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Jota Linares: “Los hijos somos a veces unos auténticos imbéciles, porque se nos olvida preguntarles a nuestras madres qué soñaban, a qué aspiraban”

El cineasta nos presenta su debut literario, 'El último verano antes de todo'. Una novela dedicada a las madres y todas esas mujeres que nos cuidan, que lo sacrifican todo sin resignarse. Supervivientes del machismo, como lo es él del bullying y la homofobia

Jota Linares: “Los hijos somos a veces unos auténticos imbéciles, porque se nos olvida preguntarles a nuestras madres qué soñaban, a qué aspiraban”

Jota Linares: “Los hijos somos a veces unos auténticos imbéciles, porque se nos olvida preguntarles a nuestras madres qué soñaban, a qué aspiraban”

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Jota Linares (Algodonales, 40 años) es cineasta. "Se gana la vida inventando historias", como Ismael, el protagonista de 'El último verano antes de todo', la novela que acaba de publicar con Planeta. Su debut literario es una historia con tintes autobiográficos, la de un joven director de cine, fracasado, que regresa a su pueblo, en la sierra de Cádiz, a despedirse de su madre, enferma de cáncer.

Linares ha rodado tres películas: 'Animales sin collar', '¿A quién te llevarías a una isla desierta?' y 'Las niñas de cristal'. Con ellas ha saboreado el éxito y el fracaso. "La mía es una carrera de altibajos y ahora, a mis cuarenta, es una suerte y un privilegio estar en activo, que no es poco, y poder elegir qué historias quiero contar. He dicho mucho que no", dice el director. "Que luego las historias gusten o no, pero que sean tus historias, las que te apetece contar y de la manera en que tú quieras contarlas", afirma. Y es lo que ha hecho también en esta novela.

Portada de &#039;El último verano antes de todo&#039;, de Jota Linares

Portada de 'El último verano antes de todo', de Jota Linares / Planeta

Portada de &#039;El último verano antes de todo&#039;, de Jota Linares

Portada de 'El último verano antes de todo', de Jota Linares / Planeta

Has escrito esta historia, dices, para dar a conocer también un trocito de la vida de tu madre. La madre aquí es Cati, "una mujer tan libre, tan fuerte y con tantos secretos". ¿Era así tu madre?, ¿es un homenaje a ella?

Sí. La novela es una declaración de amor a las mujeres que nos cuidan, a mi generación, a los que nacimos a principios de los 80, a mediados de los 80. A las madres, a las abuelas, que lo dan todo por nosotros, con amor absoluto. Nunca con reproches, nunca se resignan, siempre tiran hacia adelante. Y mi madre era un poco así y, de hecho, el germen de la novela fue algo muy peliculero, pero que pasó realmente. Durante el velatorio de mi madre en el pueblo, que yo venía de estrenar mi primera película, pasó una cosa que a mí me dejó muy descolocado. Mi tío me regaló su diario de adolescente. Mi madre se quedó embarazada con 17 años, fue madre soltera, adolescente. Su novio la abandonó cuando descubrió que estaba embarazada y ella, de los 14 a los 17 años, lleva un diario. La última página de ese diario está casi reproducida íntegramente en la novela. Mi madre dejó de escribir cuando el médico le dijo que yo era un niño. En esos tres años que abarca el diario, yo descubrí a una adolescente llena de vida, llena de sueños, llena de metas, llena de ambición, que quería ver mundo, que quería hacer cosas. Leyendo esos diarios, ya cuando mi madre acababa de morir con 54 años, vi que no había hecho casi nada de lo que quiso hacer. Y creí que escribir un libro o escribir una historia en ese momento, en ese momento no sabía si iba a ser un libro, me iba a permitir rellenar todas esas páginas en blanco del diario que ella nunca llegó a escribir. Que sería un bonito homenaje. Que sería algo curativo para mí, escribir en mi soledad, sin saber si eso lo iba a leer alguien, pero escribir para entender la muerte. Creo que la muerte es un tema muy tabú en nuestra cultura. Está siempre en sombra. No hablamos de ella, porque nos da miedo, cuando realmente todos vamos a pasar por la pérdida de un ser querido, de una madre. Y si no pasamos, mal asunto, porque somos nosotros los que nos estamos yendo. Así que quería arrojar luz sobre sobre un tema que a mí en ese momento me estaba afectando mucho, que era decirle adiós a la persona que me había dado la vida. Y ahí descubrí secretos, descubrí vida, descubrí sueños. Y descubrí que a veces los hijos somos unos auténticos imbéciles, porque se nos olvida preguntarle a nuestras madres quiénes eran ellas antes de nosotros, qué soñaban, qué querían, a qué aspiraban. Creemos que su sueño era ser madres y ahí se acabó la cosa, cuando habían transitado por los mismos sitios que nosotros transitamos en la adolescencia. Creemos, con ese narcisismo adolescente, que somos los primeros en experimentar ciertas cosas.

