Alexander Sokurov: "No existe un objetivo político que se pueda conseguir a través de la guerra. La estupidez es infinita"
El director ruso, autor clave del cine contemporáneo y azote de Putin, participa en un encuentro en el Festival de Sevilla y presenta su último trabajo, 'Fariytale', un encuentro dantesco a las puertas del cielo entre Hitler, Mussolini, Stalin y Churchill

Alexander Sokurov en el Festival de Sevilla / LOLO VASCO / lolo vasco

Sevilla
Uno de los platos fuertes de esta edición del Festival de Sevilla es la presencia de Alexander Sokurov, uno de los autores rusos más combativos y radicales del cine contemporáneo. Su filmografía está atravesada por el interés en grades figuras del poder y las reflexiones históricas pero especialmente por la búsqueda de la esencia del alma humana. La esencia del alma de Europa, de Rusia y de sus gobernantes. “Cuando veo que mi queridísima Europa me está abandonando, no sé a quién puedo acudir para pedir ayuda. Rusia es una hermana menor de Europa, y a veces ésta no quiere saber nada, pero existimos juntos, somos comunidades que pertenecemos a la misma familia. Es importante que no nos matemos”, decía durante un encuentro en el marco del certamen en el que no se ha pronunciado explícitamente sobre la guerra actual de su país con Ucrania.
El régimen de Putin no ha conseguido silenciar a un director que siempre ha denunciado la barbarie y el sinsentido de la violencia. Él no ha abandonado su país pero cada vez se le hace más cuesta arriba poder seguir trabajando. “En Rusia no me van a dejar filmar. Fuera de Europa los rusos parecemos unos malditos, no tenemos problemas para mostrar nuestra película pero cada vez que llega al jurado, la película padece de la opinión política. Parece que la gente no quiere que el arte ruso exista y eso se percibe. Parece que tiene que desaparecer, parece que somos culpables de los errores del gobierno de un país. En Rusia nunca culpamos a la cultura alemana del nazismo, Europa tiene que pensar en esto”, lamentaba a la vez que mandaba un mensaje contra la corriente de cancelación que han promovido algunos festivales.
Sokurov ha repasado en una extensa charla toda su carrera y también sus inicios en el cine, al que llegó sin ningún tipo de vocación. Nacido en el seno de una familia humilde en una región de Siberia, su infancia estuvo marcada por la radio y la literatura. “Mi familia era muy sencilla, mi madre era oriunda del río Volga y mi padre procedía de una familia ucraniana. No tenía ningún sueño relacionado con el cine. Pero sí me gustaba la radio, escuchaba música sinfónica, conciertos desde Moscú, transmisiones de obras teatrales. Además en casa teníamos una pequeña biblioteca con literatura europea sobre todo, con Flaubert, Dickens…, crecí como un niño europeo”, explicaba citando como grandes referentes de su obra a los grandes de la escritura, incluido Cervantes, y también a artistas que han marcado el carácter pictórico de sus películas. “Estoy devastado por El Greco. Ni en mi propia fantasía ni en obras de otros he visto esa agudeza, El Greco es mi maestro, combina el realismo con la fantasía y la libertad. Sufre por sus personajes, sufre por esos hombres que retrata. Con los ojos genera una nueva constitución del alma y del cuerpo, en esa época nadie tenía esa visión, es llegar a través de los ojos a lo más sensible y doloroso”.
Tras trabajar en una televisión de provincias, estudiar Historia y trasladarse a la facultad de cine de Moscú, Sokurov seguía sin encontrar el camino para colmar esa obsesión por llegar a lo más profundo de lo humano. “Me echaron varia veces fuera por mis ideas políticas, al final no acabé la carrera. Nunca me he sentido del todo feliz con el cine, siempre sentía que faltaba algo, carencias de base culturales. Mi madre me dijo que nunca habíamos tenido esa educación, toda mi vida intento compensar esa falta de estudio y conocimiento, por eso mis intereses son infinitos, guerra, medicina, Da Vinci, Flaubert, teatro, música… Mi vida fue parte por casualidad y a veces no tuve posibilidad de elegir, y entonces elegía mal o los caminos difíciles. Hace poco Putin dijo que la gente mala de Occidente acabaremos en el infierno, y los rusos buenos iremos al paraíso, yo he pecado tanto que no iré al paraíso”, bromeaba el director antes de soltar una ‘pullita’ a los estamentos culturales de su país. “Quizás por mi procedencia humilde, de campesinos y obreros, los habitantes de provincias no tenemos tanto miedo como otra gente, como los intelectuales”.
La guerra ha sido una de las obsesiones de Sokurov, en parte por ser hijo de un militar al que vio ir y volver de la contienda. “No fue por deseo propio. Mi padre tenía 17 años, era campesino y tuvo que ir a a guerra. Estaba destinado en infantería y por Polonia llegó a Berlín y vio todo lo peor que puede ver alguien. Jamás contaba su historia, no le gustaban las películas de guerra ni soviéticas, no veía ni sentido ni vergüenza, como decía Chéjov”. Ese tormento de su padre le llevó a fijarse en el después de la batalla, en la dimensión espiritual y no en la épica del cine bélico. Lo hizo por ejemplo en ‘Voces espirituales’ (1995) con un grupo de soldados de Afganistán. “Mi padre mataba con sus propias manos y a él lo querían matar, siempre ha vivido con eso. En la Unión Soviética la guerra siempre ha estado romantizada. Si había alguna posibilidad de entrar en una guerra, la Unión Soviética entraba. Prácticamente vivimos en un cuartel, siempre pensando en la guerra. Todos somos los del uniforme militar, para una gente es una profesión, para otros es el destino”, comentaba sobre el sentir de sus paisanos. “Para mí siempre fue muy interesante el mundo interior del soldado que lucha. La literatura habla de las miserias y las desgracias del hombre pacífico, pero qué tiene en la cabeza un hombre armado. Los militares son los hombres más débiles que yo he visto, les visten, les dan de comer, le explican lo que tienen que hacer, son como niños, como adolescentes. Esos hombres con esas armas viven el resto de sus vidas con eso, es un destino dramático. Yo me fijaba en esta gente, tengo compasión”.
