Más WhatsApp y menos cafés con familiares y amigos
Mientras el 75 por ciento de los españoles visitaba a sus seres queridos al menos una vez a la semana en 2005 , ahora el porcentaje roza el 60
Más Whatsapp y menos cafés con familiares y amigos
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Madrid
Cada vez es más frecuente escuchar el sonido de una campanita y una pequeña vibración antes de un sencillo: “Hola, ¿qué tal?, ¿cómo estás?”. Los españoles recurrimos cada vez más al WhatsApp o a otras redes sociales para comunicarnos con nuestros amigos y familiares. El reciente Estudio sobre confianza en la sociedad española realizado por la Fundación BBVA asegura, entre otras muchas tendencias, que la mitad del país habla por WhatsApp con amigos cercanos y familia a diario y el 90% por ciento lo hace semanalmente. Pero la cifra decae en lo que a encuentros presenciales se refiere.
Si en 2005 el estudio de BBVA aseguraba que el 75 por ciento de los españoles se tomaba un café con familia y amigos cada semana, ahora apenas lo hace el 60. Inés Ferreirós, antropóloga y coordinadora del Laboratorio de la Fundación Alternativas, apunta como uno de los principales causantes del notorio uso de WhatsApp a la precariedad laboral: “Juega un papel importante porque evidentemente quien tiene horarios laborales complicados tiene que recurrir al WhatsApp para mantener una red y una agenda social saludable y necesaria”. Este es el caso de una joven madrileña, menor de 30 años que asegura que todas sus amistades trabajan a turnos y la única manera de poder mantener su relación con ellos es por WhatsApp porque se ven menos de lo que les gustaría.
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La antropóloga de Alternativas señala al encarecimiento de la vida y la inflación como otro posible causante de ese repunte de la comunicación por internet: “La inflación dificulta la vida social porque si el ocio es caro muchas personas tienen que conformarse con otra manera de interactuar con sus seres queridos”. La parte positiva, es que el pasado confinamiento durante la pandemia de la Covid-19 que forzó a conversar principalmente por teléfono e internet ha desestigmatizado la comunicación en línea, según explica Ferreirós.
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Por otro lado, concretamente son las personas con estudios más avanzados quienes recurren principalmente a la mensajería instantánea, según se deriva del estudio de la Fundación BBVA. Elisa Chuliá, directora del área de estudios sociales de FUNCAS, aclara que esas personas más formadas son habitualmente los jóvenes, propensos a sufrir precariedades y que recurren a WhatsApp por dos razones. La primera razón, es que lo utilizan a menudo en sus trabajos muy especializados y la frontera entre vida personal y vida laboral se diluye. Acaban extrapolando las dinámicas comunicativas del trabajo a lo cotidiano porque están acostumbrados a ello. Y la segunda razón es que para ellos “prevalece la preferencia individual de organizar el propio espacio privado y la agenda privada sobre la necesidad de contactar inmediatamente y saber en cuestión de segundos lo que la otra persona opina sobre la propuesta que quieran hacerle”. En pocas palabras, “yo te escribo por WhatsApp y tú me respondes cuando puedas” porque WhatsApp es instantáneo, sí, pero aporta mucha más independencia y una mejor gestión de los tiempos de cada persona que las llamadas telefónicas convencionales.
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De hecho, la socióloga de FUNCAS explica que “internet ha permitido reforzar o incluso reactivar relaciones personales que podían estar adormecidas” porque esta comunicación no presencial simplemente indica un cambio en la manera de interactuar entre las personas pero nunca un distanciamiento con familiares y amigos. Chuliá incluso se sorprende por la diferencia de trato que ella tiene con sus amigas y la que su hija tiene con su círculo más íntimo: “Cuando yo hablo con mis amigas lo primero que hablamos siempre es para quedar, vernos y contarnos pero mi hija muy probablemente cuente cosas muy importantes de su vida a sus amigas por WhatsApp o redes sociales”.
La experta de FUNCAS especifica que las maneras de comunicarnos y la frecuencia con la que vemos a familiares o amigos son una consecuencia directa del momento vital que se atraviesa como persona: “Hace 20 o 30 años, cuando estudiaba en la universidad no me preocupaba tanto ver a mis padres, y ahora que son mayores cada vez que puedo vengo a verlos y hablo más con ellos”.
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