Rafaela Romero: "El día que hizo la comunión mi hija, la mesa de los escoltas era más grande que la nuestra"
Aimar Bretos habla con la diputada del PSE-EE sobre el terror ejercido por su padre y cómo afectó el proceso de paz en Euskadi en su propia casa: "Cuando se abrieron las grandes alamedas de la paz en Euskadi y en España, se apagaron las luces en mi casa"
Rafaela Romero
Madrid
"Hasta que no pares no voy a parar, hasta que me mates". Es lo que Rafaela Romero le dijo a su padre, mientras defendía a su madre. 'Hasta que me mates' es el libro en el que Ana Eerostarbe relata las memorias de Rafaela Romero. Una vida marcada por la violencia. Violencia que vivió en su propia casa y la violencia que ETA ejercía en Euskadi. Vida marcada por la violencia "física, sexual y emocional" a la que estaba sometida su madre en casa. Una vida en la que durante 11 años hubo un escolta a su lado por las amenazas de la banda terrorista. En los micrófonos de Hora 25, cuenta cómo ha ido cicatrizando sus heridas. Se muestra orgullosa de la paz, comprometida con la política -es diputada del PSE-EE en el Parlamento Vasco-, con el feminismo y con su familia.
Pregunta: Para quien no te conozca, Rafaela, ¿tú quién eres, cómo te defines?
Respuesta: Yo creo que soy una mujer feminista que ha hecho toda su vida en el socialismo vasco y que ha aprendido a usar su feminismo para sobrevivir, para superarse a si misma y creo que para hacerse mejor. Yo creo que una persona siempre aprende de los dolores. Yo creo que he aprendido.
P: Tú tienes toda la vida montada en San Sebastián, pero naciste en Extremadura. Cuéntame aquellos años.
R: Yo creo que esa es una de las primeras experiencias que yo he analizado de violencia y de la que a lo mejor no se ha escrito tanto ahora que estamos con la Ley de Memoria Democrática, que es la violencia forzosa de la pobreza que la dictadura de Franco provocó o impuso a determinados territorios no amigos. Uno fue Extremadura, a los efectos del desarrollo. Es parte de los dolores, cuando a ti te arrancan de tu familia es una experiencia que queda. Tú aterrizas en un nuevo país al que acabas amando, queriendo y defendiendo, pero que te es extraño. Yo he tenido más oportunidades de conocer a mi país, al País Vasco. Por eso como dice Fernández Vara, no tengo el corazón dividido, sino que tengo uno tan grande que puedo querer a los dos. Pero sí es cierto que a mi madre, sin embargo, la despojé yo de todas las herramientas que hubiera podido tener para salir del infierno que tenía. Mi madre estaba sola y cuando una persona está sola y aislada es más fácil matarla poquito a poco emocionalmente y golpearla todos los días. Concluyen tantas violencias que, en fin, tengo un recuerdo amargo y creo que eso me ayuda entender a tantas y tantas mujeres que están solas ahora y a las que no es tan fácil de decir 'sal'. Yo quiero decirles:"estamos aquí, no estáis solas, pero salid cuando podáis que hay una red". Pero es difícil.
P: Tu padre sometía a tu madre a todo tipo de violencia física.
R: Física, sexual, psicológica y vicaria, que es una de las formas de violencia más demoledoras que pueden usar contra la mujer en su papel de madre. Si usan como arma a tus hijos estás más muerta que con los golpes, las violaciones o la violencia psicológica, que os puedo asegurar que es de las peores violencias que existen. Yo siempre uno la violencia machista de mi padre al miedo. Esa sensación de miedo es otra de las armas que tiene, el aislamiento y el miedo. Si tú tienes una persona con miedo, la tienes entregada.
P: Vosotros sois cuatro hermanos, ¿cómo vivisteis aquellos años de terror al que tu padre sometía a tu madre?
