Los Dardenne: "Nos importa un bledo lo que diga la crítica intelectual del cine social"
Los directores belgas, emblemas del cine social, retratan en 'Tori y Lokita' la crueldad a la que la sociedad europea somete a lo migrantes menores no acompañados con su realismo habitual

Jean-Pierre Dardenne and director Luc Dardenne en una presentación de 'Tori y Lokita' (Photo by JAMES ARTHUR GEKIERE/BELGA MAG/AFP via Getty Images) / JAMES ARTHUR GEKIERE

Madrid
En 1977 Roberto Rossellini fue el presidente del Jurado en el Festival de Cannes. Puso una condición para aceptar el cargo: que se celebrara un debate entre cineastas para hablar de la importancia de hacer un cine político. 45 años después esa división entre lo político y el arte sigue estando presente. A muchos cineastas les cuesta admitir las cuestiones políticas de sus películas. Y cuando estos son abiertamente políticos dentro y fuera de la gran pantalla, suelen recibir los abucheos de un tipo de prensa y de espectadores. "¿Quiere que la respuesta sea desde el corazón? Me importa un bledo lo que diga la crítica intelectual del cine social. Me da igual. El cine es un arte múltiple, diverso, que existe en su inmensidad y, por lo tanto, que algunos no sean sensibles o que vean una traición a la idea artística que puedan tener, pues vale. A veces no ven que una película es mucho más que una crítica social, es mucho más complicado que el armario o el cajón donde lo meten, es su problema más bien. Que escriban lo que les dé la gana", responden tajantes Jean-Pierre y Luc Dardenne en conversación con la Cadena SER durante el Festival de San Sebastián.
En la última edición de Cannes también hubo algún periodista que abucheó el final de su película, Tori y Lokita, un fantástico drama social sobre la supervivencia y amistad de dos chicos subsaharianos que han llegado a Europa para tener una vida mejor. La película es un retrato sincero, realista y muy dramático de una situación que viven millones de personas que están en nuestras calles o encerrados en los CIE. A ellos se les compra la droga, se les pide comida cuando llueve o se les maltrata. "No cabe duda de que en la migración hay una parte delictiva. No hay que negarlo, la hay. Hay niños, menores, que son enviados por redes delictivas para venir a Europa, generalmente para trabajar en el ámbito de las drogas y la prostitución. Existe y es cierto que la policía de Europa debe hacer su trabajo, evitarlo y detener a las organizaciones delictivas. Sin embargo, la mayoría de los migrantes, incluidos los menores no acompañados, no son criminales. Son personas que vienen simplemente para tener una vida mejor y no vienen porque necesariamente estén en un país en guerra o estén siendo perseguidos. Estas son las dos razones por las que generalmente se obtienen documentos con bastante facilidad. También vienen simplemente a vivir mejor y a enviar dinero a sus familias. Y estas son las personas a las que hoy se las rechaza y se las devuelve a los 18 años", explican los Dardenne.
