Pepe Ribas: "Es una gran mentira que en los años 70 todo era 'Sexo, drogas y Rock & roll'"
El histórico editor de la mayor revista underground española, Ajoblanco, ha traído a los espacios del madrileño CentroCentro una exposición que recoge la vida contracultural que se respiró en la Cataluña tardofranquista
Pepe Ribas: "Lo de que en los 70 todo fue 'Sexo, drogas y rock&roll' es una gran mentira"
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Madrid
Pepe Ribas (Barcelona, 1951) es memoria viva de una generación de jóvenes que rompieron con el pasado franquista a través de la nueva contracultura norteamericana y las formas de vivir que traían consigo los hippies que pasaban por Barcelona de camino a Ibiza.
La primera generación psicodélica española que se nutrió del intercambio de lecturas para romper esquemas y lograr vivir de otra forma. Una quinta de jóvenes que abandonaron a sus familias y se fueron a vivir en comuna para experimentar una libertad insólita en la España de los años 70. Un grupo que aprovechó el vacío político para formarse en el libertarismo, hartos de que sus hermanos mayores les impusieran desde el marxismo hasta el maoísmo como escuela política a seguir.
Ahora, ha traído a las salas del madrileño CentroCentro la exposición ‘Underground y contracultura en la Cataluña de los años 70’, que, como él mismo cuenta, saca del olvido la cultura alternativa que se respiró aquellos años en Cataluña, y que ha sido intencionalmente ocultada. Conocido por haber fundado la mayor revista alternativa española, Ajoblanco, Pepe Ribas acerca la Cadena SER una mirada diferente sobre dos épocas y sociedades tan distintas, la de aquellos salvajes setenta y la de estos tiempos líquidos.
Adelanta, además, la fecha en la que prevé publicar su próximo libro. Un obra que relata el fin de los movimientos contraculturales en los últimos suspiros de los años setenta. La obra supone una continuación de su Los 70 a destajo (Ed. Destino), donde Ribas recoge en primera persona lo que fueron aquellos días vibrantes en los que con veinte años se inventaron Ajoblanco.
¿Cómo ha sido la acogida de la exposición, tras su paso por Barcelona?
La acogida ha sido masiva, tanto en Barcelona, donde tuvimos más de ochenta mil visitantes, como en Madrid, que en un mes ya han acudido veinte mil personas. Es sorprendente y maravilloso la cantidad de gente joven que ha ido y sale sorprendida porque no conocían para nada lo que se vivió aquellos años. La exposición perfora los relatos hegemónicos que de la Transición han hecho tanto la socialdemocracia, como Podemos, o los museos de arte contemporáneo. Los materiales allí presentes son todos de los 70, en ningún caso hay posteriores.
¿Con qué se va a encontrar el que acuda a conocerla?
Pues el trabajo de la primera generación psicodélica española que creó una alternativa al sistema y decidió vivir de otra forma. El que los hechos estén expuestos de forma cronológica permite entender cómo progresivamente nos fuimos liberando y tratando de cambiar la vida cotidiana de la gente. Fuimos un movimiento totalmente desclasado, la gente no tenía apellido. Lo que importaba era la conexión, el contacto y la mirada. No había, como ahora, miedo al otro y esto provocaba que te fueras a vivir con el primero que encontrabas si te parecía lo adecuado. También aclara que no había drogas duras como las actuales, el ácido se tomaba con ritual para romper esquemas y ver que las cosas se podían hacer de manera distinta.
¿Qué provocó, entonces, el fin de la contracultura?
Acabó después de las primeras elecciones democráticas de 1977. La razón del fin fue multifactorial. Primero, hubo una profunda crisis económica, una inflación tremebunda que llegó al 22%, los precios subieron muchísimo, y cambiamos al euro. Por tanto, cambió el terreno económico.