R: Cada uno con sus heridas. Nadie puede entender que una familia que haya estado viviendo así durante 18 años en el lugar más seguro de un niño o una niña que es su casa. Y en el que no podía estar seguro. En el que lloraba, se pegaba, se sangraba, se chillaba... es una sensación tan asfixiante. El día que se marchó yo sentí que respiraba. Lo que seguro sienten mis hermanos. Algunos no pueden hablar de ello y otros sí pueden hablar. No es gratis el haber pasado por esa situación. Cuando la violencia pasa sobre las mujeres o sobre los niños y niñas, que son los más débiles en términos de derechos, te arrasa. No puedes ser el mismo nunca. Lo único que hay que aprender es a vivir, no a malvivir y para eso tienes que sanar heridas. Mi hermana leyó el libro, me acompaña, pero no quiere hablar de ello y mis hermanos no hablan del tema. Estamos bien, yo con mis hermanos tengo una relación maravillosa. Afortunadamente, pronto en Navidades, me invadirán toda la casa. Cada uno sobrevive como puede en esta vida cuando te han dado tantos golpes.
P: Cada uno pasa página como puede.
R: Como puede, pero el que tiene otro carácter, otra personalidad y además tiene un micrófono, creo que debe no pasar página.
P: Llegó un momento en el que tú te enfrentaste a tu padre y terminasteis a hostias. Tú le llegaste a decir "si no paras, yo tampoco voy a parar".
R: Hasta que me mates, para que no mates a mi madre. Eso fue así, ese fue un episodio de mucho dolor físico, porque recuerdo que estuve tres días bastante amoratada, con dolor. Pero no tengo un recuerdo malo, en el sentido de liberación, cuando empiezas a dar pasos para salir. La violencia nunca es un paso, pero la defensa sí.
P: Tu madre intentaba protegeros a vosotros.
R: Siempre, siempre.
P: ¿Habéis hablado de ello tu madre y tú?
R: Hemos hablado sí, ella podría hablar del libro todo el rato, pero porque ha entendido lo que yo pretendía. Y así quiero que lo vean todas las mujeres que han sufrido esta u otras violencias, como un acto de reconocimiento a ellas.
P: ¿Tuviste dudas de si contar lo vivido dentro de la familia?
R: Sí he tenido dudas, creía que mi historia no era importante para contar. Sin embargo, una vez entendí que mi historia sí es importante para contarle a las personas lo que siguen sufriendo las mujeres todos los días y que nadie diga nada... Luego, tuve otro episodio cuando alguien muy importante dentro del mundo en el que me muevo yo, el político, me dijo "¿pero tú crees, con el reconocimiento que tienes, los cargos que has tenido, que contar eso te va a venir bien?". Es cuando supe que había que contarlo.
P: ¿Qué le dijiste a esa persona?
R: Que lo iba a escribir, claro. Lo que no cuentas no existe. Ni en la memoria, ni en la historia, ni siquiera en el recuerdo de tu familia.
P: Rafaela, ¿tu padre sigue vivo?
R: Sigue vivo.
P: ¿Tienes algún tipo de relación con él?
R: No, ninguna. Ni yo ni niguno de mis hermanos. No tenemos ninguna y no la vamos a tener nunca. Ni la tiene mi hija ni mis sobrinos. No.
P: Hay cosas que no se pueden perdonar.
R: No sé, el perdón a lo mejor es un acto voluntario, pero olvidar no es voluntario y yo no puedo olvidar. El machismo no es una enfermedad, ni el machismo es un mal periodo ni el machismo es una mala época. El machismo es una persona que hace el mal usando y manipulando la dignidad de las personas a las que controla, pega, viola o somete a cualquier tipo de abuso. Cualquier persona así es un delicuente y una mala persona. Las malas personas que queden a solas con su conciencia, que yo con la mía afortunadamente duermo muy bien.
P: Hay otro delincuente con el que te topaste, que es Don Pedro, el profesor de tu colegio que abusaba sexualmente de varias niñas.
R: Es una cosa además por la que estoy contenta de que me preguntes porque a mí me ha costado. Yo la primera vez que lo cuento es con Ana Erostarbe, la periodista que escribe el libro. Ella me hizo que lo contara a mi marido, a mi familia y a mi hija. Me di cuenta del tremendo daño o afección que había en mí. Cuando no cuentas una cosa, no está procesada. No quiero hacer como la memoria en Euskadi, que quede toda debajo del croché y cuando lo levantemos esté el suelo devastado. Si puedo evitarlo no quiero que haya una parte de mi corazón devastado.