La película cuenta la historia de dos hermanos, un chico menor que tiene los papeles, pero vive en un centro, y su hermana que todavía no los tiene. Trabajan para un tipo en una pizzería que les chantajea para vender droga y a prostituirse. Necesitan el dinero, no lo pueden conseguir de otra manera, y siempre hay un europeo dispuesto a sacar tajada. "Es la primera vez en la historia de Europa que vienen del extranjero con la esperanza de tener una vida mejor, son niños no acompañados que abandonan su país no obligados (por una guerra o persecución). Leímos artículos en la prensa que decían que muchos de estos niños desaparecían. Esto no es normal. No puede ser. No se puede imaginar algo peor. Esta historia se nos quedó dentro y nos apeteció entonces ver cómo podíamos hacer una película a partir de ahí. Entonces seguimos hablando y pensamos que quizá podíamos contar la amistad entre dos niños. Y como esa amistad podía oponerse a todas sus dificultades, a sobrellevar todos los obstáculos. Y creo que es a partir de ese momento cuando vemos que dos pueden quizás salir adelante, pero uno solo siempre necesita de la familia, de los vecinos. Lo que nos contaron es que estos niños sufrían de una soledad tremenda, tan grande que aquí desarrollaban enfermedades. Por ejemplo, crisis de ansiedad debido a la soledad diaria o niños que se duermen constantemente, nunca se despiertan del todo. Son sistemas de defensa, de defensa contra la terrible soledad que sufren. Queríamos basarnos también en cosas reales que nos contaron", cuentan sobre el germen y enfoque de esta historia
Los Dardenne son austeros. No culpan a nadie, no hacen un alegato, pero muestran la responsabilidad de todos y cada uno de los ciudadanos. "Creo que hay una manera de encontrar leyes en Europa que permitan a los jóvenes que tienen un programa escolar o un programa de aprendizaje para una profesión permanecer más allá de los 18 años, tener la profesión, ejercerla si el trabajo o el mercado laboral lo permiten, continuar sus estudios en un nivel superior. En realidad, no es complejo organizarlo y no afecta a millones de jóvenes. Afecta a miles, pero no a millones. Realmente es una posibilidad para Europa. Y desde un punto de vista, diría realista, igual cínico, incluso es bueno pensar que vamos a necesitar jóvenes que trabajen como enfermeras porque nos falta eso en nuestro país. Es absurdo negar eso por racismo", apostillan sobre los programas y políticas migratorias en una Europa cada vez más polarizada.
Los realizadores repiten fórmula: cámara al hombro que sigue de cerca a sus personajes, siempre interpretados por actores no profesionales, salvo alguna excepción. Eligen escenarios naturalistas y se centran en una historia que acaba siendo un puente entre la gran pantalla y la empatía del espectador. Su cine probablemente no logre entretener, ni hacernos más felices, pero sí provocar a aquellos que acudan a la sala que se cuestionen en qué mundo viven, a quién votan y cómo tratan a los que les sirven. Evitan los flashbacks, la voz en off, nada rompe el devenir de la realidad, ni la austeridad y el naturalismo de la puesta en escena. La cámara sigue a esta mujer, interpretada asombrosamente por Joely Mbundu, que vive su particular viaje del héroe. Lograr dinero para poder ser libre.
Tori y Lokita es una de las películas más duras de estos directores que en 1999 cambiaron el lenguaje del cine social europeo cuando ganaron la Palma de Oro con Rossetta. Desde entonces pocas veces se han quedado fuera del palmarés de Cannes cada vez que han presentado sus películas, El niño de la bicicleta, El silencio de Lorna, mejor guion, El joven Ahmed, con la que ganaron el premio a mejor dirección en el certamen, o ésta última, con la que recibieron el premio especial del certamen por su 75 aniversario. Los hermanos belgas, cuya carrera está atravesada por poner el foco en los márgenes, no viven en contradicción por pisar las alfombras más fastuosas del mundo del cine mostrando estas realidades. "No vamos a dejar de ir a los principales festivales ni que nuestros personajes vayan por poner a jóvenes migrantes en el centro de esta historia, de nuestra cámara, del encuadre y, por último, de la pantalla de proyección. Pretendemos poder ir a los principales festivales, mostrar nuestras películas, pero lo principal es seguir siendo uno mismo, no ser un camaleón, no convertirse en lo que pueden ser algunos escenarios, como este hotel de lujo. Te recomiendo que siempre sigas siendo tú mismo. Para nosotros lo que importa cuando vamos a una nueva ciudad, a un nuevo festival, es la gente, eso es lo que nos interesa. Y conoces gente buena en todas partes", bromean los Dardenne, que invitaron al preestreno en San Sebastián a la limpiadora de hotel, una mujer senegalesa con la que empezaron a conversar en francés.
Su cine no solo ha conseguido numerosos premios sino que ha abierto debates y ha conseguido modificar la realidad político social. Rosetta ayudó a aprobar una ley de Bélgica sobre el trabajo infantil. Con esta nueva película, está claro que los Dardenne buscan romper prejuicios sobre la inmigración y poner la culpa en el lado europeo en un momento en el que no cesan de crecer los movimientos racistas de extrema derecha que basan su discurso en el odio a los extranjeros.