Es un regreso, 18 años después, a Laguna. Dieciocho años después del verano de 2000, recordado como "el verano del muerto", porque apareció en un pantano un cadáver, el de Jerónimo, uno de los vecinos. Así que en esta novela hay mucho de autoficción, hay drama y nostalgia, "un recorrido por el laberinto de la memoria", que se dice. Un reencuentro con la juventud, con los viejos amigos, con todos esos recuerdos. Pero también hay thriller. ¿Cómo definirías la novela?, ¿cómo ha sido jugar con todos estos géneros?

Mezclar géneros. Yo creo que la vida es una gigantesca mezcla de géneros. Hay momentos de comedia, otros que son terror, otros muy marcianos y a mí me gusta mucho mezclar géneros. Yo veo mucho cine, soy muy cinéfilo. A mí me encantan las películas que mezclan géneros, que difuminan la frontera entre uno y otro. A través de que de un asesinato, de un muerto que aparece flotando en las aguas del pantano, que es una mezcla de muchos asesinatos reales de la sierra de Cádiz, me hacía una especie de regalo a mi yo adolescente. A ese chaval, que vivía en un pueblo pequeño, que fantaseaba todos los veranos con que pasara algo así interesante. Y recuerdo, por ejemplo, que en mi calle, allí donde yo vivo, donde nací y crecí, en Algodonales, en Cádiz, había una casa que estaba cerrada y abandonada, porque quien vivía allí, le había cortado la cabeza con un hacha a un vecino por un problema de tierras. Y yo recuerdo a mi pandilla del pueblo y a mí pasar los veranos absolutamente obsesionados con la puerta de esa casa. Qué ha pasado dentro, qué lleva a una persona a matar a otra de una manera tan violenta. Y pensé que ese sería el hilo entre los dos tiempos de la novela, el del verano de 2000 y el invierno de 2018: un asesinato, descubrir la verdad sobre ese muerto y descubrir la verdad sobre aquellos meses que cambian la vida de los personajes para siempre, que es el verano del año 2000.

"Es un pueblo pequeño, que hacía que los sueños de su gente también tuvieran que ser pequeños". Es un retrato de esa juventud, de esos sueños, de esos anhelos, esas expectativas que tienen los jóvenes. Cómo una nota de selectividad puede marcar el futuro de tu vida. Esas herencias familiares: una zapatería, un bar, el cine de verano del pueblo, esas familias esperando que sus hijos e hijas hereden los negocios. Los jóvenes que desean salir del pueblo, los jóvenes que se quedan en el pueblo. Hay mucho también de clase social: qué se espera del hijo de un panadero, qué se espera de un zapatero. "Somos una familia de agricultores y limpiadoras". Hay mucho de todo esto en el libro.

