En medio de parlamentos en los que la violencia verbal está al orden del día, con insultos, ofensas y desprecios en muchas de las intervenciones de los diputados, llama la atención la iniciativa puesta en marcha por la primera ministra de Nueva Zelanda, la laborista Jacinda Ardern, y el diputado David Seymour, líder del derechista ACT. Todo tiene su origen en un encontronazo en el que Ardern llamó «capullo arrogante» («arrogant prick») al diputado de la posición. El comentario se escuchó en sede parlamentaria cuando la primera ministra no se dio cuenta de que el micrófono había quedado abierto tras responder a una pregunta parlamentaria de Seymour. Lo malo fue que el comentario no solo el escuchó el compañero de escaño de la laborista. El bochornoso momento quedó solucionado cuando la progresista Jacinda Ardern se disculpó con el diputado a través de un mensaje de texto: «Lo siento, no debería haber dicho eso». La disculpa de la primera ministra fue aceptada por Seymour, que dio el asunto por zanjado. Ahora sabemos que ambos políticos han ido más allá, y han decidido sacar la parte buena a lo que fue un feo momento parlamentario. Ambos han decidido subastar una copia firmada del diario de sesiones que recogió el insulto con el objetivo de recaudar dinero para la Fundación de Cáncer de Próstata: «Después de reírnos al respecto, Jacinda Ardern y yo vamos a subastar una copia firmada del registro oficial de ella llamándome »capullo arrogante« para recaudar dinero para capullos de todas partes, una gran causa». Los rivales políticos se han fotografiado firmando el acta y posando con el documento. Una buena forma de dejar a un lado las diferencias ideológicas y de paso echar una mano a una buena causa. Hace pocas semanas la primera ministra neozelandesa protagonizó junto a su homóloga finlandesa, Sanna Marin, una anécdota cuando un periodista les preguntó tras una reunión bilateral si se habían reunido porque tienen «la misma edad». Ambas reaccionaron rotundas y subrayaron el potencial económico entre ambos países: «Nos reunimos por ser primeras ministras y no por ser mujeres».