Sokurov se ha extendido en sus reflexiones sobre la guerra y los traumas de su país mientras recorría muchas de sus películas y trazaba inevitables paralelismo con el presente. “No existe un objetivo político que se pueda conseguir a través de la guerra. Lo paga la sociedad y la gente, la estupidez es infinita. Esta ola de estupidez entre la población y las élites políticas puede destruirnos a todos”, manifestaba recordando que muchos gobernantes llegan a su trono con el beneplácito y la connivencia de gran parte de la sociedad. “Nos despertamos y América había invadido Irak, el golpe destruyó el mundo islámico y no les interesó la cultura de eso países árabes. Destruyeron nuestro equilibrio, ¿lo paró la sociedad americana, lo paró la ONU?”, se preguntaba.
Tampoco cree que las películas puedan solucionar, iluminar o dar respuesta a estas cuestiones. “El cine apenas puedo ayudarnos a entender estas colisiones, porque el cine vive su propia guerra, la guerra del mercado. El 90% de las obras audiovisuales es una mercancía que puede ser comprada o vendida sin tener nada que ver con elementos artísticos. Y no solo hablo del dinero, pagamos con hora y media de nuestra vida, a veces cuatro. Imagina cuántas horas han sido tiradas a la basura por esto, es el resultado de una agresividad tremenda y del estilo de cine del mundo”. Las propias películas de Sokurov no se pueden ver en Rusia. “Tampoco sufro por ello. Tenemos muy pocos cines, es una muestra de la degradación de la sociedad. Durante mucho tiempo en la Unión Soviética siempre intentábamos ver lo que pasaba en Occidente, cómo respondía a los problemas comunes, cómo luchaba contra la corrupción, contra los partidos delictivos o el dinero que degrada a la gente. El internacionalismo lo ha borrado todo”.
Antes de llegar a su famosa tetralogía, el autor ruso también reivindicó el amor en películas extraordinarias como ‘La piedra’ o ‘Madre e hijo’, obra que recuerda con mucho cariño. “Qué hacer cuando hay demasiado amor, es una situación muy humana, en el mundo de los mamíferos se responde con la separación, pero en la vida humana es a veces imposible separarse. El amor a veces mata en el sentido literal y figurativo. Para el cine es una tarea esencial esta pregunta. Es importante que la gente no mire las películas en teléfonos o en el ordenador, sino reuniéndose en una sala, porque el cine plantea preguntas íntimas que hay que resolver conjuntamente”, invitaba a los presentes a la charla a entender el cine como una experiencia colectiva de cuestionamiento.
Después vendrían títulos como ‘Arca Rusa’ (2002), su obra más reconocida y popular, o ‘Padre e hijo’, premio Fipresci en Cannes, pero también la serie de cuatro películas sobre la tiranía del poder que culminaron con el León de Oro a ‘Fausto’ en 2011. Hitler (Moloch, 1999), Lenin (Taurus, 2001) o Hirohito (El Sol, 2005) son los hombres que examinó en su relación con la autoridad. “Quiero enseñar que los que tienen poder en sus manos son unos desgraciados y el hombre desgraciado es peligroso ¿Qué estructura tiene una persona a la que le entregamos el poder? Los juegos políticos son absolutamente monstruosos y yo quería saber en qué cuerpo cabía todo ese infierno, quién firma documentos para asesinar a sacerdotes como Lenin, o quién es Hirohito, uno de los artífices de la guerra que renunció a su carácter divino para capitular. Quería rebajar a estos personajes al nivel de seres humanos normales con problemas, con sus fallos normales, y llamar a la gente a votar por aquellos cuyos valores humanitarios están por encima de las ambiciones. Hoy conocemos mujeres agresivas en la política pero escasean, la ruptura del equilibrio siempre tiene que ver con el carácter de un varón débil, retorcido, pecador y perverso. Son los responsables de estos crímenes”, sentenciaba y conectaba este discurso con su nueva película, ‘Fariytale’, presentada en sección oficial de este festival.
Esta vez lleva la reflexión y la provocación a otro extremo. Gracias a técnicas digitales y al uso del deep fake, Sokurov reúne ante las Puertas del Cielo a Hitler, Stalin, Mussolini y Churchill. También cita al encuentro a Jesucristo y hasta a Napoleón. Todos conversan, muestran sus posiciones e incluso bromean en un escenario dantesco. “Quería buscar instantes de esas personas detrás de lo políticamente correcto, saber qué sentían en ese momento. Quería unir personas que bajo ninguna circunstancia se unirían en la vida real, pero sentían un especial atractivo los unos por los otros. Hemos intentado recrear los estados de ánimo que son sinceros y que son íntimos, pronuncian palabras que sí habían pronunciado en su vida antes de subir al olimpo de la política. Hemos observado muchos documentales para hacer esta película y que los amantes de cine comprendan cuál es la semilla de nuestro vida”, concluía tras una hora y media de conversación.

José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...