Y hay mucho de mi generación, de mi pandilla, era el verano del año 2000, fue el último verano de inocencia de mi generación. Yo nací en el 82. Somos una de las primeras generaciones que nació en democracia. España era un país completamente diferente y nuestras familias todavía seguían ancladas a muchas tradiciones. Nosotros fuimos de las primeras generaciones que nacimos muy rebeldes, quizás porque nacimos con un clima de libertad. De repente, fuimos de los primeros que nos enseñaron que podíamos llegar a donde quisiéramos. Yo soy la primera generación de la LOGSE, por ejemplo, que podíamos hacer lo que quisiéramos. Pero a la vez estábamos anclados en un lugar muy pequeño, donde las tradiciones siguen pesando mucho, que es algo que quería marcar en el libro. Que cuando tienes cierta edad, un pueblo te aprisiona y cuando creces, aprendes a reconciliarte con esas raíces. Y lo que antes era un lugar hostil, acaba volviéndose un lugar seguro. Pero cuando tienes 17, 18 años, no quieres seguir la senda marcada, no quieres seguir la tradición, no quieres heredar el negocio de tus padres. Quería que el verano del año 2000, de los personajes de mi novela, fuera el verano de la rebeldía, que es el verano que todos hemos tenido. A todos nos ha marcado una nota de selectividad. A todos nos ha marcado un drama, a todos nos ha marcado un negocio con el que hemos crecido y con el que no nos identificábamos. Y, desgraciadamente, a todos nos ha pasado creernos en ocasiones mejores que nuestra familia, que es algo que me obsesiona mucho. Cómo con cierta edad tus padres se convierten en el ejemplo de lo que no quieres ser, cuando lo único que quieren es protegerte y cuidarte.

Esos padres nacidos en dictadura y que, como has dicho, no entienden muchas veces esas ganas de libertad de los chavales, que quieren ver mundo, conocer nuevas cosas. Padres, en esta novela, que han trabajado no solo desde jóvenes, muchos desde niños, levantándose a las seis de la mañana. Es un reconocimiento también a ese sacrificio, como el que hizo tu madre

Sí, yo creo que es algo que se aprende con la edad, es el proceso de madurar, el viaje del héroe, el aprender a mirar a tu madre. Siempre hablo de madre porque soy hijo de madre soltera. Yo me he criado sin figura paterna y aprendes a mirarla desde la comprensión. Yo creo que la historia de El último verano antes de todo, también es un viaje emocional hacia el encuentro entre una madre y un hijo. Cómo aprender, aunque sea en el lecho de muerte, a comunicarse por fin y a contar cómo se sienten y a contar lo que significa el uno para el otro. Creo que eso te lo da los años. Ahora a mis 40, criar a un hijo me parece la aventura más difícil del mundo. Todo mi respeto a los padres, qué marrón tener que enseñarle como es la vida a un niño. Y claro, el viaje a la adolescencia de los personajes, que es el viaje a mi propia adolescencia, está lleno de rebeldía y por eso también quise abrir la novela con una cita que a mí me encanta de La edad de la ira, de la novela original, que es que cuando eres joven, no tienes paciencia, tienes vida, y se te sale a borbotones por todos lados.

En ese viaje de iniciación hay un descubrimiento de la sexualidad, del deseo y especialmente de la homosexualidad, que era muy complicado, y sigue siéndolo, en cualquier pueblo. Esa homofobia, el que te señalen por la calle, el que te golpeen, el maltrato, el acoso, que "a veces la vergüenza duele más que cualquier golpe físico". ¿Tú eso lo has vivido también en tu pueblo?