P: Para entender de lo que estamos hablando y hasta donde quieras contarnos. ¿Qué os hacía este hombre?
R: Tocarnos. Y supongo que no sería el primer curso. No fue una violación en ningún caso, pero sí es una invasión de un cuerpo de unas niñas pre-adolescentes. Pero a lo mejor no hace falta que te violen para haberte seguido sintiendo sucia durante tanto tiempo. Tengo 50 años, lo he contado a los 49.
P: Rafaela, más allá de los maltratos de tu padre, ¿cómo recuerdas la llegada a Euskadi cuando vinisteis de Extremadura? Tú eras una cría.
R: Yo no tengo una vivencia positiva. Me influye la situación de casa, eso vaya por delante. Así como he convivido con personas que tienen una visión de la integración en Euskadi idílica, la mía no lo es. Nosotros en Mondragón estábamos divididos hasta por barrios y eso se llevó hasta muy tarde. Yo recuerdo el asesinato de Isaías Carrasco. Yo creo que ha habido lugares donde la integración ha sido más fácil y ha habido lugares en los que además de un nacionalismo excluyente acompañado de gente con pistolas, había un clasismo evidente. No digo que sea todo Mondragón, por supuesto, porque la cosa ha cambiado infinitamente. Pero no fue idílica.
P: Llegaste a Euskadi con la familia muy joven, tenías 19 añitos, y te afiliaste al Partido Socialista.
R: Tengo que decir, yo comparto luego con todos los colores porque tengo amigos en el azul, en el verde -más claro en el verde, más oscuro en el morado- pero sí es verdad que yo soy muy roja, muy extrema en eso, en cuanto al activismo por los derechos humanos. Y para hacerlo en política me influyó mucho el tema de la violencia machista en casa. Tú dices, cómo no voy a entender a todas estas personas que sufren el terrorismo, yo sé lo que es miedo.
P: Eran años muy jodidos para ser socialista en Euskadi.
R: Y en Mondragón. Una de las peores experiencias que recuerdo es cuando me escupieron y me dijeron 'txakurra, perra, socialista' en un bar.
P: Cuéntame ese episodio, ¿cómo fue?
R: Pues en un bar, me dijo esto una persona y me escupió. En el centro de Mondragón. Ver el desprecio... no creo que haya nada igual. Me sentí despreciada, no me querían, eso no lo hemos tratado. Éramos perros.
P: ¿Qué años eran esos?
R: Los noventa, es que hace nada.
P: ¿Qué recuerdas de aquellos años de vivir rodeados de vecinos que querían echaros, si no mataros.
R: No tengo buen recuerdo de eso porque me parece que todos no hemos crecido en las mismas condiciones. No es lo mismo vivir con miedo que vivir sin miedo, vivir con escoltas que vivir sin escoltas, ejercer la política en igualdad de condiciones o con el permiso de todos los demás -de ETA y de los que decían que teníamos alguna responsabilidad en que ETA nos matara-. Eso no es gratis. Tengo mucha pena, especialmente por la gente que salió viva y no mataron pero que tiene un montón de heridas en forma de desestructuración familiar, problemas mentales, adicciones. Tengo mucha pena por ellos que sufrieron el acoso. Iban escoltados, no los mataron, pero los mataron de verdad porque no han quedado iguales. Y de las familias de las víctimas de los años de plomo... ¿cómo estarán aquellas mujeres de los guardias civiles que vivían encerradas en cuarteles, insultadas...? O los padres, las madres... hasta los hermanos que te dejaban de hablar o los tíos que se enfadan contigo por ejercer la política, la adjudicatura o el periodismo. ¿Cómo estarán esas familias? Por eso, el haber sobrevivido, sé que no es sano y cualquier psicólogo me dirá que me lo tengo que mirar, sé que me interpela y yo me siento muy responsable por todas esas personas que son los renglones torcidos de la memoria, los incontables. Porque no se cuentan en número ni en la historia y por eso me siento muy culpable con las personas que están por ahí, que me estarán escuchando y que aguantaron a sus familiares cuando eran escoltados. En mi nombre sí lo escucháis, muchísimas gracias.
P: Pero no entiendo por qué te sientes culpable.
