Conviene ordenar los problemas y tener claro cuál es el que nos ha traído hasta aquí
En medio del ruido, de la mezcla interesada de problemas, es conveniente distinguir
Madrid
El sorteo de la lotería nos puso ayer en puertas de la Navidad con ese poder evocador de la cantinela de los niños de San Ildefonso. Pasan los años y se cumplen cuatro. Cuatro años con el Consejo General del Poder Judicial caducado, el origen real de la gravísima crisis institucional que estamos viviendo en España.
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Conviene ordenar los problemas y tener claro cuál es el que nos ha traído hasta aquí
En medio del ruido, de la mezcla interesada de problemas, es conveniente distinguir. Las chapuzas legislativas, los desacuerdos políticos, las distintas maneras de enfrentar la normalización en Cataluña o la batalla electoral forman parte de la vida de una democracia. Lo único excepcional, lo que coloca a nuestro país con una chincheta roja en el mapa europeo, es que hay un órgano constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, con unos señores que hace cuatro años deberían haber dejado sus cargos.
Y esos señores y señoras, que no deben estar ahí, son los que han decidido qué jueces nos juzgan a los españoles. El PP no ha permitido su renovación y ellos no dimiten. Y no solo siguen atrincherados en sus cargos, sino que continúan tomando decisiones para el Tribunal Constitucional. Y lo último es que el bloque conservador ha decidido que solo puede ser miembro del tribunal el progresista que a ellos les guste.
Antes de ponernos a comer turrón, conviene ordenar los problemas y tener claro cuál es el que nos ha traído hasta aquí.
El Tribunal Constitucional es a la vida política lo que el VAR al fútbol
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
