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Violeta Gil o cómo hacer de la muerte del padre un retrato sentimental de España

La escritora firma en 'Llego con tres heridas' uno de los debuts literarios más destacados y emotivos de 2022 contando el duelo a la muerte de su padre y el retrato de España como país

Entrevista Violeta Gil

Para Violeta Gil esta es su primera vez publicando una novela. Para ello ha usado material íntimo y personal, una historia autobiográfica que vuelca en Llego con tres heridas, su ópera prima en la editorial Caballo de Troya, la última novela publicada con Jonás Trueba como editor invitado. Violeta Gil es filóloga y creadora escénica, cofundadora de la compañía teatral La Tristura. Llego con tres heridas, título extraído de un poema de Miguel Hernández, es su historia familiar, que se relaciona con la historia de nuestro país. El pasado y su padre, muerto cuando era joven; o el choque entre lo urbano y lo rural, recorren la novela. De todo esto conversamos con la escritora.

¿Cómo ha sido saltar del teatro y la poesía, campos en los que ya habías trabajado, a la novela?

Fue en 2015, un momento un poco crítico económico de España y un momento crítico también para la propia compañía, porque llevábamos muchos años trabajando juntos. Se me ocurrió solicitar el Máster de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa, que es becado. Me pareció un planazo. Lo hice un poco sin saber muy bien si iban a coger, evidentemente, ni qué iba a significar en mi vida, pero pensé que era algo que podía estar bien. Ahora siento que es la mejor decisión que he tomado así en los últimos años, pero de largo. Y allí tenía clases de ficción, de poesía, de no ficción, talleres aparte también de de clases más teóricas. Unos meses antes de irme empecé a escribir una novela que no he terminado, pero que de alguna manera es germen de este libro.

Y dices o es que es en el libro que escribiste en inglés, ¿por qué?

Justo aterricé en una clase de no ficción de un de un escritor maravilloso que se llama Charles de Ambrosio, y teníamos que escribir lo que ellos llamaban personal non fiction, un ensayo personal. Me lancé a escribir algo que para mí era muy necesario, pero muy doloroso, y que no había sido capaz de escribir en español, porque no encontraba las palabras y porque me daba también un poco de terror compartir con mi madre, básicamente.

Al final te has atrevido, has escrito Llego con tres heridas, que son tres heridas que al final todos en mayor o menor medida vamos a tener o hemos tenido, o tenemos, ¿no?

Cuando las cosas salen al mundo te preguntan cosas y, sin duda, son heridas con las que todos convivimos en mayor o menor medida, por eso existe el poema de Miguel Hernández. Creo que en mi caso tienen como una unión muy fuerte desde mi propio nacimiento, desde que nazco y mi padre muere cuando yo tengo tres meses y, además, muere alrededor de una historia de amor muy potente, muy profunda. Entonces sí que siento que que estaban como bullendo con mucha fuerza en el momento en el que yo llego al mundo y que eso me marca absolutamente a la hora de relacionarme tanto con mi familia como con el amor, mis amantes, mis amigos y con la idea de la muerte que creo que siempre he tenido como una especie de distancia extraña y que he tenido que solventar, me he tenido que acercar para para poder entender mejor.

Uno de los temas de la novela es cómo abordar la muerte, ¿hemos perdido la manera de lidiar con la muerte y sus rituales?

Creo que es una de las cosas que más me obsesiona y, por eso, trato también de acercarme no sólo a la generación de mis padres, sino de mis abuelos. El libro comienza con una cosa muy sencilla que es mi abuelo diciéndome que por fin tenemos un tanatorio en el pueblo. Para él era un avance y lo comprendo, pero yo sentía que había una pérdida a nivel social, que es no tener esa relación que se tenía antes con la muerte. Tampoco quiero reivindicar un pasado nostálgico, pero sí siento que hay algo que hemos perdido en esa comprensión de lo que significa un cuerpo que muere y de poder mirarle a la cara, que es doloroso, sin duda, pero que nos ayuda. No es solamente los ritos alrededor de la muerte de los seres queridos, sino todo lo que tiene que ver con la religión, con procesiones. No hablo solamente de España y del catolicismo, aunque obviamente está, sino también he hecho muchas lecturas de otras comunidades y otros países en que la muerte se trata como parte de la vida y que creo eso te hace poder entenderla y enfrentarte a ella de una manera un poco más sencilla, más natural.

