Manuel Vicent: "Todo lo que es auténtico no muere"
El autor valenciano charla con Javier del Pino en un restaurante madrileño sobre su última novela ‘Retrato de una mujer moderna’, sobre la vida e historia de Concha Piquer
Manuel Vicent: “Todo lo que es auténtico no muere”
Madrid
La música del restaurante acompaña la voz pausada de Manuel Vicent. El escritor explica que el restaurante le ha puesto su nombre a un carpaccio, el plato más caro de la carta. Confiesa que no quería algo valenciano ni tampoco un solomillo, porque según apunta sería “demasiado evidente”.
La última novela de Vicent celebra la memoria de quien él considera “la primera profesional”: Conchita Piquer. El título, ‘Retrato de una mujer moderna’, es precisamente un guiño a esta profesionalidad. “Para mí son sinónimos”, revela el autor. No solo era su inmenso talento musical y literario, sino su “rebeldía profesional”.
Vicent narra las grandes escenas que protagonizó Concha Piquer fuera de las pantallas. “Cada vez que decía ‘mancebía’ en una canción tenía que pagar una multa de 500 pesetas, y aún así no dejaba de cantar”, recuerda el escritor. Concha Piquer, para Vicent, es un referente en lo que a la resistencia contra la censura franquista respecta. De hecho, recuerda la famosa escena de la cacería a la que el mismísimo caudillo invitó a Piquer. Vicent cuenta que Franco le pidió al servicio que la avisara para que fuese a su habitación y le cantase ‘Los ojos verdes’, a lo que ella respondió que si quería escucharla cantar fuese al teatro. “Es como si yo ahora me fuese a comer con Serrat y le dijese ‘oye, canta ‘La puerta de Alcalá’, que no te cuesta nada’.
Su perseverancia y perfeccionismo también han sido comentados por el escritor, que narra con tristeza, pero también admiración, la contundencia con la que la artista decidió dejar de dar actuaciones. “Su médico le dijo que si quería seguir cantando debía estar sin hablar tres años”, y tras un ligero fallo en una actuación decidió anunciar la última función de su carrera.
Vicent hace un ejercicio de memoria en este retrato que pretende trasladarnos al Nueva York de la Ley Seca, a la Sevilla franquista o a una Gran Vía en la que aún había bares donde los hombres mascan palillos. La figura de Concha Piquer y toda su música nos transporta a un lugar pasado, con la historia de una mujer que “los jóvenes no conocen y los mayores ya han olvidado”.