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'La maternal', la contradicción de ser adolescente y madre

Pilar Palomero, ganadora del Goya con 'Las niñas', estrena su segunda película, 'La maternal', un retrato coral de la maternidad en chicas menores de edad sin recursos. Charlamos con la directora y con las actrices Ángela Cervantes y Carla Quilez de este proyecto tan especial, de dar voz a mujeres reales, de castings por Instagram, de Bigas Luna y de Estopa

Entrevista | Pilar Palomero, Ángela Cervantes y Carla Quilez por 'La maternal'

Madrid

Hay dos tendencias en el cine español este año. La mirada a la tierra y a lo rural frente a la neurosis y la mirada a la maternidad y a la familia en este mundo en crisis. Esa idea la inició Cinco lobitos, ópera prima de Alauda Ruiz de Azúa, aparece en Alcarràs y en lo último de Jaime Rosales. Indaga también en ello Pilar Palomero con La Maternal, su segunda película tras ganar el Goya con Las niñas. El proyecto surgió en paralelo. "Me está sorprendiendo porque mucha gente me está diciendo que están muy conectadas las dos películas. Yo creo que más incluso de lo que yo me imaginaba cuando lo empecé a desarrollar. Las dos tratan sobre la adolescencia, aunque con temáticas muy distintas, y es verdad que en las dos hemos trabajado de una forma muy similar, con un casting que mezcla actrices con más experiencia con otras actrices que es su primera vez delante de la cámara. Cuando estábamos montando Las niñas, la productora Valérie Delpierre me habló de una amiga que es trabajadora social y de los centros residenciales para madres adolescentes. Y allí fuimos para conocer a una de las educadoras del centro y ella me presentó a las chicas que que son un poco el alma de la película, que son las que interpretan a las compañeras de Carla. Allí escuché los primeros testimonios que me llevaron a decir, yo quiero hacer esta película", explica la directora en conversación con la Cadena SER.

En esos centros se documentó para el guion de La maternal, que comparte con su ópera prima el deseo de romper prejuicios hacia las mujeres de clase obrera. "Era una apuesta totalmente contraria porque en la primera yo había tirado muchos de mis recuerdos y de mis vivencias. Era de repente centrarme en las vidas de otras personas y me apetecía mucho hacerlo, aunque también me planteaba dudas y miedos, como por ejemplo sentirme legitimada. Eso depende siempre del planteamiento y para mí siempre fue hacerlo desde un lugar que fuera lo más honesto y verdadero posible. Cogida de la mano de las chicas que para mí han sido el faro, la brújula, y a través de la confianza que ellas han depositado en mí".

Palomero da un paso más en su puesta en escena, abriéndose a nuevas maneras de contar la realidad y de fusionar la ficción con el relato documental de los hechos. Historias reales e historias ficcionadas conviven para confeccionar un retrato global de lo que supone ser madre siendo menor de edad, sin trabajo, sin recursos y sin apoyos. La película se abre con una escena que marca el tono y la cercanía con el personaje protagonista. Una menor de edad, una joven alborotadora, hija de una familia desestructurada que se queda embarazada y es internada en una casa de acogida para madres con problemas. Un personaje tosco, antipático al que Palomero propone acercamos y del que va despojando de prejuicios. Ese personaje lo interpreta Carla Quilez, joven bailarina a la que descubrió por Instagram. "Yo desde pequeña me abrí una cuenta para subir bailes y hubo un momento en el que se empezaron a viralizar. Entonces el casting fue en tiempos de pandemia y le apareció un vídeo mío, y me escribieron. Me dijeron, creemos que tienes todos los papeles para ser la niña protagonista. Y claro, yo creía que no era verdad porque en temas de redes sociales ahora no te puedes fiar nada, no son verdad. Entonces yo se lo comenté a mi madre y le dije pues vamos a ver. Las dos primeras veces me dijo que no, pero yo seguí insistiendo, y si es verdad, y si... Y aquí estoy", cuenta con desparpajo la actriz que ganó la Concha de Plata en San Sebastián.

A la directora zaragozana se le da bien lograr naturalidad, verdad y ternura de las jóvenes actrices, algunas de ellas madres jóvenes reales que compartieron con la directora sus vivencias, su forma de hablar y también sus sentimientos. La película tiene una de esas escenas que se quedan grabadas en la retina, la de esas chicas contando sus historias a cámara. Historias llenas de maltrato, violencia, abandono, falta de recursos. Circunstancias atravesadas por una maternidad no deseada a una edad temprana que les produce ser víctimas de prejuicios sociales y de mayor discriminación social. "Éramos conscientes de que este era el alma de la película, era la razón de ser de la película por muchos motivos. El primero es porque, bueno, para mí era muy importante mostrar. Estamos hablando de maternidad y adolescencia, pero yo creo que le sobrevuelan otros temas que no podemos obviar, como la violencia machista. Y además, cuando conocí a estas chicas lo que me transmitieron eran las ganas de contar, de hablar, de explicar. Ellas lo repiten siempre, se han sentido muy juzgadas por su entorno, por el pueblo donde vivían, por el instituto que habían tenido que dejar. Y tenían ganas de explicarlo. Yo ahí también me coloqué en una posición de vale, pues aquí estoy para dar voz", explica Palomero de una de las escenas del año en el cine español.

Las película aborda las relaciones entre madres e hijas. Aborda también aquellos espacios que quedan al margen de todo. Aborda la adolescencia rota o, al menos, quebrada y el peso de la herencia familiar, de cómo la historia se repite generación tras generación. La de Ángela Cervantes -la madre- y la de Carla Quilez -la niña protagonista-. Carla Quilez se emociona y se vuelca en un personaje lleno de rabia, miedo, ternura y también desesperación. Y Ángela Cervantes demuestra la generosidad y la naturalidad con la que puede interpretar cualquier papel. "A través de esta historia le puedes dar voz a estas mujeres. Como decía Pilar, aquí estoy yo para poder contar vuestra historia. Como actriz también lo sentí así en los ensayos, ser como un canal de estar contando sus historias. Y es una suerte que podamos hacerlo a través del cine y que se puedan visibilizar estos conflictos y de esta clase social", dice la actriz nominada el año pasado al Goya revelación por Chavalas.

Palomero vuelve a usar la música para ubicar emocionalmente a sus personajes. Si en Las niñas Bunbury nos situaba en esa infancia marcada por la Superpop, en La Maternal son las letras de Estopa las que nos sitúan en el extrarradio español, con un bonito gesto que une a madre y a su hija. También suena C. Tangana y La Húngara, que también fue madre a los 15 años y cierra la película con una preciosa versión de Mi calorro. Ese extrarradio, también presente con un pequeño homenaje a Bigas Luna y Los Monegros, simboliza en el cine de Palomero un lugar fronterizo donde las mujeres tratan de sobrevivir contra los elementos y la incomprensión de los servicios sociales. Está la incomprensión de unas niñas que apenas han pasado a la edad adulta y tienen que enfrentarse a un embarazo, a un parto, a la crianza y a un cambio radical de sus vidas sin ningún anclaje familiar, laboral o económico. Uno de los grandes aciertos de La maternal es proponernos a una protagonista antipática, que es la que debe -y lo consigue- emocionar y guiar al espectador por ese periplo vital que atraviesa. No es el retrato habitual de personaje sin recursos, víctima del sistema. Todo eso está, pero el relato de Palomero es duro y no condescendiente. La cámara acompaña a esas niñas, enfoca sus teléfonos móviles y encuadra un contexto que refleja la realidad cotidiana de muchos barrios y ciudades.