'Aftersun', la memoria, el amor y la paternidad en una de las películas más bonitas del año
La directora escocesa Charlotte Wells firma el debut revelación de la temporada, una historia que juega con sus recuerdos y la ficción donde un padre y una hija pasan sus vacaciones en Turquía

Fotograma de 'Aftersun'

Madrid
La directora escocesa Charlotte Wells ha conseguido muchas cosas con su ópera prima. Nominaciones, premios, unanimidad de la crítica y lograr transportar a los espectadores a un tiempo, entre lo real y lo ficticio, entre el sueño y el recuerdo, entre el amor y la pérdida. Aftersun es una película en la que la memoria acaba siendo algo sensorial. Tiene olor a crema solar, colores cálidos que recuerdan al verano de nuestra infancia y una música que nos hace viajar por nuestros recuerdos. De hecho, la película se abre con unas imágenes que simulan un vídeo casero, a veces distorsionado.
“Hojeando álbumes viejos, vi una foto de mi padre conmigo de vacaciones en España, cuando él tenía más o menos la edad que yo tenía en ese momento. Me sorprendió lo joven era. De ahí surgió una primera idea, que tenía una estructura más convencional. A partir de eso, me permití que parte de mis emociones determinaran el guion final usando mis propios recuerdos. Por eso creo que ese proceso hizo que la memoria formara parte de él”, cuenta la directora a la Cadena SER, tras su paso por el Festival de Sevilla. Aftersun se presentó en Cannes, después ha pasado por varios festivales y ha ganado los premios británicos de cine independiente.
La historia es sencilla. Un padre británico joven y separado va con su hija pequeña de vacaciones a Turquía. Allí disfrutan del verano, del sol, de la piscina en uno de esos veranos en los que la adolescencia empieza a asomar. Años después, esa hija, que ya es madre, empieza a recordar aquellas vacaciones. La esencia del filme no es tanto lo que cuenta, sino cómo cuenta la relación de ese padre y esa hija. Una narrativa original para hablar de cómo construimos la memoria y cómo la intentamos desmadejar. “Los recuerdos que tengo son imágenes y creo que eso se debe en parte a que grabamos imágenes de tiempos que han pasado. Y eso empieza a influir en la forma en que recordamos las cosas y qué cosas recordamos", explica Wells que ya habló en su cortometraje Tuesday sobre el duelo y el dolor de perder a un padre.
De hecho, en Aftersun hay mucho de sus cortometrajes. No solo el uso de temas que van apareciendo en el filme, como en el citado Tuesday o en Blue Christmas, donde un cobrador de morosos decide trabajar en nochebuena para no enfrentarse a la crisis de su mujer. También en la forma de contar una historia, evitando una narrativa convencional, poniendo en el centro el cuerpo de sus personajes, como hace en Laps, donde en solo seis minutos cuenta una escena de acoso sexual en el metro pegando la cámara a su protagonista y donde el fuera de campo es fundamental para entender lo que ocurre. Lo mismo que en Aftersun.
Imágenes que conforman casi una propia mitología del amor, de la paternidad, del duelo y de cómo se construye ese recuerdo. “Es difícil saber si uno recuerda el momento o si recuerda la imagen. La sensación del momento frente a la sensación de mirar la imagen me parece muy complicada. Es algo en lo que pensé mucho durante el rodaje de la película. Esa es la razón por la que incluí las imágenes caseras, como una herramienta para hacer avanzar la película en ese sentido”.
En ese paseo por unas vacaciones pasadas. La directora cuenta el arco de dos personajes, el de esa niña adolescente que empieza a madurar mientras mira de reojo a su padre, al que confunden con su hermano. El actor de ese padre al que le pasa algo. No está bien. “Nunca quise ofrecer algún diagnóstico o tener una escena en la que se sepa exactamente por qué está mal. Porque la verdad es que no sabe exactamente lo que pasa”, explica de los personajes magníficamente interpretados por Paul Mescal, al que vimos en la serie Normal People, y la joven Frankie Corio. Personajes a los que la cámara sigue de cerca, mostrando cada uno de esos movimientos.
Lo cierto es que en Aftersun todo se cuenta a retazos. Es una película impresionista. Donde la luz y el color importan tanto o más que la propia historia. Los detalles dicen más que cualquiera de sus diálogos. Por ejemplo, la diferencia de clase se cuenta mostrando dos hoteles diferentes. En el que se hospedan y al que acuden a divertirse. “Me interesaba mostrar esa diferencia, pero no desde un rango muy grande. Es decir, no queríamos que el hotel al que van a divertirse fuera una torre de cinco estrellas. Hay diferencias entre los hoteles, pero no son hoteles lujosos”, explica. “La elección de esos lugares indica que los personajes aspiran a ser algo que no pueden alcanzar en ese momento. Y en cuanto a las dificultades financieras de Callum, es algo con lo que pueden identificarse muchos padres jóvenes”, dice la directora apadrinada nada menos que por el ganador del Oscar por Moonlight Barry Jenkins. “Ha sido increíble que haya producido, con suerte espero volver a trabajar una y otra vez”.

Charlotte Wells, directora de 'Aftersun' / ELÁSTICA FILMS / MUBI

Charlotte Wells, directora de 'Aftersun' / ELÁSTICA FILMS / MUBI
En ese impresionismo, el uso del color es fundamental, con una paleta de colores saturada. “Lo planificamos con colaboración y mucho trabajo, reflexión y planificación. Trabajé en estrecha colaboración con mi director de fotografía, diseñador de producción y diseñador de vestuario, y determinamos una paleta común en ciertos espacios, cálidos para la habitación del hotel, donde se hospedan”, cuenta Wells. “Queríamos que parecería actual, a pesar de que estaba ambientada en el pasado, no queríamos que la paleta de colores pareciera apagada”. La directora y el director de fotografía, Gregory Oke, recuperaron sus propias fotos navideñas, para determinar qué aspecto tendría esta película que ocurre en 1990. Es la música la que indica en qué tiempo estamos y algunos guiños que la directora coloca en esa habitación, como libros y objetos personales.
“Con la elección de la música me plantee que igual no eran las canciones que más me gustaban, pero sí la música que sonaría en esos lugares en ese momento”. De ahí que suene La Macarena en versión inglesa. “Además, pensé que las listas de reproducción de los protagonistas debían ser diferentes. Uno escuchaba más música de los ochenta, la otra más música pop contemporánea de finales de los noventa”. Por ejemplo, Tender de Blur, o Under pressure de David Bowie.
La música es también la base de una de las escenas más bonitas del año. La que tiene lugar en una discoteca, donde los personajes se encuentran de alguna manera. “En mi cortometraje Blue Christmas ya terminaba con una escena culmen donde la fantasía y la realidad se rompen en el transcurso de una secuencia de baile y aquí, de alguna manera, creo que quería mejorar eso. Al final, en esa escena se unen los dos mundos de la película”.

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




