeros del área, anotó el empate a dos a falta de 10 minutos para el final. Lewandowski había sacado al Barça de su estado vegetativo, volviendo a encender a un Camp Nou apagado.

En medio del asedio, los locales estaban poseídos por ese espíritu ganador que solo tienen los que dominan Europa. Lo tenían en su mano, habiendo dejado al Inter a su merced. Pese a ello, la juventud, ese divino tesoro, se acabó volviendo una maldición. El exceso de confianza, el creer que está todo hecho sin hacerlo, se paga caro. Gosens, en una nueva contra, metió el definitivo 3-2. Ahí se acababa el Barça de Xavi... pero empezaba otra vez Lewandowski. De la nada, con fe y talento, empató en el descuento. Segunda resurrección en menos de diez minutos, planteando el debate sobre la divinidad del polaco por tanto milagro. Tal fue su vida y obra en el partido que, cuando todo parecía destinado al empate, Ter Stegen se unió a él para salvar el resultado con dos paradas tremendas.

Por desgracia, este nuevo Barça no se construyó para vivir este tipo de partidos en fase de grupos, para ver como la eliminación es una realidad que se pospone una semana más por los milagros de Lewandowski. El empate no deja fuera a los culés, pero dependen de una carambola imposible que incluye ganar al Bayern y algo más. Ahora, con el Clásico a la vuelta de la esquina, los de Xavi deben mirarse al espejo, replantearse de lo cerca que han estado de vivir otra imagen mourinhesca del Inter en el Camp Nou. Eso sí, esta vez hubiese sido en fase de grupos, reflejando la caída y posterior deriva del club tras una era de dominio irrepetible. Quizás, y solo quizás, el problema está ahí, en mirar demasiado al pasado. Solo el tiempo puede curar (y en el corto plazo, sentenciar a los culés a la Europa League) una herida que no cicatriza ni con un milagro en el Camp Nou.

Víctor Diéguez

Víctor Diéguez

Periodista según la UCM. Pasión por el deporte y por sus historias.

 
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