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Tres claves sobre Surovikin, el "general apocalipsis"

El comandante Serguéi Surovikin, artífice de la destrucción de Alepo, es el nuevo encargado de la invasión rusa de Ucrania

In this picture taken on December 28, 2017 Russian President Vladimir Putin presents an award to Colonel General Sergei Surovikin, the commander of Russian troops in Syria, during a ceremony to bestow state awards on military personnel who fought in Syria, at the Kremlin in Moscow. (Photo by Alexey DRUZHININ / SPUTNIK / AFP) (Photo by ALEXEY DRUZHININ/SPUTNIK/AFP via Getty Images) / ALEXEY DRUZHININ

El general del Ejército ruso Serguéi Surovikin, siberiano de 56 años, es conocido por su brutalidad. Con una experiencia a sus espaldas de haber combatido en Afganistán, Chechenia, Tayikistán y Siria, acaba de ser nombrado "comandante del Grupo Conjunto de Tropas en el área de la operación militar especial". Así, pasa a dirigir la ofensiva del Kremlin en Ucrania.

Mi vida en el corredor

¿Quién es Serguéi Surovikin?

Lluis Miquel Hurtado:

Hace una semana, Putin le entregó las llaves de su operación especial en Ucrania. Pocas horas después, un ataque sin precedentes con misiles y drones suicidas se cebaba con infraestructuras y residencias civiles, dejando decenas de muertos en las principales ciudades ucranianas. Nadie duda de que detrás de aquella estrategia atroz está Surovikin.

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Su siniestra hoja de servicios cuenta con una intentona golpista contra Gorbachov, múltiples ataques contra los separatistas chechenos y una campaña militar en Siria que consistió básicamente en bombardeos indiscriminados contra objetivos civiles. Ciudades como Alepo o Guta a las afueras de Damasco fueron objeto de intensos bombardeos combinados con un asedio que dejaron decenas de miles de muertos y de desplazados en 2017. La misma estrategia que hemos visto en Ucrania.

Durante todo este tiempo. Su doble Kim se ha granjeado una fama de duro, abusivo con sus subordinados y corrupto. No en vano, y como recuerda el director de la Revista Ejércitos, Christian Villanueva, su elección para liderar la invasión rusa de Ucrania tiene mucho que ver con las necesidades políticas del Kremlin. “Surovikin ha sido seleccionado para calmar a la dura del Gobierno, pero también para intentar revertir la situación en el campo de batalla por cualquier medio posible, a excepción por ahora, de las armas nucleares”, explica. Su llegada, dice, sirve para “forzar a Ucrania a una negociación, y para ello seguramente no va a dudar en sacrificar sin contemplaciones a los movilizados recientemente ni a seguir atacando a la infraestructura ucraniana en la medida en que la disponibilidad de armas de largo alcance lo hagan posible”.

Los dos principales apoyos de Surovikin son el fundador de la compañía militar Wagner y el líder checheno Ramzan Kadirov, dos halcones que han exigido más mano dura contra Ucrania. A juzgar por el baño de sangre de esta semana, es fácil prever que el ‘General Armagedón’ los dejará satisfechos.

La huella de Surovikin sobre Alepo

Álvaro Zamarreño:

Los alepinos aprendieron primero a escuchar a los rusos antes de verlos, antes de ver sus aviones. Cuando la dictadura siria convirtió un levantamiento popular en una guerra entre 2011 y 2012, no pudo evitar que la mitad de Alepo se le fuera de las manos y quedara bajo control de una miríada de milicias. A lo esperado en un conflicto en el que hay bandos armados, se unió la estrategia del régimen de bloquear la llegada de ayuda desde comida a medicinas allá donde pudiera.

Alepo sufrió especialmente a francotiradores que mataban al cruzar las calles, los helicópteros con barriles bomba y el fuego de artillería. Su casco antiguo, una joya milenaria, se convirtió en línea de frente. Ese es el Alepo al que llegaron los rusos en 2015. Llegaron a su cielo apoyando desde el aire la campaña de bombardeos que incluía barrios residenciales u hospitales. En unos meses destruyeron seis en toda la provincia. Los ataques en los que participaban los aviones rusos obligaron a llevar esos precarios quirófanos o maternidades a los sótanos de los edificios.

Cuando en 2016 el régimen expulsó a los últimos reductos de milicias opositoras y de civiles, los alepinos conocieron en carne y hueso a los soldados rusos, que en los primeros meses hicieron de policía militar en los recién conquistados barrios. Dejaron de tenerlos sobre sus cabezas. Pero todavía hoy son los vecinos y refugiados de la martirizada Idlib los que siguen sufriendo esos bombardeos rusos.

¿Cómo afronta Kiev los nuevos bombardeos bajo su mando?

Mikel Ayestarán:

En estos momentos vemos cómo la gente se dirige a sus puestos de trabajo, las cafeterías están abiertas. Tenemos un pequeño kiosco de cafés delante de nosotros donde vemos a la gente haciendo cola. El tráfico es normal. Rostros tranquilos. Pero solamente hay que dar unos pasitos y te encuentras de bruces con ese cráter. Y es que los operarios del Ayuntamiento están trabajando contrarreloj para intentar borrar lo antes posible las huellas de ese ataque del lunes.

Pero en cuanto ves a la gente pasar por delante de este cráter, lo miran y se les cambia el gesto y se dan cuenta de que siguen estando en el punto de mira de Vladimir Putin. Ese es el gran mensaje de ese ataque de lunes.

Desde el lunes se repiten estos ataques contra las instalaciones energéticas del país. Y entonces ya hay graves problemas en el suministro en amplias zonas, sobre todo en el oeste y en el sur. Son los lugares más castigados, pero aquí en capital, en Kiev, también lo estamos viendo. Si bien el centro de momento se libra, en los barrios de la periferia ya hay una media de cortes diarios de cuatro o cinco horas, y las autoridades han pedido a los ciudadanos cosas tan sencillas como que dejen por favor de utilizar el horno o el lavavajillas. Ese es el mensaje lanzado desde la municipalidad. Hay que ahorrar energía. Han puesto en marcha un plan de choque porque no saben lo que les va a pasar.

Se están preparando para los apagones. Y es muy curioso también aquí en el Radio Market, que es uno de los principales mercados que hay para cosas de luz, electricidad, teléfonos, radios y demás, lo que me he encontrado es a la gente haciendo acopio de linternas, baterías, cargadores y los he visto optimistas, le he visto fuertes. Han pasado siete meses del inicio de la guerra y esa sensación que teníamos al principio de miedo, de ganas de huir, ya no es así. Van hacia adelante, están dispuestos a soportar lo que les venga y de hecho se están preparando para esos apagones.