También hablas de las relaciones familiares y de pareja, del amor. El personaje se pregunta muchas veces si eso de no tener relaciones duraderas es algo generacional o es algo heredado de ese padre...

Sí que hay una parte que aprendemos en casa, cómo vemos cómo se relacionan nuestros padres, cómo decidieron amarse y cómo se aman en el presente. Pero también tengo una sensación muy clara de cuando era más joven, de que lo revolucionario era tener una relación duradera. Ahora mismo ya ni siquiera sé dónde estamos en ese sentido. Creo que es una de las cosas que nos ahora mismo nos está volviendo más locas como. Cómo amar de una forma que tenga sentido, con el tiempo en el que vivo y con lo que he aprendido y con toda la herencia que traigo detrás.

Hay una cosa interesante que es cómo muchas veces es más fácil encontrarse con la generación de los abuelos que con la de los padres, que hay un cierto rechazo. ¿Tiene esto que ver con la historia del país?

Yo siempre pienso que tiene que ver con la responsabilidad que tienen nuestros padres hacia nosotros y tenemos nosotros con ellos, que es como mucho más directa y mucho más confrontacional. Y cómo eso nos brinda la oportunidad de tener una relación un poco más fácil con la generación anterior. Los abuelos no tienen esa responsabilidad de educarte y de ponerte límites. Ahí puede haber un poco más de apertura. La relación que yo he tenido con mi abuelo, que es quien de alguna manera protagoniza sobre todo la primera parte del libro, no ha sido especialmente fácil, pero sí ha tenido más posibilidades comunicativas que tiene él con sus hijos.

¿Qué ha hecho mal este país que no ha sabido entenderse generacionalmente?

No nos hemos dado el tiempo para comunicarnos mejor, para hablarnos mejor. Para eso hace falta paciencia y hace falta también un desapego del ego. Ahora estoy leyendo mucho a Carmen Martín Gaite, que también pienso por qué las generaciones tenemos estos problemas comunicativos y nadie nos haya explicado hasta ahora por qué hay que leer a Carmen Martín Gaite, que es importantísima para entender la literatura, pero también las relaciones amorosas y familiares del país. En una entrevista ella decía que lo más importante es la búsqueda del interlocutor y que toda la vida nos la pasamos buscando eso, muchas veces sin saberlo. Si supiéramos que eso es lo que estamos buscando, las cosas serían más sencillas. De hecho, tiene un libro que se llama La búsqueda del interlocutor.

En la novela va apareciendo el contexto político y social de un país y cómo va afectando la crisis económica, sin ser un libro evidentemente político, eso sí que está muy presente, ¿por qué?

Tengo la sensación de que todo es político. Era muy importante hablar de historia personal, pero siempre en relación con el contexto social y político de un de un país. Y además fue lo que me permitió contar la historia, porque cuando uno se fija demasiado en lo que tiene muy cerca, muchas veces se queda atascado y no puede llegar más allá. Y no fue hasta que comprendí que la única manera de hablar de lo que tenía más cerca era de hablar del contexto general. No pude escribir el libro y en el caso de este país es muy claro que todavía somos herencia de esa guerra y posguerra y de lo que pasa en una vez comienza la transición. Creo que no podemos entender nuestra forma de amar y comunicarnos sin entender de dónde. De dónde venimos.

Hay una exposición personal enorme, cuentas toda tu historia, todos tus sentimientos. Ahora que ha ganado Annie Ernaux el Nobel, que también de alguna manera, con un estilo distinto, habla de su vida, ¿por qué crees que hay autoficciones que traspasan el ego y conectan con lo universal?

En mi caso, tuvo que ver esa clase que comentaba en Iowa. En la que hablábamos del ensayo personal y se centraba mucho en la idea de cómo contar algo que tiene que ver con un evento muy íntimo, sin que lo central sea el yo, sino que encontremos una manera de transmitir esa historia. Creo que era muy inteligente la manera que tenía este profesor de acercarse a ese tema y creo que tiene que ver con el estilo, sin duda, porque hay una marca las distancias y también se coloca en un lugar. Cuando has dicho "personaje", yo sí que siento que he puesto alma, vida y corazón en el libro, que evidentemente soy yo en muchos sentidos, pero también siento haberlo construido y haber tratado de alejarme en muchos momentos. Por eso sí lo siento como un personaje, porque es así como lo he tratado, como un personaje que está atravesando una búsqueda. Eso es lo que da la clave para pensar que no es un trabajo ególatra. Es algo con lo que me he enfrentado todo el tiempo en la escritura y, cuando me he encontrado momentos en los que sentía que estaba hablando de mí demasiado, los acababa borrando.

