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'Cuerpo abierto', locura y terror fronterizo con Tamar Novas y María Vázquez

Ángeles Huerta debuta en el largometraje de ficción con un cuento gótico sobre los límites entre los vivos y los muertos, entre la razón y lo místico, entre la tierra y las identidades

Tamar Novas en 'Cuerpo abierto' / FILMAX

Madrid

La literatura oral, las leyendas y lo inaprehensible son terrenos fértiles para la imagen cinematográfica. Para experimentar con líneas tan difusas como el miedo, lo paranormal y lo místico. Ángeles Huerta debuta en la dirección de largometrajes de ficción con 'Cuerpo abierto', la historia de un joven profesor que en 1909 es destinado a un pequeño pueblo de tradiciones ancestrales. Miguel, el personaje que interpreta Tamar Novas, representa la razón en un espacio dominado por la superstición, la oscuridad y los deseos. Lo interesante es que en esa aldea se convive con naturalidad con el misterio, la muerte y los espíritus. Con todos esos elementos, la directora compone un cuento gótico que trabaja sobre la idea de frontera. La frontera terrestre entre Galicia y Portugal, la frontera entre los vivos y los muertos, entre los cuerpos y las almas, entre lo femenino y lo masculino, entre la razón y la locura en una propuesta psicológica, tenebrosa y goyesca.

Tengo entendido que esto parte de un relato ¿Qué te interesaba de esta historia para explorarla a través de las imágenes?

Ángeles Huerta: Es un relato de Xosé Luis Méndez Ferrín, seguramente el escritor gallego más importante vivo, el más importante de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Me atrapó porque es una historia gótica, clásica, de espíritus, de un extranjero que atraviesa una sierra neblinosa para llegar a un lugar desconocido. Y dentro de este cine, de esta propuesta de género tan clara, había una potencialidad para realizar una serie de lecturas contemporáneas de temas muy actuales. Eso fue lo que me atrapó.

¿Cuáles son esas lecturas?

Tamar Novas: Son infinitas, y más siendo Ángeles Huerta.

Ángeles Huerta: Tiene que ver con los límites entre los vivos y los muertos, los límites que nos definen como hombres y como mujeres, que nos otorgan una dimensión política y lingüística, y que a la hora de la verdad, en un lugar como Lobosandaus, el pueblo ficticio de la película, se desdibujan. Y en la película creo que tiene un peso muy importante esta figura de la mujer encamada, encerrada en su cuarto, que es un tema recurrente en la literatura gótica, un tipo de novela escrita sobre todo por mujeres. Tenía siempre esta figura que no dejaba de ser una representación del rol de la mujer en la familia. Y aquí lo contemporáneo es cómo se rompen esas costumbres y cómo esa mujer habitada por el espíritu de un hombre adquiere esa legitimidad que le otorga el pueblo para ocupar ese lugar de privilegio y explorar esas formas del deseo. Esto suena muy contemporáneo hablando de una película que transcurre en 1909, pero como hay esa crisis de la masculinidad en el personaje principal. O sea, hay también una lectura muy interesante que tiene que ver con una reflexión sobre lo masculino en todo el viaje que encarna Tamar Novas.

¿Y cómo llevas tú esta crisis de la masculinidad?

Tamar Novas: Ha sido todo un ritual para mí, aparte de un disfrute enorme y de un goce tremendo, hay pocas experiencias así. No es fácil tener la oportunidad de tener un personaje así y hacerlo de esta manera con todo lo que conlleva. Y a mí de verdad la película ha sido un viaje, pasaron muchas cosas a raíz de esta película que te vuelan un poco la cabeza. Obviamente por suerte no me pasa lo que le pasa a este señor que llega con toda su luz, su luminosidad, su raciocinio y acaba como acabará, prefiero no desvelarlo. Pero todo lo que ocurre en un rodaje con una historia así, con unos compañeros así, te afecta positivamente. Y a mí me ha dado mucho espacio para reflexionar, también para aprender. Me fascina todo lo que escucho con Ángeles, con María, cosas que no nos damos cuenta que están ahí debajo, que son los fantasmas de nuestro tiempo. Y tener una historia así te despega un poco de esos discursos que están ya más como establecidos y te vas a un mundo como de fantasía y al final lo que ocurre es lo mismo, de hecho se pone más a la luz con mucha presencia real de lo que ocurre y de lo que puede pasar si a eso no se le da un espaldarazo. Y volviendo a la crisis de la masculinidad, creo que se ve en la película lo que puede haber positivo en lo masculino y lo que puede destruir, lo que destruye a uno mismo y a los demás. No se trata de un hombre o una mujer, es lo que pasa con el espacio que le damos a cada cosa, las dos cosas tienen que tener un espacio totalmente equilibrado. Eso cuenta la peli, lo que pasa cuando esas dos fuerzas se desbocan.

