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Paul B. Preciado: "Nuestro cuerpo es un espacio de transformación social y política. Un espacio de lucha"

El filósofo, uno de los más influyentes de la actualidad, publica ‘Dysphoria mundi’, un tratado rompedor donde propone una nueva revolución que pasa por usar el cuerpo y el deseo como un espacio disidente y de lucha

Paul B. Preciado: “Nuestro cuerpo es un espacio de transformación social y política. Un espacio de lucha”

“¡Disfóricos del mundo, uníos!”, Paul B. Preciado emula la famosa frase de Karl Marx para explicar por qué su nuevo libro, Dysphoria mundi, incita a la revolución. Publicado por Anagrama, lo nuevo del filósofo español vuelve a ahondar en el cuerpo y en los mecanismos punitivos contra él, pero deja un espacio enorme para que aquellos cuerpos tildados como enfermos, como disfóricos, consigan unirse y convertir la enfermedad en un activo político.

En libros como Testo Yonki o Manifiesto contrasexual, Preciado ya exploró los límites disciplinarios, los de la medicina, el estado y la industria farmacéutica, y cómo el binario de género dominaba la cultura patriarcal dejando a una serie de cuerpos fuera del sistema. La pandemia pilló al filósofo en su piso de París, con un Covid de larga duración que lo dejó hecho polvo. Eso hizo que dejara otros proyectos que tenía empezados y se centrara en entender cómo ese nuevo virus y la gestión política del cuerpo estaban transformando la sociedad. “Llevo mucho tiempo pensando sobre el sobre el cuerpo contemporáneo, sobre que qué significa tener cuerpo en una sociedad como la nuestra, cómo el poder interactúa con con el cuerpo. Y cómo somos producidos como sujetos a través de un conjunto de técnicas sociales y políticas”, explica en esta entrevista en la Cadena SER.

Foucault, Latour, Butler, Haraway...

Dysphoria mundi no es un diario del COVID. Ni siquiera en un ensayo al uso. El autor rompe todos los géneros literarios para mostrar una obra que bebe de figuras clave en su pensamiento sociológico: Foucault, Latour, Butler, Haraway… incluye su vivencia con el virus y como cuerpo considerado disfórico por la medicina debido a su condición de transexual. Todo eso intercalado con oraciones contra todo aquello que coarta a los cuerpos no normativos.

La hipótesis del libro se centra en contar cómo ahora mismo tenemos dos maneras de mirar el presente. ”Una manera sería pensar que estamos en como en un nuevo ciclo del capitalismo cibernético y que ese ciclo es además apocalíptico y que prácticamente ya no hay nada que hacer y que lo único que podemos hacer es entregarnos banalmente a nuestra vida cotidiana como podemos y engancharnos un poco a las redes e ir sobreviviendo. Mucha gente está perdida en eso que llamo dysphoria mundi, esa disforia colectiva en la que estamos que nos lleva a pensar que nada funciona, que nada nos satisface, que no encontramos sentido nada, pero que al mismo tiempo no podemos hacer nada”, indica. La otra es mucho más luminosa. “Es la que propongo, la llamo hipótesis revolución, que es pensar que estamos atravesando la mayor revolución epistémica y política de la historia y eso lo cambia todo. Es pensar que nuestro cuerpo es la plataforma y lugar de inserción de muchas tecnologías de poder, pero es también un espacio posible de transformación social y política y de lucha”.

Una manera de mirar al mundo que posibilita cambiarlo y que no es propiedad de ninguna generación, sino más bien de un intercambio generacional. “También creo en los viejos, me gusta decir los viejos. Y en los adolescentes, en los niños, en los enfermos mentales y en todos aquellos que han sido considerados como disforia de género como yo, los tradicionalmente considerados como homosexuales, las mujeres como cuerpos que son reducidos a espacios reproductivos”. Esos son los disfóricos del mundo que si se unen, propone Preciado, su fuerza será la que cambie la forma de vivir en este planeta, cada vez más desolado. “En cada uno de nosotros hay un lugar, un lugar apocalíptico. Hay un lugar de de melancolía, de imposibilidad de acción que ha sido capturado por el capitalismo cibernético, como si el deseo fuera eclipsado por el capitalismo. Y también hay en cada uno de nosotros hay un lugar en el que algo sigue vivo y quizá haya una posibilidad de transformación”.

La revolución feminista

Como ejemplos de ese cambio, que ya se está produciendo, expone el filósofo que hemos visto cambios absolutamente radicales y fundamentales que se han producido en los últimos años, la revolución feminista es uno de los más importantes. “Es muy importante ver los cambios positivos que se han producido. Ver cómo han cambiado las posiciones de enunciación, de acción de los desposeídos de la historia. Las mujeres y aquellos a los que se les había asignado género femenino al nacimiento”.

