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Elena López Riera: "En el cine español hay una renovación estética, pero también política y social"

La directora alicantina debuta en el largometraje con 'El agua', un fabuloso relato poético y fantasmagórico sobre las mujeres, la naturaleza y la mitología de la Vega Baja

Entrevista | Elena López Riera y Luna Pamies por 'El agua'

Entrevista | Elena López Riera y Luna Pamies por 'El agua'

20:41

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Madrid

Hay dos tendencias en el cine de autor español de los últimos años. Una es la descentralización de los relatos y la búsqueda de historias en territorios poco explorados gracias a una nueva generación de creadores que ha fijado su mirada en lo rural y en la periferia desde la hibridación de géneros (el documental, el drama realista, la comedia surrealista, el terror...). La otra es el uso de materiales personales -cuentos, leyendas, tradiciones, sucesos históricos, crisis familiares...- para indagar en los orígenes y en la tierra desde una perspectiva contemporánea. La fusión de ambas ha desembocado en un conjunto de títulos, especialmente este año, que confirman un relevo generacional en nuestra industria. No solo por su presencia en los festivales internacionales más importantes, sino también por abrir una reflexión acerca del momento vital de nuestra sociedad y el estado de un país polarizado. Películas como Alcarràs, de Carla Simón, han ahondado en esos conflictos, también una nueva literatura lleva tiempo recorriendo esos caminos y, ahora, a esa lista se suma El agua, la ópera prima de Elena López Riera, que compitió en la Quincena de Realizadores de Cannes y pasó por el Festival de San Sebastián. La directora alicantina lo hace desde un lugar propio -desde la ficción, el documental y lo fantástico- en un fabuloso relato poético y fantasmagórico sobre las mujeres, la naturaleza y la mitología de la Vega Baja.

"Como movimiento generacional sí que me atrevería, y me atrevo a decirlo y a repetirlo, que quizá estemos ante la primera generación de gente que viene de una clase media económica y de ciertas periferias geográficas y que accede a a contar historias en películas, pero también a escribir libros, a hacer música. Inventándome una sociología rápida, somos un poco los hijos de la Transición que, de repente, tuvimos acceso a una educación pública gratuita. Yo no conozco el caso de todo el mundo, pero sí de algunos, de Carla Simón, que es amiga, conozco a su familia, sé de dónde viene, Pilar Palomero, también, Luis López Carrasco, Chema García Ibarra, Diana Toucedo... Todos son gente de mi generación que nos hemos ido encontrando en festivales y al final vas rascando y rascando, y dices, ostras. Hay un renovación estética, pero también hay una renovación política y social. Nuestros padres trabajaban con sus manos y, de repente, nosotros no, entonces algo de eso tiene que verse desde muchas dimensiones, desde la periferia geográfica, pero también a la hora de contar las historias desde otro punto de vista", analiza López Riera sobre la apertura y diversidad del cine español.

En El agua la realizadora expande el universo de sus anteriores trabajos, varios cortometrajes ('Pueblo', 'Las vísceras' y 'Los que desean'), para profundizar en la relación espiritual de sus paisanos con la tierra y las tradiciones. Rodada y ambientada en Orihuela, la capital de la comarca de la Vega Baja es una zona con una tensa relación con el agua. Escasea y es necesaria para la huerta, pero a su vez, cada cierto tiempo, las gotas frías asolan el Levante español y arrasan con todo. En ese contexto, agravado por el cambio climático, sitúa la historia la directora. "Este proyecto nace un poco en continuación de esos cortometrajes e interpelando a las tradiciones que nos unen o que nos separan. En 2017 hubo un amago de Dana, llovió mucho y hubo una mini inundación, y entonces reflotaron los recuerdos de la última riada que había vivido yo, que fue la del 87, cuando yo era pequeñita. Tirando un poco del hilo y recuperando mitologías familiares que intentaban dar explicaciones un poco fantásticas a ese tipo de fenómenos escribimos una primera versión del guion con mi coguionista, con Philippe Azoury. Y entonces después, en 2019, sucedió la Dana que recordamos tristemente porque fue muy grave. La realidad superó la ficción", explica.

Las inundaciones de hace tres años modificaron inevitablemente la percepción y el planteamiento de su historia. "Yo vengo sobre todo del documental, y además me gusta estar atenta a los procesos de trabajo, intento que los procesos sean una materia viva y orgánica, donde también estés abierta a que sucedan cosas como fenómenos de la naturaleza. Entonces eso obviamente cambió la manera de escribir la historia y también en lo estético, porque de repente era la primera vez en la historia que la gente podía retratar eso en directo y contar lo que estaba pasando. Te cambia la percepción en la manera de contar las cosas, es lo que nos está pasando en el momento actual con internet, con las redes sociales, con el hecho de que todo el mundo tenga una cámara en su bolsillo, es revolucionario si lo pensamos con respecto a la historia", añade. Tanto alteró el diseño del film que López Riera incluye imágenes documentales de esas riadas -en vertical, grabadas con móvil- y la propia protagonista, la debutante Luna Pamies, fue una de las evacuadas. "Fue muy fuerte porque a mí me sacó la UME con un camión de militar, a mí, a mis abuelos y a mi madre, porque estábamos atrapados en la casa y hasta los tres días no pudimos volver. Mucha gente de otros pueblos estuvo sin agua potable, sin poder ducharse, muchos lo perdieron todo", recuerda la joven actriz.