R: Yo creo que es porque sobreviví, entonces tu culpabilidad lo que te hace es responsable en contarlo. Es que aquí se vivieron cosas... Matar a un hombre en una tienda de chuches con 20 euros en el bolsillo... matar a un hombre a tiros delante de niños y luego salir corriendo... Te matan. Mari Carmen Hernández, que es una de las mejores mujeres que he conocido éticamente en este país. Todas esas viudas, hijos, tíos... Este país ha vivido una vergüenza nacional de España. Y España no le ha dado las gracias. Pero si la mitad de España dice que existe ETA. ¿Cómo se van a sentir los que han contribuido a la paz de España y a la democracia si la mitad dice que todavía no se ha logrado la paz? Somos muy irresponsables con ellos como país.
P: ¿Cuántos años llevaste escolta?
R: Once. Escolta yo, cuatro Jesús, dos mi hermana, dos mi cuñado. El día que hizo la comunión mi hija, la mesa de los escoltas era más grande que la nuestra.
P: Cuando hablas de Jesús, es Jesús Eguiguren, tu marido.
R: Sí, un gran español, por cierto.
P: Tú conociste a Eguiguren en tus primeros años de militancia. ¿Cómo fue ese enamoramiento?
R: La verdad es que Jesús es un buen hombre, sobre todo es un buen hombre. Es maravilloso como padre. Y bueno, como marido, pues como todo, tengo mis quejas, pero eso es personal. He sufrido mucho por lo que le han hecho a él también. Él no tiene tanta necesidad de denuncia de lo que le han hecho como yo. Yo la tengo por vergüenza torera, porque no puede ser que una persona que ha intentado acabar sin contraprestaciones con el principal problema que tenía la democracia española le llamen loco, incapaz, ignorante -que es lo que más me sorprendía de los ámbitos mediáticos y políticos de España- y le rematen cuado él llegó devastado al final del proceso de paz.
P: Eguiguren fue el hombre que negoció con ETA la disolución de la banda. Fueron unos años durísimos, pero también por eso que estás contando, porque hubo una auténtica campaña contra él.
R: Sí, él sabía que esto iba a pasar. Si salía mal iba a suceder y aún saliendo bien sucedió.
P: ¿Cómo se explica eso, Rafaela? ¿Cómo se explica que la persona que negocia una disolución de una banda terrorista, lo hace con éxito y consigue que eso llegue a su fin, termine siendo víctima de una campaña de acoso por parte de determinados medios de comunicación?
R: Medios de comunicación y políticos. Pues porque España es muy poco generosa con sus héroes por la paz y los derechos. No lo ha sido nunca. España es muy poca patria para las personas que han luchado por los derechos y libertades de todas. Es innombrable, no esperaba otra cosa, pero nunca esperé que fueran tan crueles. Yo creía que solamente le iban a negar, no que le iban a negar, a arañar y a casi matar emocionalmente. Eso me sorprendió, la beligerancia. Nunca he entendido que hicieran eso cuando luego iba a cualquier cuartel de la Guardia Civil y le saludaban y le abrazaban o las víctimas siempre le han tenido un cariño especial. No entendía cómo la democracia española sigue cayendo en los mismos errores con la memoria. Los muertos en las fosas y los que han ganado la paz contra ETA en la ignominia. Esperaba que no le reconocieran, pero no que le machacaran.
P: ¿Cómo recuerdas tú aquellos años de las negociaciones? ¿Cómo lo vivías tú desde tu perspectiva? ¿Hasta qué punto él te iba contando lo que iba pasando y lo que no?
R: Yo sabía todo, no voy a decir que no. Con silencio y como hacemos las mujeres, sosteniendo. Si no sostuviéramos todo, no habría casi ningún avance en las democracias. Yo lo vivía con emoción, yo tenía un compromiso familiar, personal, pero sobre todo político. Creo que hacía lo correcto y también los dos co-responsables del lado del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba con sus cosas y el presidente Zapatero... No hay España para reconocerle, por lo menos, la responsabilidad para acabar. A Zapatero, la historia le está poniendo en su sitio. Eres lo que legislas y lo que luego harás. No tengo buen recuerdo del proceso porque lo que a mi casa trajo a nivel personal. Pero estoy contenta de haber formado parte de una gran solucion para el principal problema de la democracia española.
