El presidente chino, Xi Jinping, se encaró con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en los márgenes de la cumbre del G-20 en Bali (Indonesia) para acusarle de filtrar a la prensa una conversación privada entre ambos, momento grabado por las cámaras canadienses hasta hacerse viral en las últimas horas. En una imagen muy inusual para el habitual hieratismo de los líderes chinos, Xi se saltó por una vez el protocolo para acusar, delante de las cámaras, al canadiense de haber filtrado el contenido de una reunión privada mantenida anteriormente. «Todo lo que discutimos se ha filtrado a los periódicos. No es apropiado, y además tampoco es la forma en la que se llevó a cabo nuestra conversación», le espetó Xi a Trudeau ante la presencia de un traductor. «Si está siendo sincero, debemos comunicarnos con respeto mutuo. Si no, no estoy muy seguro de qué va a pasar», agregó. Trudeau, impasible frente a la regañina, respondió que «en Canadá creemos en el diálogo libre, abierto y franco», y que «eso es lo que seguiremos teniendo». «Continuaremos buscando trabajar juntos de manera constructiva, pero habrá cosas en las que no estaremos de acuerdo», añadió. Xi interrumpe entonces al líder canadiense para exigirle en dos ocasiones que tiene que «crear las condiciones» para seguir hablando antes de sonreír, estrecharle la mano y marcharse. La interacción entre ambos fue grabada por los periodistas canadienses que acompañaban a Trudeau y se ha convertido en viral a raíz de su publicación en redes sociales. Según la prensa canadiense, el enfado del líder chino viene porque el diario National Post informó de que en una conversación mantenida el pasado martes, Trudeau le planteó «graves preocupaciones» por presuntas interferencias de China en las elecciones canadienses de 2019. Era la primera vez que Trudeau y Xi se reunían en más de tres años, después de que los lazos entre los dos países se deterioraran gravemente tras el arresto en 2018 en Canadá de la ejecutiva Meng Wangzhou -de la tecnológica china Huawei- a petición de Estados Unidos. Poco después, los canadienses Michael Kovrig y Michael Spavor fueron arrestados en China y juzgados por espionaje, y no fueron liberados hasta que Canadá hizo lo propio con Meng.