Ella es el motor de esta historia junto a su madre y su abuela. Tres mujeres de una familia -interpretadas por Nieve de Medina, Bárbara Lennie y la propia Luna Pàmies- que aguardan las lluvias torrenciales mientras intercambian experiencias y conviven con los mitos del lugar. "En esa zona levantina realmente la dimensión mitológica, la dimensión fantástica, está muy anclada en la tierra, en las costumbres, en la manera de contar las cosas. A mí eso siempre me ha llamado muchísimo la atención en mi casa, sobre todo de mi abuela, que principalmente es la persona que me ha hecho estar aquí y hacer cine, porque tienen una manera de contar el día a día en donde no hay diferencia entre lo fantástico y lo real, entre el qué vamos a servir de comer y el decir que tu abuelo vino anoche a visitarme o el te voy a sacar el sol de la cabeza porque tienes ahí un espíritu. O sea, todas esas fronteras no están muy bien definidas, afortunadamente para nosotras, de esa cultura vengo yo", detalla López Riera, que impregna la atmósfera de ese misterio al mezclar una historia de iniciación veraniega -una coming of age del primer amor- con recursos documentales y de archivo e imágenes poéticas que refuerzan el realismo mágico de la propuesta.

Es en los momentos previos a la tragedia donde el miedo trae los mitos y las leyendas, lo alegórico y lo fantasmagórico como elementos tan reales como lo material. Una vieja historia alude a que las mujeres quedan atrapadas en el agua - “el agua se casa con ellas” - y a esos lugares, los patios, las cocinas, los bares de las afueras, los bancales, ha recurrido la directora para incluir a un grupo de mujeres de Orihuela que hablan a cámara y cuentan cómo esas leyendas les han afectado. "La responsable de que yo esté haciendo películas y de que esté aquí hoy son esas mujeres, las mujeres que me han criado, las mujeres que me han contado, las mujeres que han resistido y que me han enseñado lo fuerte que hay que ser para resistir, incluso cuando todo el mundo te dice que que no debes hacer las cosas y que tu lugar es otro, que es la cocina, el patio o los hijos, pero no el trabajo intelectual, no hacer películas. Ellas son las que me han enseñado a resistir y a ver la vida de esa manera. Entonces, para mí estaba clarísimo que el origen de la peli era esa mitología y esa literatura oral que va explicando por qué sucede la riada de una manera que no es científica. Por eso tenían que estar ahí", relata y continúa argumentado su decisión. "No es a lo que estamos acostumbrados en el cine convencional, pero en la vida de las personas, por la poca experiencia que tenemos ahora enseñando la peli a nuestra familia, no es tan raro que tú estés hablando de cualquier otra cosa y que de repente llegue alguien a contarte una historia y te mire a los ojos. Lo que hay que cuestionar es porque las películas siempre se hacen igual, porque la vida no es tan homogénea. A muchas de las mujeres que venían al casting, les decía, es muy fácil, solamente tenéis que contar vuestra memoria, vuestra experiencia. Y me decían, no, es que yo no puedo, yo no sé hablar, yo no puedo participar en una peli. Es fuerte, en qué clase de sistema vivimos en el que alguien aún estando hablando cree que no existe esa palabra. Esto es políticamente muy grave, que las mujeres de esa generación piensen que su palabra no es legítima para ser escuchada. Entonces, aparte de que por una decisión estética, para mí era importante que estuvieran en la peli, también era una decisión política, que su palabra esté de una manera desnuda", defiende.

López Riera refleja también el hastío y la desesperanza de los jóvenes en un pueblo sin mucho futuro. Retrata las construcciones de cemento en las afueras de las ciudades, bares de carretera feos y vacíos, discotecas llenas de señoras mirando a las jóvenes, botellones en casas abandonadas a ritmo de música electrónica como últimos estertores de la ruta del bacalao. Y en ese ambiente destaca el trabajo naturalista con los actores, chicos y chicas de Orihuela, a los que encontró en un botellón precisamente. "Nosotras teníamos claro que queríamos que la protagonista fuera una persona de allí, al menos de la zona, lo que nunca pensé es que iba a ser del mismo pueblo, porque para mí también era importante que ese personaje lo encarnara alguien de ahí, con esa manera de hablar, con ese acento, con un montón de cosas que tienen que ver con entender esa historia y esa mitología desde dentro. Y es muy fuerte ese momento donde tú te pasas dos años imaginándote a alguien, proyectando cosas, inventándote un personaje y, de repente, lo ves encarnado en el cuerpo de una persona. Es un poco cursi esto que voy a decir, pero creo que se parece un poco al enamoramiento. Tú proyectas todo tu deseo en algo, en alguien y la ves andando por ahí. Eso nos pasó con Luna en el botellón de las fiestas de San Bartolomé. Con Cendrine Lapuyade, que es una directora francesa especializada en ese tipo de casting, allá que nos fuimos pensando que estábamos totalmente integradas en la juventud. Y luego Luna me dijo, pensábamos que erais de la secreta", ríen ambas de este largo proceso que luego se completó con muchos ensayos en un huerto cercano a la casa de Luna Pamies.

Con todos estos elementos, Elena López Riera compone una obra arrebatadora, capaz de transitar por lo real y lo fantástico, por la pasión de la juventud y los temores de las abuelas, por lo simbólico y lo tangible, por difuminar todas esas líneas para entrar en el estado mental de una tierra. "A mí me interesa la antropología y me interesa cuestionar la antropología cómo y desde dónde se ha hecho, quién cuenta las cosas y para quién. Y desde el punto de vista antropológico, me interesa mucho la observación de los rituales de grupo y también del individuo, ya sea en la columbicultura, en la Semana Santa o en un botellón, una fiesta no deja de ser un ritual, un espacio donde la gente en colectivo se junta para hablar, para desfogarse, para bailar. Entonces tú, como individuo, te metes en ese colectivo, dónde está la frontera entre lo que haces al mismo ritmo y con la misma vibración colectiva y lo que te queda de individuo", se pregunta y concluye la directora de una de las películas esenciales de este año en el cine español.

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