Asimismo, hubo mucha infiltración en el movimiento contracultural de los partidos de extrema izquierda. Los marxistas, leninistas y maoístas se quedaron sin espacio en el Congreso y decidieron meterse en los movimientos culturales underground. Esto causó enfrentamientos tremendos porque esta gente venía de relacionarse dentro de una estructura jerárquica -la de los partidos- y es muy difícil que puedan convivir con el que basa sus relaciones en el respeto común, con lo libertario. Dos mundos completamente distintos colisionaron, el de la jerarquía y la consigna, y el que busca otro tipo de organización social a través de la asamblea, la autogestión y el trabajo común. A través de todo lo que es la anarquía.
¿Qué diferencias observa entre aquellos lejanos 70 y los tiempos que corren?
Pues no había el narcisismo ni el individualismo que hay hoy. Lo importante era el contenido. La vida era otra cosa. Un niño de 16 años, por ejemplo, huía de su casa de León porque su padre le pegaba por masturbarse, entonces, este niño llegaba a Barcelona, lo acogía la ODAF, la oficina de ayuda al freak. Se iba a un piso comunitario de gente y aprendía a convivir en libertad. La realidad diaria era muy difícil, no fue nada fácil.
Se dice mucho esto de “Sexo, drogas y Rock & roll”: una gran mentira. Hubo un gran trabajo personal y colectivo para superar toda la educación represiva, toda la iglesia católica ultraconservadora, todos los valores absolutamente hipócritas y podridos que nos habían inoculado. Fue una batalla durísima contra lo que nos habían enseñado y para superar el complejo de culpabilidad que te había metido la educación. También tuvimos que enfrentarnos a nuestros hermanos mayores que dentro de los partidos políticos clandestinos estaban preparándose para mandar, no para cambiar la sociedad. Como así ha sido.
¿Qué ha quedado de aquellos años? ¿Cuáles son las lecciones que extrajeron y que no hay que perder de vista?
Ha quedado una profunda memoria para la libertad, para ser conscientes de que hubo un momento en que en este país se rompieron esquemas. Ahora, en las familias prima el diálogo y hay una relación paternofilial amistosa; vivimos en una sociedad laica; hay matrimonio homosexual; se reconoce el feminismo: hay antimilitarismo porque nadie hace el servicio militar, y no hay un racismo excesivo. Nosotros cambiamos los valores, no los cambió el PSOE. El PSOE nos hizo mercantilistas y acabó con el poco tejido productivo que había para crear un ejército de funcionarios, y así reglamentarlo todo. Los partidos políticos no han trabajado por los ciudadanos, lo han hecho por conservar sus puestos.
¿Vendiéndolo como la europeización?
No exactamente, Europa es un continente que ha de unirse, no es mala la europeización. Otra cosa es que Felipe González negociase mal, no se puede confundir la propaganda con los hechos. Lo que se dice de que la europeización es el precio que pago España para cargarse el tejido productivo que tenía es propaganda, se podría haber hecho de otra manera. Esto es la propaganda del PSOE para salvar los muebles, pero no es verdad. No supieron negociar, era lo cómodo y, además, querían hacerse millonarios. Que es lo que han hecho, convertirse en oligarquía. Esta gente copió el modelo franquista y lo reprodujeron. Pactaron con los mandamases del nuevo Estado, comunistas incluidos.
¿Se podría haber hecho las cosas de otra forma?
Sí, la izquierda es la que más ha fracasado, no ha sabido crear una alternativa para la ciudadanía, y por eso la gente acaba votando lo que vota. Las fuerzas de izquierda están despistadas porque han traicionado a la ciudadanía, no han dado soluciones. Todo el voto es cautivo en el sistema democrático español. En Cataluña hay cuatrocientos mil funcionarios, ergo familias, que no votan a un partido, votan para mantener su trabajo. Los partidos políticos españoles no son democráticos, no hay listas abiertas, no hay separación de poderes. Se ve de manera clara en que actualmente la justicia está bloqueada por los partidos, entonces no sé de qué hablan cuando hablan de democracia. No sé a qué tipo de democracia se refieren. Lo que pasa aquí no pasa en todos los países. Esta democracia es una sucursal del franquismo.
¿El individuo era más libre antes?
La gente no tenía miedo y el dinero no era tan necesario para vivir como ahora. No había triunfado el neoliberalismo. La gente tiene mucho miedo porque no pueden perder lo poco que tiene. Con lo cual, no hay libertad; hay sometimiento al consumismo.
