Una psicóloga especializada en víctimas de violaciones: "Cuesta mucho arrancarles del cuerpo la culpa, la vergüenza y el asco"
Aimar Bretos entrevista Luisa Fernanda Yágüez, terapeuta especializada en agresiones sexuales y traumas de la infancia
Madrid
Según los datos del Ministerio del Interior, los delitos sexuales han aumentado un 19% respecto al año anterior y solo las violaciones han crecido un 27%. Estas son las cifras, pero estamos hablando de experiencias que dejan un trauma enorme en la víctima. ¿Cómo se sale de ahí? ¿Cómo consigue una víctima superar un hecho tan profundamente doloroso? Luisa Fernanda Yágüez es psicóloga clínica con 25 años de experiencia y a su consulta llegan sobre todo mujeres y niños totalmente rotos. Su terapia, básicamente, es intentar que recuperen su vida lo mejor posible. Algo que "claro que sí" es posible gracias a la atención psicológica, cuenta en Hora 25.
Las víctimas que llegan a la consulta de Luisa Fernanda Yágüez son niños que han caído en manos de un pederasta que bien forma parte del núcleo familiar o se relaciona con el menor en la escuela o cualquier otro ámbito donde generan una relación de poder con sus víctimas. También trata a personas adultas, más mujeres, pero también hombres que han sufrido una violación. "Yo he llegado a atender también algún hombre que sufrió alguna agresión sexual en la calle por sumisión química", explica.
Luisa Fernanda Yágüez
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Sobre todo en los menores de edad es más difícil detectar el abuso, pero aun así mandan señales. "Los niños empiezan a estar tensos, tristes, a veces tienen pesadillas. Cuando existe una buena comunicación afectiva con sus familiares, ellos les preguntan y los niños lo cuentan. El adulto es el que tiene la obligación de darse cuenta". Otro gran síntoma en víctimas de todas las edades es la disociación, que consisten en que desconectan de su cuerpo, pierden el interés en él porque lo desprecian al haber sido objeto de abuso y eso suele llevar a generar trastornos como abandonar la higiene o la obesidad mórbida.
Lo más impactante para esta psicóloga es la mirada de los niños que han sido agredidos: "Tienen una mirada triste, de adulto. Saben demasiado sobre cosas de sexo que no deberían saber. No juegan. Se han hecho mayores. Todos tienen en su mirada algo que se ha perdido". Los colegios suelen identificar con cierta facilidad casos de abusos cuando los niños cambian drásticamente su comportamiento y tiene actuaciones sexuales impropias a su edad.
La base de la terapia es que el paciente se sienta a salvo. "A veces tenemos un problema serio si las familias no están actuando, no denuncian y no le van a proporcionar esa seguridad que la víctima necesita". Asegura que es habitual que cuando un menor hace una revelación, la madre confiesa que también sufrió abusos, por lo que se ha encontrado con abusos de terceras generaciones. Otra razón por la que la familia decide no denunciar y apoyar a la víctima es porque implica romper el núcleo familiar si se trata del padrastro, abuelo o cuñado. "Es importante denunciar, y es que es lo único que para a estos pedófilos y pederastas. Son personas que están socialmente integrados, que nadie pensaría que hacen este tipo de cosas. Yo me he llegado a encontrar a un abuelo que abusó de cinco de sus nietas, hasta que la quinta fue la que yo traté y pude convencer e intervenir a nivel familiar. Desgraciadamente cuando lo denunciaron este señor ya era muy mayor, tenía demencia y no fue a la cárcel", recuerda.
El proceso de denunciar es un proceso doloroso para las víctimas, pero "es terapéutico porque te estás enfrentando a que esto sí te ha ocurrido y estás legitimándote en el derecho de pedir ayuda y de que castiguen a la persona que lo ha hecho". Afortunadamente, a partir de la modificación de la última Ley de Protección a la Infancia las víctimas solo tienen que declarar una única vez. Queda grabada para no tener que revictimizarse y remover esos traumas en cada declaración. Además, cuando los procesos judiciales se retrasan hasta dos años ella ve cómo las víctimas retroceden en su tratamiento.
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Una vez ocurrida la agresión o violación empiezan a desarrollar fobias y "siempre está presente la culpa, la vergüenza y el asco que cuesta mucho arrancárselo del cuerpo y de la conciencia". En los niños más pequeños normalmente trata los síntomas más molestos, hace educación sexual e intenta que vuelvan a su vida normal, pero cuando llegan a la preadolescencia, que vuelven a erotizar su cuerpo, tiene que volver a retomar el tema de los abusos.
El peor daño para una víctima de abuso sexual o violación, dice esta psicóloga, es que no les crean. "No es habitual, pero les hace muchísimo daño y me imprime un peor pronóstico en la recuperación de esa persona", analiza.
El apoyo familiar o de su pareja es esencial y cuando no se da llegan a su consulta personas con tesituras como que en "las próximas navidades tengo que sentarme con mi agresor después de quince años que me ha estado agrediendo y mi familia no me protege". A su vez, los familiares también tienen que hacer terapia. "Ellos tienen que hacer un duelo porque la persona que amas está atrapada en un cuerpo que ha sido abusado y tienes que hacer un duelo con esa persona que ha cambiado y cambiará para siempre. Hay algo que se queda roto eternamente".
Asimismo, muchos adultos durante el confinamiento rememoraron sus agresiones sexuales ocurridas durante la infancia y tuvieron que volver a terapia. "Luisa, anoche estuve soñando y recordé que a mi me hicieron algo de pequeña". Esa disociación que muchas personas habían mantenido durante años explotó durante la pandemia. Las personas empezaron a conectar con sus traumas".
A pesar de ser un proceso duro, la psicóloga anima a curar esa cicatriz. "Yo les digo que vamos a abrir una herida que ha cicatrizado mal, que tiene infección. Va a doler, pero queremos que se cierre. Si ha cerrado bien, no vuelve a doler. No se va del todo, pero te deja vivir". De todos modos, hay cosas que nunca superan: el sometimiento al que se han visto obligados para poder "sobrevivir" a sus agresores.
Mar I. León
Periodista en Hora 25.