¿Ha sido una catarsis?

Muchísimo, muchísimo. O sea, ahora mismo todavía estoy demasiado cerca de esta salida al mundo del libro, pero los últimos meses de de escritura y corrección fueron una revolución del corazón y de la cabeza muy grandes. Y también eso me dio un tipo de seguridad, dentro de la inseguridad total que tengo en este momento por compartir el material, que me hizo pensar que necesitaba hacerlo. Y cuando algo parte de una necesidad muy grande, tiendo a pensar que también otra gente va a apreciar esa necesidad y quizá va a conseguir hacer la suya.

Hay en el libro una conversación con tu padre en estilo directo. ¿Por qué decides hacer eso en medio de la novela?

El día que encontré eso fue justo el verano pasado, estando en una residencia en escritura en Zaragoza. Me dije que lo iba a hacer porque necesitaba hacerlo, necesitaba tener esa conversación de una forma directa, una conversación que nunca ocurrió, nunca ocurrirá y que es un deseo absoluto. Era muchísimo más larga y ahí sí encontré algo catártico. De pronto, se generó un movimiento que creo que el libro necesitaba, pero que yo también necesitaba. También tiene que ver con mi experiencia teatral. Yo vengo del teatro. Sin embargo, en el teatro siempre me ha costado mucho escribir diálogo. Es muy raro. Me ha sido mucho más sencillo escribir voces en off, textos proyectados, monólogos. Solo los últimos años en las obras de La Tristura aparece el diálogo.

El personaje se va a la España vaciada, que es el lugar donde donde nació, donde vivieron sus padres, también al pueblo donde viven sus abuelos. Últimamente en la ficción literaria y audiovisual, la vuelta al pueblo, a lo rural, es algo muy común para encontrarse, ¿tiene que ver con algo que estamos viviendo como sociedad?, ¿por qué la ficción lo está reflejando con tanta intensidad?

Muchas de las personas que estamos creando en ciudades en realidad hemos llegado aquí de los pueblos y, muchas veces, después de crisis económicas o sociales como las que estamos viviendo, se intenta volver al origen, volver a la raíz, simplemente para comprenderte mejor o para comprender a tu país mejor. Puede que sí sea una cosa generacional, esa necesidad de volver a ese lugar del que venimos para poder parar, mirar con distancia qué es lo que nos ha pasado. No lo vivo tanto eso como una necesidad de ir a la España vaciada, sino simplemente de volver al origen. Vivimos con tanta rapidez y tantas noticias, tanta información, tantas imágenes, que ese bombardeo constante nos impide, a veces, pensar con claridad. Supongo que hay algo de un deseo casi infantil por volver a ese lugar, que era un poco más protegido y un poco más callado y en el que en el que poder pensar las cosas de otra manera. Yo no tengo posibilidad real de volver a ese lugar, porque la casa ya no existe. Pero de pronto a través del libro podía hacerlo. Y aproveche la ocasión.

Hablabas del teatro, de la poesía, pero también de muchas referencias al cine. De hecho, Jonás Trueba es el encargado de la edición, no sé cómo será como editor.

Bueno, para mí ha sido fundamental. Primero porque es la persona que me llamó para preguntarme si tenía algo y le dije que tenía dos capítulos en inglés, los leyó, le gustaron y me que escribiese el libro. Si no hubiera ocurrido eso, a lo mejor nunca hubiera escrito el libro. Pero más allá de eso, sí ha habido una conversación durante el proceso de escritura, que también ha sido fundamental para entender lo que tenía que ser el libro, lo que podía llegar a ser y que para mí ha sido muy importante y estoy muy agradecida. En cuanto al cine, siempre, tanto en mi trabajo teatral como literario, ha tenido un peso muy grande. Primero porque me gusta mucho, me interesa mucho. Creo que la escritura del libro puede llegar a ser cinematográfica, porque pienso mucho en imágenes y porque hay algo ahí, en esas dos horas en las que uno se encierra en un lugar a oscuras y recibe las imágenes de la pantalla, en que el cerebro se activa muchísimo.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...