Nos preguntarán por el mundial de Qatar y si de verdad fue la mejor final de las finales y quizá, antes que eso, nos pregunten cómo fue posible que en 2022 el mundo consintiera un mundial en ese país, con las sospechas de corrupción, y los trabajadores muertos, y la vulneración de derechos. ¿Cómo fue todo tan evidente?, si hasta se impidió un brazalete. ¿Cómo fue posible que, sabiendo, se ignorara? Que el fútbol, sin ser nada, a veces lo es todo, se vio en Argentina pero se celebró en muchas partes. Esto, por ejemplo, es Nápoles, que es Italia por geografía y es Argentina por fútbol. Tuvo que ser en Qatar donde vimos la mejor final. Ocurre pocas veces que uno tenga algo histórico ante sí y sea consciente de ello. Ocurre menos veces aún que una final se juegue sin apenas rival hasta que, a diez minutos de acabar, Mbappé cambiara en dos minutos las crónicas que iban ya camino a la imprenta. ¿Cómo es posible?, se decían en el minuto 80 los argentinos. ¿Cómo es posible Mbappé?, maldecían. Hasta que él, el Dibu, metió una pierna que valía una copa. ¿Cómo es posible?, es lo que parecía decirse Mbappé mientras intentaba soltarse de los brazos de Macron, que quiso hacer del padre que ha ido al campo a animar a sus hijos y acaba saliendo en todas las fotos. Mbappé, en cambio, estaba en lo suyo, tratando de averiguar cómo se puede perder un mundial después haber metido cuatro goles. Tuvo que ser la final entre Argentina y Francia, como si fuera Rayuela, pero con un emir, con la túnica a punto para que la historia no olvide. Cómo es posible, en fin, que ese jugador de 35 años, con un seleccionador de 44, esperase a una final así para su tango mejor. ¿Cómo fue que, cuando se desató el griterío, se hiciera un silencio? Fue ese instante en que Messi se encaró con los que llevan una vida -la suya- comparándolo, o enfrentándolo, a otros. Y ahí, sin decir, les dijo eso de «qué miraís, andád pallá». Fue ahí cuando zanjó los debates y se percibió el silencio mientras los demás gritaban.