No caen misiles sobre Moscú

Barcelona

Un error, una casualidad, una anécdota pueden ser mortales. Sucede en la vida cotidiana. Todavía son peores en el contexto de una guerra. La inquietud porque el misil caído en Polonia hubiese sido lanzado por Moscú (y no por Kyiv como finalmente se ha confirmado) angustió la pasada noche a todo el mundo.

Con razón. Si hubiese sido así, Polonia podría haber llamado a consultas a sus socios de la OTAN (artículo 4 del tratado de Washington que fundamenta la Alianza Atlántica). Y de haberse confirmado los primeros temores de una autoría rusa, los socios, incluida España, se habrían visto obligados a responder, también militarmente contra el Kremlin, en virtud del artículo 5 del tratado. La guerra abierta y global. No la guerra focalizada actual.

El temor tenía alguna apoyatura. Parece que el misil era de fabricación rusa. Y cayó en suelo polaco justo cuando el Kremlin disparó un centenar de otros misiles contra Ucrania. Episodios aún menores desencadenan a veces consecuencias peores. El asesinato del heredero del Imperio austro-húngaro fue la chispa que prendió la primera guerra mundial. La bomba aliada caída por error sobre la embajada china en serbia, cuando la guerra de liberación de Kosovo, estuvo a punto de ocasionar un enorme desastre.

El Kremlin reaccionó con su campanuda brutalidad habitual. Era una provocación aliada, dijo. Esa dictadura quizá no es la más sanguinaria de la historia. Pero va camino de ser la más cínica. ¿Provocación, dice? Será provocación bombardear territorio ucranio y sobre todo su capital, en cuestión de horas, con cien misiles. Hasta hoy, nadie ha lanzado contra la ciudad de Moscú ni tan solo una bomba fétida. Ni siquiera nadie parece haberlo imaginado.

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