Sí, por supuesto. Y es quizá el trabajo de reconciliación más difícil que he hecho con mis orígenes, perdonar al pueblo. Porque, cuando eres el diferente en una zona tan pequeña, en un pueblo tan pequeño, ya no te digo un pueblo, un barrio, un bloque de pisos.... cuando eres el diferente, en una comunidad pequeña, la soledad y cómo te aíslan, duele mucho, duele mucho. En mi caso yo sufrí un bullying, que es del que hablo en la novela, que es el bullying que se vivía al final de los 90, principio de los 2000, que era el bullying de insultos, de golpes. Ahora mismo me resulta terrorífico el bulling que sufren los chavales actuales con los móviles, es terrorífico cómo fragmentan su seguridad y su autoestima, con el tema de la clase social, el acoso por redes. Pero bueno, yo sufrí mucha homofobia y sufrí muchísimo bullying y por eso yo me quise separar en la novela, en varios personajes, para poder ser completamente honesto con lo que ocurría de verdad. Porque si hubiera usado nombres reales, si yo hubiera dicho este personaje es Javier, que es mi nombre real, este personaje tal..., me hubiera costado mucho contar la verdad tal y como ocurrió, porque hubiera tenido mucho pudor, hubiera dudado en si esto iba a ofender a equis o a tal persona del pueblo. Usando varios personajes para hablar de una sola persona, me permitía ser súper honesto con lo que yo sentí, con lo que sintieron mis amigos, con lo que siente cualquier chaval diferente en un pueblo pequeño. Y el tema de la homofobia, del bullying, lo traslado al personaje de Raúl, que es el mejor amigo Ismael, que de chaval al sufre un bullying que empieza a ser bastante peligroso, porque el daño físico empieza a ser muy, muy bestia. Me sirvió para pensar: si este libro cae en manos de un chaval que esté sufriendo bullying o, más importante aún, en manos de unos padres cuyo hijo esté sufriendo bullying y no se dan cuenta, ojalá sirva para darle esperanza. Porque a pesar de ser temas muy duros de la novela, yo quería tratarlo desde un lugar muy luminoso, muy optimista. Por eso quería que Raúl, que lo conoces en el segundo capítulo del libro, en su versión adulta, cuando tiene ya 35 años, 36 en el invierno de 2018, fuera un personaje muy luminoso. Es un personaje que aporta mucha vitalidad a la historia, a la sombra de Ismael. Es un personaje que es todo esperanza, porque quería lanzar ese ese mensaje a los chavales que sufren bullying. Se pasa, se pasa. Tienes que ser fuerte, porque acaba pasando.

Además del bullying, está la violencia machista: "que fácil es decir puta a una niña, pero qué complicado decirle cabrón a un cobarde que sale corriendo", como el padre de Ismael, que dejó a la madre embarazada, a tu madre embarazada y desapareció. Esto de que las niñas sean putas, zorras o conejas, es una "tradición" que seguimos normalizando

Fue uno de los de los pasajes que más me impresionó del diario de mi madre. Cómo ella tuvo que enfrentarse a que la acusaran, a que la llamaran puta en el pueblo por quedarse embarazada. Porque decían que yo no era hijo de mi padre, yo no podía ser hijo de mi padre, que mi padre era un santo. Siempre se habla de la maldición de las madres solteras, que cuando dan a luz, nosotros salimos a viva imagen del padre, del padre que se fue, para que no puedan decir que no somos su hijo. Yo soy la viva imagen de mi padre, soy un clon de mi padre. Pero me di cuenta de lo difícil que fue para una adolescente crecer con insultos, simplemente por quedarse embarazada, cuando la que estaba sufriendo era ella, la que se quedaba sola era ella. La que tuvo que abandonar todos sus sueños fue ella. Y me parecía muy injusto. Creo que es algo a lo que las mujeres siguen enfrentándose en la actualidad. La novela es un canto a esas mujeres que son supervivientes. Es que precisamente la gravedad de lo que ocurre en en el Colegio Mayor de Madrid, por ejemplo, para mí es que está fallando la base de lo que tiene que arreglar las cosas, que es la educación. Falta mucha educación todavía para proteger a las mujeres de ese tipo de situaciones y a las adolescentes, porque las tintas se siguen cargando contra ellas.

Jota Linares en la Cadena SER

Jota Linares en la Cadena SER / Daniel de la Fuente

Jota Linares en la Cadena SER

Jota Linares en la Cadena SER / Daniel de la Fuente

Ismael consigue salir del pueblo. Como tantos otros del sector cinematográfico, compagina varios trabajos. ¿Cuántos actores y actrices son camareros y camareras? Ismael ha trabajado en la Fnac, ha trabajado en un bar de Lavapiés. Tú has conseguido vivir del cine. ¿Cómo ves el sector hoy?

Pues lo veo en transición. Creo que, por primera vez, podemos hablar de industria en nuestro país. Pequeñita, porque es un país pequeñito, pero sí existe la industria. Creo que ahora lo que tenemos que aprender es a convivir con los nuevos modelos, porque han llegado para quedarse, y no solo luchar contra molinos de viento. Y los modelos tradicionales, que son las salas de cine, que la pandemia las ha dejado muy tocadas, hay que rescatarlas y hay que apoyarlas. Yo sí veo ahora muchísimo trabajo. Es verdad que estamos todos como muy expectantes, porque hay tantísimo trabajo, que da la sensación de que estamos en una burbuja que puede explotar en cualquier momento. Pero es cierto que, sobre todo el tema de las series, con las plataformas, necesitan mucha oferta, necesitan renovar constantemente el contenido y eso genera muchísimo trabajo para los técnicos y para los actores, para los guionistas y para los directores. Entonces, por primera vez siento que que hay una industria en este país.

