Un arma nueva, el frío
El frío como arma. Un equivalente a la tortura. Imaginemos que nos la aplicaran a nosotros, a nuestros bebés, a nuestros viejitos
Barcelona
Esta semana acaba triste. La ONU acusa al Kremlin de someter a los ucranianos a “condiciones de vida desastrosas”. El Parlamento Europeo denuncia que el Gobierno de Putin es un “promotor del terrorismo”. Palabras duras, pero certeras. El motivo de las mismas es la terrible estrategia del régimen ruso de bombardear, aplastar e inutilizar las centrales eléctricas de la excolonia, para robarles la energía a sus vecinos. Trata así de vencerles por el frío.
El frío como arma. Un equivalente a la tortura. Imaginemos que nos la aplicaran a nosotros, a nuestros bebés, a nuestros viejitos.
Antes de esta brutalidad se utilizó al invierno, como instrumento bélico. Que no es lo mismo. Ante Napoleón y ante Hitler la Rusia primero zarista y luego bolchevique dejaba que los invasores se internasen en su tundra. Ahí quedarían –quedaron—paralizados, inmóviles, pasto de cualquier ráfaga, sus soldados.
Esto es distinto. El invierno repentino no es natural, sino que ha sido artificialmente preparado: es como una tortura milimétricamente dispuesta, sin azar, con alevosía. Y este arma es inicua por partida doble. Porque además de ser artificial, ultimada ex profeso, ataca a quien tiene menos capacidad de defenderse, a los más desvalidos, a quienes disponen de menos ayudas. Hablar de inmoralidad es quedarse corto.
Un arma nueva, el frío
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Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...