P: ¿Cuándo hablas de lo que trajo a tu casa es porque, cuando se consiguió la paz, uno de los hombres que más contribuyeron a conseguir la paz, que fue Jesús Eguiguren, cayó en un pozo emocional enorme?
R: Sí, el llegó devastado. No hay que olvidar que Jesús llevaba más de 30 años escoltado. Perdió muchísimos amigos y más gente que seguía llorando por dentro; a sus amigos, a su país, a su pueblo, a sus hermanos a los que no veía tanto como quería. Le machacaron y lo bueno es que lo salvamos, pero lo salvamos cuatro velitas que nos quedamos ahí. Porque cuando se abrieron las grandes alamedas de la paz en Euskadi y en España, se apagaron las luces en mi casa. Supongo que es un ejercicio de responsabilidad más. Salimos también. Lo bueno de sufrir el dolor, es que del dolor, superación y de la violencia, resistencia primero y supervivencia después. No malvivir, sino vivir.
P:¿Cómo está Jesús ahora?
R: Bien, bien, bien. Yo le veo siempre excesivamente de centro, tenemos un gran debate en casa [risas].
P: No será que tú eres un poco radical.
R: ¡No! Me quieren echar todo el día. ¡Vete a no sé donde!, me dicen mi hija y Jesús. Yo he visto a Jesús, cuando venía a contarme las conversaciones que tenía con ETA, defender al Poder Judicial, a las Fuerzas Armadas y luego a los militantes del PP del País Vasco que él consideraba los suyos. Y luego, puedo entender que discrepes en lo político o en lo general, pero hundir a una persona que era uno de los tuyos en la lucha contra ETA, dice muy poco de muchos los que hablaron en aquel momento.
P: ¿Y vuestra hija María cómo lo ha vivido todos estos años?
R: Yo creo que con mucha resiliencia, se dice ahora. Con mucha actitud y con mucha fuerza. Yo creo que algo habremos hecho bien porque con todo lo que ha vivido -que nadie le ha ocultado nada- es una demócrata exigente, no quiere estar en política, pero defiende la política y a los políticos para construir un país, que teniendo 22 años me parece algo increíble. Luego tiene esa libertad crítica para poder criticar a los suyos y a los demás. La veo un poco como su padre de moderada, pero me gusta porque ha tenido la libertad para eso. Y no tiene rencores.
P: ¿Se puede no tener rencores cuando ETA ha matado a tanta gente querida por ti, a tantos amigos tuyos?
R: Se puede no tener rencor, no querer venganza, pero tener dolor. Mi trabajo es hacer convivir mi dolor y mi no olvido con las personas que ahora han decidido hacer política sin pistolas. Eso es muy difícil, hay días mejores y hay días peores, pero no ajusto cuentas con nadie. Eso en la película Maixabel sale muy bien cuando Luis Carrasco está en primer grado y dice que se acuesta con las víctimas. Se acuesta con las víctimas y se levanta con las víctimas y pasar tanto tiempo con él mismo se le hace insoportable. Yo me acuesto conmigo misma. Si estoy muy nerviosa puedo no dormir bien, porque te estoy escuchando o porque tengo mucho estrés, pero no porque tenga dolor de conciencia. Es que es muy difícil vivir habiendo quitado la vida a personas o habiendo contribuido. Es muy difícil. No tengo rencor porque hay que vivir así, con lo que tienes encima.
P: Entre los amigos tuyos que mató ETA estaba Isaías Carrasco, que además le mataron muy cerca de donde tú estabas ese día.
R: El peor día de mi vida, sin ninguna duda. Yo creo que se juntaron todos los dolores juntos. No podía creer, otra vez la culpa... porque era todo lo de Thierry, se había roto el proceso, decían a Jesús lo de las corbatas negras, Jesús creía que me iban a matar a mí...
P: Cuéntame qué le dijeron exactamente.
R: Pues cuando se rompió [el proceso de paz ], Jesús le dijo a Thierry [jefe de la banda en ese momento] "vas a ir a la cárcel" y le respondió "tú te vas a poner la corbata negra".
P: Qué salvajada.
