Hasta todos los días, poeta
Adiós Serrat. Estamos en deuda infinita. Hasta mañana, Joan Manuel, “Juanitu”, el “nano” más cercano de todos los vecinos, de cualquier país
Barcelona
Hoy puede ser un gran día. Y será una gran noche. En pocos minutos empieza el último concierto de Joan Manuel Serrat, que se despide en Barcelona, en Montjuïc. A solo un paseo de aquella estrecha calle popular – “aquell petit carrer”—donde nació.
Seis decenios ininterrumpidos cantando. Como el mismo confiesa en la intimidad su secreto es que “hay gente que vive de esto, yo vivo para esto”. Añorará escucharse sus canciones desde las gargantas de su público. Hoy van los notables, hacen bien. El martes, el primer día del ciclo último estaban todos los del barrio, los de todos los barrios. La dentista Agustí y el abogado Melero, la médica Tornos y su hijo Manu Guix, el más joven, y así hasta 17.000 voces, coreándole. Acabamos tan roncos como el artista.
La emoción de la despedida (“es una fiesta, no quiero tristeza, he sido muy feliz haciendo esto”, advirtió) es también la emoción acumulada y repartida por un enorme poeta de lo cotidiano: de las estaciones que van pasando, de las largas noches de invierno, de las viejitas que suben a la iglesia, del íntimo café donde no entra ni la luz de la calle ni la gente sensata. Y de las grandes pasiones. La libertad, para la que hoy como ayer lucha, sangra y pervive. De los decires de Antonio Machado y su viaje a la dignidad, y de Miguel Hernández y las cebollas que alimentaron a su hijo, que nunca pudo hablarle.
Muchos han punteado su primera pasión con las “paraules d’amor”, ese himno universal. Tantos le debemos que nos acompañase, sin imponerse; que silabease escuchando; que enarbolase su voz por todas las grandes causas. También cuando era difícil. O intempestivo.
Adiós Serrat. Estamos en deuda infinita. Hasta mañana, Joan Manuel, “Juanitu”, el “nano” más cercano de todos los vecinos, de cualquier país.
Hasta todos los días, poeta
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...