Y en tu caso, María, ¿también tienes crisis de otro tipo? Es un personaje muy interesante, ejemplifica la represión desde muchos ámbitos

María Vázquez: Para mí también fue muy gustoso y un regalo poder hacer un personaje así. Me parecía un reto muy difícil, porque también es como esto de que le entra un hombre en su cuerpo ¿Cómo haces esto? Porque al final yo soy una mujer -risas- Me parecía delicado, como no hacer clichés de lo que piensa uno de lo que es lo masculino. Y al final, como es una peli donde realmente no importa porque va más allá del género, también es una baza que jugamos, a mí me entra el cuerpo de un hombre, pero entra en un cuerpo de mujer, entonces no se puede comportar como un hombre en mi imaginario de lo que sería meterme en otro cuerpo. El cuerpo es súper importante en la peli, habla mucho de lo carnal, lo decía Ángeles antes, del deseo también frente a la razón. Al final el deseo siempre es más fuerte que la cabeza. También me parecía muy bonito hacer un homenaje a esas mujeres de aquella época, aunque en la peli luego no trabajamos desde ese prisma, pero a lo mejor está encamada porque decide decir que es un hombre porque así la van a aceptar y va a poder vivir su amor libremente. Igual se encamó porque no podía vivir la vida que ella quería, en aquella época estar enamorada de mujeres entre mujeres era un algo... Fíjate qué curioso, en un pueblo donde casi todo está permitido, donde la mente está súper abierta a lo paranormal y lo místico, de repente algo tan sencillo como el amor es como que no se puede.

Está presente en la película una especie de mitología, los fantasmas, la religión y también la idea de frontera. En el cine gallego me parece súper interesante, percibo que es importante para vosotros ¿qué relación tenéis con ella?

Ángeles Huerta: Es totalmente el núcleo de la película y es una frontera que tiene una dimensión física, pero también una dimensión temporal. O sea, es una frontera que no me limita, que desdibuja un límite que luego se muestra como ilusorio entre Galicia y Portugal, entre políticas lingüísticas, entre lo femenino y lo masculino a través del personaje de María principalmente, pero también entre los vivos y los muertos. Todos estamos habitados por el espíritu de los difuntos y todos estamos rodeados de este tipo de presencias. Tiene una dimensión temporal porque la película está enmarcada en una idea de eterno retorno. Ese extranjero que llega en diligencia a ese pueblo atravesando esa sierra anegada por la niebla, parece que está como atrapado en ese bucle, que está como repitiendo infinitamente algo que ya ha sucedido. Si hay esta idea de que el tiempo también es una ilusión del cuerpo, todo nos lleva al cuerpo.

Tamar Novas: Y tirando de tópicos chorras gallegos, lo de no sabemos si subimos o bajamos, podría decirse que en esta historia no se sabe si estás o no estás, vivo o muertos, recurrimos un poco a esa ambigüedad, a ese misterio. Creo que es algo muy autóctono, ese misticismo tiene que ver también con lo ambiguo. La peli también habla de eso, cuando no se le da un espacio no sólo a lo ambiguo, sino a lo contradictorio, a lo que no conoces... Porque vivimos en una época en la que lo que desconocemos automáticamente lo odiamos o lo ponemos como bandera. Entonces dices no, a lo desconocido hay que darle un espacio sutil porque es complejo. De ahí nace también la película, de que no hay certezas.

