Sesiones maratonianas en el Constitucional

Barcelona

Técnicamente, jurídicamente, la cosa es bastante compleja. Por eso la decisión del Tribunal Constitucional sobre si irrumpe o no en el Parlamento e interrumpe o no por la brava su soberana libertad deliberativa lleva mucho debate detallista. Por eso su tiempo no es el del sprint de los 100 metros libres, sino el de la maratón. Horas y horas de reunión interminable. Y lo que nos rondarán.

Y sin embargo, el asunto es también, a la vez, muy sencillo. Al menos desde el punto de vista de la ética, o de la elegancia, o del respeto a las maneras responsables de actuar. ¿Es correcto proseguir en un puesto de mando, cuando ha acabado tu mandato? ¿O bien uno puede creerse imprescindible y, por tanto, autorizado a impedir el paso al legítimamente elegido para sucederle?

Este es el dilema que debería haber resuelto ya el presidente del tribunal, Pedro González-Trevijano. El compromiso hacia el decoro del cargo, debería haberle aconsejado irse a casa y no prolongar su permanencia exorbitante en la poltrona, con su generoso sueldo, a costa del prestigio de la institución. Las sesiones del tribunal no serían maratonianas. Ya estaría todo resuelto. Y la amenaza de secuestro al Parlamento que profieren la ultraderecha y la derecha acogotada por esta, dejaría de ser peligrosa. ¿Es que acaso los que quieren paralizar ahora al Senado juegan a la seducción sugiriendo promesas de bellos puestos en el futuro, como, un ejemplo, la futura presidencia del Consejo de Estado, a cambio de lealtad partidista perruna? ¿A quién serviría eso, si lleva aparejada la deshonestidad y el descrédito?

Escucha todas las miradas de Xavier Vidal-Folch