R: Claro, ten en cuenta que él tenía muchos amigos. Él lo toma por lo personal. Tú ten en cuenta, yo soy de Mondragón, matan a mi amigo, estoy en un acto repartiendo rosas, un acto agendado y público, lo matan a 600 metros de mí. Lo más normal es que este emparanoiada, con dolor y terapia porque creo que es culpa nuestra.
P: ¿Tú te llegaste a culpar de la muerte de Isaías Carrasco?
R: Claro. Es que estaba allí. Y era mi amigo. Ya sé que no es culpa mía ni de Jesús. Es culpa de ETA y de las personas que han hecho que ETA haya llegado a ese año matando. Pero no me digáis que para una persona que ha sufrido tanto, que pase eso, ese día en Mondragón, repartiendo rosas en unas generales y a 600 metros le matan. Pues no es fácil. No es fácil. Si llegué antes que la policía. Estaba al lado. No sé, es difícil de aceptar.
P: ¿Qué le contarías hoy a Isaías de cómo está Euskadi?
R: Un poquito triste. Estamos ahora un poco tristes. Yo creo que este país necesita un vuelco generacional, levantar un poquito las alfombras. Somos mucho más diversos, más plurales, más modernos, más vivos de lo que se legisla, lo que se promociona cultural y socialmente. Yo estoy encantada porque a la cultura, a la diversidad y a la identidad de un país no le puedes poner vallas. Creo que le falta eso. Isaías diría que somos unos tristes, era muy salsero. Muy guapo y muy salsero.
P: Nos has hecho un relato de todas las heridas que te ha ido dejando la vida.
R: Y aún y todo, sonrío.
P: ¿Qué cosas tienes claras de las que has aprendido en esta vida de mucho sufrimiento?
R: He aprendido, aunque sea por contraposición a los golpes que me han dado, todas las formas de violencia. Que a convivir se aprende, a ser respetuoso se aprende y a ser tolerante se aprende. Y a que un país jamás puede prescindir de nadie, ni en lo personal ni en lo colectivo. Eso es una enseñanza vital que por muchos libros de convivencia que tengamos en Euskadi no se legisla, se aprende. Me hubiera gustado aprender sin ver la intolerancia, la violencia, el clasismo, el extremismo... Pero bueno, he aprendido viendo lo que no debía ser y cómo tenía que actuar yo. Yo creo que he hecho muchos duelos y nadie quiere tener cicatrices. Llega un momento que consideras que estás guapa o guapo, ya las tienes curadas y te puedes poner al sol.
P: ¿Cuáles son tus luchas ahora?
R: Las mismas. La justicia social, el feminismo, que el feminismo no es un movimiento, es una manera de ser demócrata, es un movimiento por los derechos humanos.
P: Por cierto, estás cabreadísima con parte del feminismo porque reniega de la Ley Trans.
R: Zapatero lo explica todo súper clarito. En la lucha por los derechos civiles, hay personas que estamos más discriminadas históricamente -las mujeres- pero hay otras que han estado más discriminadas que las mujeres o junto con las mujeres, pero debajo del machismo. El movimiento LGTBI y dentro del movimiento, determinados colectivos como el colectivo trans. Un movimiento como es el feminismo por los derechos humanos de las personas no puede entrar en un debate, dividir al feminismo y dividir a un país para no reconocer los derechos humanos de unas personas que lo tienen incluso más difícil o tan difícil como nosotras. Aparte de un debate generacional del feminismo, es una actuación irresponsable e insolidaria. No podemos dividirnos. Y más en un país que nos dicen que somos una cuadrilla de amigas, que nos fumamos unos porros y nos vamos a chiringuitos. A las personas que han defendido los derechos de las personas en este país, nos llaman chiringuitos, que nos dicen que la violencia que ejercen sobre nosotras es doméstica y que nos la comamos en casa. ¿En ese momento vamos a montar una guerra en el feminismo que es un movimiento complejo y plural porque no es de nadie? Ganar un derecho no puede borrar el derecho de otra persona. Vamos a cuidar las palabras. Yo creo que no nos podemos permitir la división en el feminismo y este país no se puede permitir una marcha atrás en los derechos. No es serio y no es responsable.