Preciado inicia el libro publicando el diagnóstico que recibió de su psiquiatra. “La psiquiatría normativa hace de mí alguien con disforia de género, una especie de enfermo mental. Esa es la posición. Y yo le voy a contar durante 500 páginas, como yo veo las cosas y el hecho de que yo sea un filósofo contemporáneo que puedo hablar desde esa posición, eso es ya en sí algo inédito. Es un espacio de invención, de libertad y de posibilidad de acción por el que es necesario luchar. Si ni siquiera nos reconocemos como un movimiento revolucionario, estamos acabados”.

La psiquiatría inventa la disforia en el siglo XX y es a partir de los años 70 cuando se utiliza para hablar de las personas que antes se caracterizaban como transexuales o transgénero y por tanto. “Supuestamente tendríamos una inadecuación entre dos partes, como si nos hubieran partido en dos con un hacha. Como si el cuerpo fuera femenino y la parte social o la parte mental o psicológica fuera masculina. Y el intento de la psiquiatría normativa sería como adecuarnos”, define el autor. Su respuesta a ese diagnóstico es clara: “A mi no me interesa la disforia, no creo en la disforia como como categoría psiquiátrica. Yo no creo que yo sea un enfermo mental y si lo soy, mi enfermedad mental es una disidencia social y política y, por tanto, consecuencia de una mutación revolucionaria. Y la bendigo y la doy por bienvenida y la comparto con otros. Creo que la disforia no es una verdad científica ni psiquiátrica, sino una posición política, cuerpos que resisten a la normalización patriarcal colonial de la modernidad”.

Hay mil maneras de resistencia en ese ámbito. Una de ellas es la disforia de género. Pero hay más. Disforia social, disforia alimenticia, disforia premenstrual, disforia de la erección, disforia de todo tipo. “Me interesa también, cómo de repente, esa noción de disforia se extiende a todo”. “La bulimia es, supuestamente, disforia alimenticia, pero ¿y si la bulimia fuera otra cosa? ¿Y si la bulimia fuera una reacción a la violencia contra el cuerpo, esa violencia que surge de la normalización de la delgadez o la exclusión de la gordura?”, ejemplifica el autor de un libro que propone usar todas las categorías punitivas como primeros pasos para la revolución.

El Covid inicia las reflexiones del autor sobre el modo de vivir actual, pero también en cómo la pandemia ha cambiado la configuración de algunos cuerpos. “Una de las razones por las que yo escribí este libro era también para decir a todos aquellos que pensaban que eran normales que no lo son tanto”. Se refiere Preciado a la comparación que establece en el ensayo entre la epidemia del SIDA y el Covid. “El SIDA tocó un conjunto de cuerpos que tímidamente empezaban a emanciparse de un conjunto de tecnologías del poder que les habían destruido. Eran los cuerpos homosexuales, los cuerpos no blancos, los cuerpos de trabajadoras sexuales, los cuerpos de usuarios de drogas, etcétera. Esos cuerpos van a ser capturados por una nueva retícula del poder, que es la que define el SIDA, y además con políticas estatales y gubernamentales que fueron terroríficas, porque se basaron en una mayor exclusión y que produjeron y siguen produciendo muerte de forma generalizada”, recuerda el autor. Sin embargo, lo que ha pasado con la reciente pandemia es diferente. “Con el COVID el cuerpo normal, aparentemente normal, curiosamente el cuerpo del hombre heterosexual mayor de 50 años, se convierte prácticamente en el centro de la pandemia. Por eso la reacción estatal al COVID es muy distinta a la que fue con el SIDA”.

Uno de los debates en el seno de la izquierda de esos últimos años ha girado en torno a lo material y a las identidades, a cómo unificar las luchas. La interseccionalidad ha sido uno de los términos para encauzar ese debate. “La interseccionalidad sigue viendo las identidades como fragmentadas y estancas. Es mujer inmigrante. Es transexual. Ese lugar de identificación aparece como un lugar cerrado, como un lugar naturalmente dado. Como si la identidad de mujer ya estuviera definida, cuando la identidad es siempre un proceso relacional y, por tanto, no está creada antes de que tú entres en un conjunto de relaciones de poder y de resistencia. A mí me interesa siempre mucho más la desidentificación que la identidad. Ahí donde hay agencia política es donde el margen en el que te resistes a ser identificada totalmente como mujer, a ser identificada totalmente como migrante, se abre un espacio de agenciamiento político interesante”.

El tema del poder, y cómo se ejerce en las sociedades modernas, es otro de los ejes que aborda este nuevo libro. Desde posiciones cercanas a Foucault, que dio un giro en la concepeción del poder, la vigilancia y el castigo, Preciado define cómo asumimos ese poder tras la pandemia. “Yo creo que el poder contemporáneo no funciona como presión. Es decir, nadie nos está apuntando con una pistola por la mañana para que desde que nos levantemos nos enganchemos al teléfono y empecemos a abrir Twitter e Instagram. Eso es un proceso de disciplina, de normalización y de subjetivización normativa tremendo. Pero nadie nos obliga a hacerlo. Cada uno se abre su propia cuenta, cada uno decide todo lo que mete en esa cuenta, que es tela marinera. El poder funciona por adicción, es decir, que ya no estamos oprimidos, sino que somos adictos, somos adictos al capitalismo”.

