¿Deberíamos hablar con más extraños? "Desde pequeños nos dicen que no hablemos con desconocidos, pero mejora nuestra salud mental y física"
La psicóloga Ana Isabel Hernández explica que una conversación con un desconocido tiene un "acercamiento más profundo" que con amigos o familiares
"Desde pequeño nos dicen que no hablemos con desconocidos, pero mejora nuestra salud mental y física"
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Madrid
Lo desconocido puede levantar un sentimiento de miedo. Pero también de intriga e, incluso, de atracción. Frank Sinatra dedicó todo un himno a los extraños, esas personas que sin nombre ni pretexto pueden cambiar el destino de una vida. 'Strangers in the night' se convirtió en todo un éxito comercial. No solo bautizó el álbum que la voz publicó en 1966, sino que dio nombre a su disco más exitoso comercialmente. De hecho fue número uno en Reino Unido mientras en España se coló, durante seis semanas, en lo más alto de la lista de Los 40 Principales.
"Éramos extraños en la noche hasta el momento en que nos dijimos nuestro primer hola", cantaba Sinatra. Y es que aquellos enamorados que "intercambiaban miradas" antes de que acabara la noche eran "dos personas solitarias". Pero "desde aquella noche", desde aquella sonrisa emocionante "han estado juntos". Pues "el amor estaba en una sola mirada" y ahora "está enamorados para siempre" aquellos que más que extraños eran, sin saberlo, "amantes a primera vista".
El amor a primera vista es fruto de dos extraños. Pero también lo es una amistad o un recuerdo inolvidable. Un desconocido se puede convertir en un compañero de vuelo o en una mejor amiga. Pero, incluso, en un confidente al que contar todas aquellas inseguridades o preocupaciones que ni el círculo más íntimo conoce. Pues, ¿cuántas conversaciones con desconocidos han dejado una aprendizaje vital?
Hablar con extraños, aunque sea una situación surrealista, tiene "efectos positivos". Así lo explica Ana Isabel Hernández. La presidenta del Instituto Europeo de Innovación en Inteligencia Emocional explica que en este tipo de interacciones se produce un "acercamiento más profundo que con personas conocidas", ya que hay "un mayor respeto por las normas de convivencia".
No se atrevió a saludar a Francino en el metro, se lo cuenta en una carta y entra en antena para presentar su cortometraje
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Además de que se produce una escucha más activa por parte de los interlocutores, se tiende a ser "más cauto y amable" que en una situación de comodidad. "Es positivo, hablar con desconocidos, actúa como un interruptor emocional", ratifica la psicóloga. Sus efectos se traducen en una mejora tanto en "salud mental" como en "estado físico".
"Una de las competencias sociales es la empatía, que es un acercamiento al otro, en ese acto inferimos pensamientos ajenos y activamos las neuronas espejos", explica Hernández. Y es que los individuos impulsan, de esta forma, "el ser social". "Es una técnica de supervivencia evolutiva", matiza.
Cuestionada por esas recomendaciones durante la infancia, en las que se pide a los más pequeños que no hablen con ningún desconocido, la psicóloga lo tiene claro. "Desde niño dicen que no se acerquen a desconocidos, crecen con esa educación de no juntarse, pero la mayoría de las personas con las que interactuamos son desconocidos", asevera. De hecho pone un ejemplo personal: "cuando la gente viene a mi consulta no nos conocemos".
La pandemia, un lastre y una ventaja
"Los amigos han sido todos desconocidos", explica Hernández. Sobre "ese miedo a lo desconocido o a lo que nos pueda ocurrir" explica que es un escudo protector. "El miedo nos protege, nos permite avanzar y bloquear, pero no podemos estar eternamente bloqueados", detalla. Reitera que "se producen beneficios en el cerebro, ya que con estas conversaciones incrementan funciones cerebrales".
La pandemia ha supuesto un reto para la capacidad humana de la interacción. "Por una parte nos aislamos, no nos relacionamos con desconocidos, pero, posteriormente, ha aumentado el valor de la salud mental y del contacto con el otro", celebra. Uno de esos casos de historias insólitas tiene dos nombres propios: Carles Francino y Andrea Soldevilla.
"Me llamo Andrea"
"Me llamo Andrea. Hoy, viernes 2 de noviembre, volvía de la psicóloga a casa. Estaba subida en le metro línea 9 dirección Paco de Lucía, en alguna parada entró un violinista y empezó a tocar Someone you Loved". Así comienza la carta que esta misma mañana ha leído Francino en su despacho. En ella, la joven cuenta que "se saltó una parada al quedar embobada con la música" y tuvo que cambiar de línea. En el nuevo vagón se "encontró a un hombre leyendo un libro de Carmen Mola".
Aquel hombre le resultó familiar, pues era Carles Francino. Emocionada se lo escribió a su madre por Whatsapp y esta le dijo que le hablara de su cortometraje, que está nominado en el NoTodoFestival. Tal y como asegura en la carta no tuvo el valor de hablar con el presentador de La Ventana. Pero gracias a la magia de la radio no se ha podido arrepentir.
"A veces no sabes, la desconfianza y la vergüenza de no querer incordiar", explica en antena. Andrea ha realizado un documental en el que su familia relata la historia de sus abuelos. narran cómo se conocieron y cómo fue la vida de uno de tantos matrimonios marcados pro la época franquista. Este encuentro lo interpreta como un regalo del destino. "Si trabajas y crees llegan las cosas, te lo agradezco mucho, me da esperanza", culmina.