Imagine cualquier reunión de la vida real en la que dos personas discuten y una le llama a otra «líder de una banda criminal» o «rata comunista». ¿Qué queda después de eso? Pues «líder de una banda criminal» y «rata comunista» es como Vox ha llamado al presidente del Gobierno y al exvicepresidente; a sus adversarios políticos, votados por los españoles y en una democracia. Sus socios del PP en las Cortes de Castilla y León o en el Ayuntamiento de Madrid se revuelven ligeramente incómodos. Pero no escuchamos el estruendo de indignación al que nos tienen acostumbrados cuando, por ejemplo, se ponen en marcha campañas para mejorar la alimentación de los españoles recomendando comer menos carne. Estos días muchos se preguntan cómo es posible que Reino Unido haya llegado al nivel de descomposición de su vida política y de riesgo económico que estamos contemplando. Empezó hace mucho tiempo con mentiras cotidianas sobre Europa y los europeos, con desprecio al diferente. Así llegó Estados Unidos al intento de autogolpe del 6 de enero. En el libro Así mueren las democracias, los profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt decían que había que preocuparse mucho, en serio, solo con que un político negara la legitimidad a sus oponentes. Juzguen ustedes hasta dónde debemos estar preocupados.