Esos nuevos modelos también generan cierta nostalgia entre los amantes de aquel cine. Aquí se recuerda cómo cerró el cine de verano del pueblo en el año 2000. Dejan de ser rentables esas paredes encaladas o esas sábanas sobre las que se proyectan películas, esos encuentros de la gente para ir a disfrutar de una película como un ritual. Nos decía Ingrid García-Jonsson que lleva 12 años trabajando en la industria del cine, que el cine siempre ha estado en crisis, pero que se siguen haciendo películas y que lo importante es que se sigan contando historias, que se sigan haciendo películas, independientemente de dónde se vean. ¿Tú estás de acuerdo?, ¿no acabarán las plataformas con las salas?

Yo creo que las salas de cine hay que protegerlas mucho. Hoy ha muerto la capacidad de atención. Te pongo un ejemplo: fui a ver Alcarràs a los Golem. Cine de autor en el templo del cine de autor, en el que no te dejan ni comer ni beber. Creo que cualquier persona que vaya a ver una película ahí, va con una predisposición muy heavy a disfrutar de la experiencia. Y tuve que llamarle la atención a un chaval que estaba delante, porque miró el móvil tres veces. Era tan grande y luminoso el teléfono, que pude ver que s había metido a mirar las críticas de Alcarràs, en Filmaffinity. Le tuve que llamar la atención, parece que la gente ya no puede parar esa vida virtual durante dos horas. Y en el teatro es otra movida para estudiar, móviles que suenan en el teatro constantemente. Pero es muy importante que sigamos contando historias. Si hay algo que nos ha enseñado la pandemia, es cómo salvan vidas y cómo nos mantienen hasta cuerdos. Y creo que el origen de una película, habiendo estrenado directamente en Netflix la última, creo que el origen debe ser la sala de cine. Creo que sí, creo que es otro tipo de experiencia y creo que es un templo, es como ir a un concierto en directo. Creo que es el lugar donde se tienen que disfrutar.

La película que he rodado Ismael es Verona, que recibe una crítica muy mala del país. También críticas despiadadas, leo, de Fotogramas, de Cinemanía. ¿Tú cómo llevas esto de las críticas? Primero las cinematográficas y ahora no sé si estás preparado para las críticas literarias.

Yo la cinematográfica ya muy bien. Es verdad que a mí no me trataron tan mal como Ismael, pero sí tuve alguna bastante dañina. Aprendes, aprendes a llevarlo. Es extrañísimo, porque al final esto sí que es matemática y nos seguirá pasando a los directores y a las generaciones que vengan detrás, que te hacen 20 buenas y una mala y tú la que te quedas en la mala. La mala te jode el día, pero es así. Al final es que el cine es muy complicado, porque al menos yo trabajo desde el corazón. Pones tanto corazón al hacer una película, tanto tiempo de tu vida, cuesta tantísimo esfuerzo levantarla, que tú lo que quieres es que la traten bien. Y a veces no conecta o de repente no sale bien por diferentes motivos y las críticas yo las llevo bien, aprendes a convivir con ellas, sobre todo aprendes a relativizarlo.

¿Alguno de esos personajes del libro te ha dado algún feedback o se ha sentido identificado? ¿Has tenido algún tipo de reacción ya?

Algunos y ha sido muy bonito, ha sido muy bonito. Los que se sientan identificados negativamente, imagino que no se van a señalar. Dudo mucho que el terror del pueblo, el chaval que hace bullying, que vive del miedo para poder sentirse mejor, dudo mucho que me diga algo sobre ese personaje. Está siendo muy bonito.Creo que han entendido muy bien que, para que la novela saliera bien, yo tenía que hablar de las luces y las sombras de ese pueblo. Y lo han entendido y lo han abrazado. Y está siendo precioso, la verdad.

 
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