El capitalismo, un régimen farmacopornográfico

Esa adicción conecta la pandemia del covid, con la epidemia de opiáceos, y que conecta con una de sus teorías anteriores, la de pensar el capitalismo como un como un régimen farmacopornográfico. “Es un capitalismo que funciona a través de lo que yo llamo la heroína electrónica, es decir, que estamos todos conectados y muy bien dosificada, de manera muy dosificada a un cierto número de tecnologías que nos nos nos vuelven adictos y frente a las cuales ya no podemos resistir diciendo pues me voy a emancipar haciéndolo”. Por eso, lo primero que propone Preciado es salir de Twitter. “No entiendo que después de lo de Elon Musk, un representante de la extrema derecha, nadie se salga de Twitter al día siguiente, que todo el mundo siga tuiteando. Deserción de Twitter y de Instagram y establecimiento de otras redes, analógicas o digitales”.

Frente a la revolución hay resistencias. La extrema derecha sería una de ellas. También esa parte del movimiento feminista que ha combatido y combate la Ley Trans, y que cierra el camino a estos cuerpos, explica el autor. “Es una teoría totalmente minoritaria. Estamos dando una visibilidad enorme a una teoría minoritaria y le estamos dando visibilidad porque está siendo instrumentalizada por las fuerzas fascistas, heteropatriarcales y nacionalcatólicas. Es decir, que hoy las feministas anti trans tienen exactamente la misma posición con respecto al cuerpo trans y con respecto a la infancia no binaria que la Conferencia Episcopal y que Vox. Eso me parece muy llamativo. No quiero que sean ellos los que definan las pregunta que nos permitan dar respuesta a lo que va a suceder mañana. Eso es fundamental, no podemos dejarles las preguntas a Vox”

“Lo que se está pidiendo con la Ley Trans son mínimos democráticos. Se está pidiendo simplemente que aquellos cuerpos que hasta ahora no tienen estatuto de ciudadanía puedan acceder al horizonte democrático, por ejemplo, accediendo a tener papeles de identidad. No es un debate sobre las personas trans, es un debate sobre el espacio democrático, sobre qué significa que en un espacio democrático haya cuerpos que estén absolutamente excluidos. Si hay algún algunas feministas que consideran que hay cuerpos que no deben pertenecer al espacio democrático, desde mi punto de vista, eso históricamente tiene un nombre. Históricamente eso es fascismo”.

Para Preciado, como vemos, es importante el activismo y la resistencia a través de la cultura. Por eso trabaja en el Museo Pompidou, por eso realiza piezas teatrales, como la que presentó hace unos meses en Madrid, en Conde Duque, y por eso acaba de dirigir su primera película, una adaptación del Orlando de Virginia Woolf. “Un intento de cómo inventar otra manera de hablar de lo no binario, de la transición de género, que no esté dominada por los lenguajes médicos y psiquiátricos. El cine de repente se convierte en una tecnología maravillosa para hacer una ficción disidente y que sea una ficción compartida”.

La película fue un encargo del canal Arte para que realizara una especie de autobiografía, pero Preciado explica que es más fácil contarse a través del texto de Woolf. “Esa es una gran pregunta filosófica. ¿Qué es una vida? ¿Cómo contar una vida? Para mí, por ejemplo, contar mi vida me resulta más fácil con el Orlando de Virginia Wolf que yendo a Burgos, donde nací, yendo al colegio donde estudié, porque esos lugares no cuentan exactamente lo que es mi vida. La narración de una vida es siempre un ejercicio de ficción en el fondo que uno elige”.

Otro de los filósofos que aparecen en Dysphoria mundi es Günther Anders, al que se le suele conocer como el marido de Hannah Arendt, algo poco habitual en los filósofos masculinos. Explicó que la Guerra Mundial no acabó con la liberación de Alemania, ya que un conjunto de políticas de la guerra han seguido después. “En esas seguimos, de ahí lo que ocurre en Ucrania”. Por eso, para Preciado es importante la teoría de este pensador judía, que dice que la historia no es algo que sucedió en el pasado, sino que está sucediendo y es necesario posicionarse. “El único modo de existir como sujeto político es posicionarse. Entonces, o bien somos los hijos de Einchmann y, por tanto, continuamos el holocausto, de otras maneras. O de repente podemos pegar un frenazo a todo y decir basta. Basta con las políticas de la guerra, basta con las políticas de la violencia. No entiendo que no nos manifestemos todos colectivamente de forma pacífica. El pacifismo hoy parece que se ha convertido como en una especie de ñoñería. Todo lo ñoño es bueno, porque lo que ha sido calificado como ñoño es precisamente aquello que es disidente de la violencia heteropatriarcal”.

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Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...