Una generación de hormigón armado

Madrid

Hoy quiero reflexionar con vosotros sobre un asunto que me tiene cada vez más preocupado. Y es que creo que estamos criando generaciones de jóvenes, ahora, en este momento, que no están preparados para cuando vengan los problemas. O, como diría Pérez-Reverte, para cuando venga el iceberg del Titanic.

Yo, en esto, estoy totalmente de acuerdo con Arturo, pero soy más optimista que él. Yo sí creo que todavía estamos a tiempo de coger a la generación de cristal y convertirla en una generación de hormigón armado. Esto se consigue con una reforma del sistema educativo que prepare a la juventud para un futuro incierto donde no están garantizadas ni las pensiones, ni la soberanía de España, ni el agua potable. Para empezar, la lengua vehicular de enseñanza debería ser el código MORSE y en los colegios al delegado de clase no debería elegirse por votación sino por levantamiento nacional. Ahí sí, ahí sí empiezo a ver yo una juventud española preparada. Una juventud donde la única enfermedad mental que les afecte sea el puñetazo en la nuca.

Que en geografía les cuenten cómo invadir Francia, que en física les enseñen a hacer la bomba atómica y en biología les preparen para matar a un oso con sus propias manos. Ahí tenía razón Arturo, a la juventud hay que darles mecanismos de defensa. Que en educación plástica aprendan a aprovechar la piel del oso que han matado con sus propias manos para hacerse un traje, disfrazarse como un oso, infiltrarse en la manada, dejar preñada a la hembra y provocar así un cruce de especies entre el oso pardo y un niño español. ¿Para qué educar a los niños como si fueran niños si podemos tener un ejército de niños-oso españoles?

Porque entonces sí, cuando les mandemos a reconquistar América, si de camino se cruzan con un iceberg, da igual, son capaces de usarlo para hacerse su primer gin-tonic con doce años. Ése es el tipo de juventud que nos merecemos.