Las restas
"Hoy, cualquiera te da una definición, y hasta una alta definición; pero, antes, todo esto eran campos semánticos. Lo mismo que existían ricos y pobres, había estalactitas y estalagmitas. Las estalactitas eran el minuendo, es decir, lo de arriba. Los de abajo eran los sustraendos, y así nacieron las películas de quinquis"

Barcelona
Antes que a Hernández y Fernández, había descubierto en la escuela el minuendo y el sustraendo. Ahora la gente es no binaria, pero en aquella época aún había muchas bodegas por todas partes. Aquel olor a vino en los toneles, y su madera oscura, y el tapón de corcho, y las junturas de las tablas, que parecían grietas profundas sacadas de un cuento de Edgar Allan Poe, todo aquello me convertía a mí en un niño vinario, pues iba a comprar el vino con una damajuana forrada con cordeles de plástico, y una moneda de dos cincuenta. Entonces, el sustraendo era el precio del vino (Priorato seco, Gandesa, Cariñena...), y el minuendo era la moneda que llevaba apretada en la mano. Antes que a ganar dinero, se aprendía a no perder el dinero. El mundo se dividía en dos, se mirara por donde se mirara. El bloque del Este y los países occidentales. El hemisferio norte y el hemisferio sur. Los que habían ganado la guerra y quienes la habían perdido. Iba a decir habíamos, pero mi única experiencia con la palabra frente consistía en llevar el flequillo a lo Marcelino. Minuendo sonaba a baile de salón. Hoy, cualquiera te da una definición, y hasta una alta definición; pero, antes, todo esto eran campos semánticos. Lo mismo que existían ricos y pobres, había estalactitas y estalagmitas. Las estalactitas eran el minuendo, es decir, lo de arriba. Los de abajo eran los sustraendos, y así nacieron las películas de quinquis. Lo que no eran restas, era restos. Al resultado de la resta se le llamaba la diferencia, de manera que comprendí que lo diferente sería lo último que me iba a quedar cuando me lo quitaran todo. Se hacían restas porque todas las cosas tenían sus más y sus menos, por ejemplo: las pilas alcalinas. Cátodo y ánodo eran como Hernández y Fernández, un poco binarios.