Por otro lado, las redes sociales han sido catastróficas. Vivimos en una sociedad que no está conectada, las redes sociales son redes puramente comerciales y de control social. Internet es un invento militar que ha sido aprovechado por las élites dominantes. ¿Google qué es? La mayor multinacional del mundo, pues ya está. No somos capaces de procesar la cantidad de información que pasa por nuestros ojos, por tanto, no hay cultura. La cultura era una forma de vida, si la cultura no cambia tu forma de vivir, entonces, ¿qué es? Pues no es nada, es moda.
¿Es pesimista con el presente?
No, me da igual. Lo que veo es que hoy en día la gente no vive como piensa, sino que piensa como vive. Esta dislexia incongruente es la que provoca que hoy nadie sea feliz. Pastillas, ocio banal, una creatividad absurda que no lleva a nada. Todo se resume en el momento. No hay un proyecto, no hay una ilusión, no hay una vitalidad. Esta todo depresivo, ridículo.
A la vez, creo que hay mucha gente al borde de hacer un ‘pum’ que podría reproducir mucho de lo que nosotros vivimos. Un 15-M puede volver a pasar en cualquier momento porque los problemas siguen siendo los mismos. El que hubo acabó con un partido y unos líderes totalmente dirigistas y jerárquicos, Podemos, que de asambleario no tiene nada. Este movimiento debería centrarse en cambiar las situaciones sociales y el esquema mental de la gente. Como nosotros lo cambiados desde el franquismo.
Es conocido que va a publicar próximamente la continuación de 'Los 70 a destajo', que completa el testimonio de aquellos años. ¿Cuándo tiene prevista su publicación? ¿Se atrevería a adelantar algún episodio autobiográfico que aparecerá recogido en la obra?
Efectivamente, estoy preparando un nuevo libro que me editará Ediciones del K.O. y que recogerá los años 1976, 1977 y un poco de 1978. Supongo que saldrá publicado en noviembre del próximo año. Nunca hablo de lo que estoy escribiendo, pero recojo, por ejemplo, el momento en que, como dije, todo el mundo empezó a pelearse y decidí irme.
¿Considera, como muchas veces se escucha, que el movimiento hippie fue una farsa?
La gente que lo juzga una farsa es porque no lo ha vivido y no entiende qué fue. El movimiento hippie permitió una reeducación de la gente, lo que pasa es que hubo muchos hippies distintos. Lo que no hay duda es que cambió la forma de vida cotidiana en las sociedades occidentales. La sociedad norteamericana en cuanto a libertades, por mucho Trump que haya no tiene nada que ver con la rusa o la china. Vete a vivir a China y luego hablamos de libertad. Los que rompieron de verdad fueron los hippies y el Mayo francés del 68.
En el mundo de Ajoblanco uno era hijo de una estanquera, otra de una tienda de barrio, otro de un oficinista, otra de un obrero de la construcción… Había de todo y no sabíamos de dónde venía nadie. Había gente que se iba a duchar a las duchas públicas porque en su casa no tenían agua caliente y no pasaba nada. Puedo afirmar que la mezcla social era mayor en mi generación que en las actuales. Con las mujeres, además, el trato era de tú a tú, en los pisos compartidos aprendidos que limpiaba el váter tanto el hombre como la mujer. Cocinaba quién podía o a quién le apetecía, daba igual hombre o mujer.
Y si todo esto es una farsa, pues vale, estupendo. Pero yo paso. Lo he vivido y ya está, que digan lo que les dé la gana los que no lo han vivido. Las relecturas y reinterpretaciones son absurdas porque están mal hechas. La gente que dice esto tiene celos, envidia, y entonces lo manipulan en favor de su discurso. Más aún en una época tan competitiva, individualista y competitiva como la actual. Nosotros no competíamos, no nos metíamos con nadie, queríamos cambiar el mundo, que es otra historia. ¿Ingenuos? Pues por suerte, sí. Sin un punto de ingenuidad no haces nada.