Cuando empezaba la película también pensaba en un hombre que representa la razón y entra en un terreno desconocido ¿Os pasa también como actores cuando salís de Galicia o cuando volvéis a Galicia? ¿Cómo es esa relación con vuestra tierra?

Tamar Novas: Yo intento generar mi espacio de seguridad, como estar con la cabeza y el corazón un poco liberado para sentirte en casa estés donde estés. Sí que hay muchos elementos concretos que te pueden tambalear y el choque de estar en Madrid o estar en Galicia, de tener como este salto de trabajar fuera de casa es difícil. No lo pienso mucho porque con el tiempo he trabajado y he tenido la suerte de poder volver a trabajar en Galicia, que me encanta. Lo tengo muy asumido, intento llevarlo con naturalidad, llegar y encontrarme otra vez con mis compañeros, en Galicia hay muchísimos actores buenísimos, está todo el mundo muy acostumbrado a trabajar al nivel que se trabaja en Madrid.

María Vázquez: Yo me he vuelto a vivir a Galicia, o sea, cuidado Tamar que te atrapa -risas- Yo creo que un poco al revés, sin verdades absolutas. La vuelta al espacio natural al final es algo que te conecta más contigo, con la realidad. La vida de las ciudades es lo que es, lo que no es la razón. Aunque también está muy bien y son épocas y es necesario y hay otro tipo de cosas. Pero realmente lo que podríamos pensar que es más místico y más un mundo mágico y loco, yo creo que es al revés, que es la tierra y lo que te conecta más con tus raíces, con quien eres, con lo que necesitas. Y entonces, ya sea porque vivas o porque vas y vienes, yo creo que es muy necesario conectarse con eso, más cuando es un sitio que al final te va a dar tu identidad, que cuando estás un poco perdida o perdido, puedes decir aquí me agarro.

Ángeles Huerta: Hay algo en esta sabiduría popular que tiene que ver mucho con el sentido común o como dicen en Galicia con el sentidiniño. No hay nada absolutamente extravagante en pensar, por ejemplo, en los corpos abertos. Cualquier persona que tenga la experiencia de perder un ser querido sabe que nunca se va del todo y todos al final estamos habitados por el espíritu de los difuntos porque estamos habitados por multitud de historias, por el recuerdo de personas que a veces ni siquiera conocimos, pero que han llegado a nosotros por la memoria familiar, por los libros que leemos o las películas que vemos. Estamos habitados de muchas presencias y, evidentemente, cuanto más íntima o cuanta más conexión emocional tengamos con esa persona que ya no está más fuerte es su presencia. Hay mucho de sentido joven en algo que en principio puede parecer un pensamiento irracional o primitivo.

Y también es importante que estos relatos asociados a la tradición oral se perpetúen o que pasen de generación en generación. También que la literatura y el cine contribuyan a que tengan ese espacio y a que no se pierdan. Algo tan arraigo a la tierra

Ángeles Huerta: Como decía María, también esa pérdida se da en lo urbano. Cuando hicimos el casting para la película, casi todos los secundarios, figuración, los niños, son todos de la zona, y hay una anécdota muy bonita que yo les estaba contando. Ni siquiera era la trama de la película, le estaba contando un poco la trama de los niños a una de las madres para obtener su consentimiento para que participase en la película. Y cuando le dije que había un momento en el que pasaban una serie de cosas, me dijo, no, no pasa nada, yo hablo con mi padre después de muerto. La directora de casting y yo nos quedamos así con una cara...

Tamar Novas: Y consiguió un papel en la película obviamente -risas-

Ángeles Huerta: Lo gracioso fue que ella para calmarnos, como para no asustarnos, para que no pensásemos cosas raras de ella, nos dijo, no, no, no es que se me apareciese mi padre ni nada de eso. Yo hablé con mi padre a través de un cuerpo abierto, como diciendo que era lo normal, lo normal para cerrar las heridas. O sea que esas cosas en ciertos lugares sí que sigan vivas.

José M. Romero

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