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Urtain fue más popular en España que Nadal

Su nombre era José Manuel Ibar Azpiazu. Lo de "Urtain" es el nombre del caserío del barrio de Ibañarrieta (Zestoa-Gipuzkoa) en el que se crio junto a sus nueve hermanos. Fue su sobrenombre desde que practicaba el levantamiento de piedra. Ya como boxeador fue conocido también como el morrosko, el tigre de Cestona (Zestoa) o el campeón de la txapela.

El viaje de ida | Urtain fue más popular en España que Nadal

Madrid

El viaje de ida a la vida del boxeador Urtain no abundará en sus episodios más grises y oscuros que tienen que ver con su caída final en la lona vital. Hoy no toca su ruina económica, su alcoholismo y su suicidio días antes de la inauguración de los juegos olímpicos de Barcelona. Queremos conocer al José Manuel Ibar que empezó siendo el mejor levantando piedras en su tierra, en Euskadi, y que terminó siendo la gran estrella del boxeo español de los setenta. Cuentan los periodistas Alfredo Relaño y Julio César Iglesias, que le conocieron personalmente, que llegó a ser en España un mito a la altura e incluso superior a lo que hoy es Rafa Nadal. Sus primeros combates los ganaba muy rápido por nocaut. Debutó en julio de 1968 en el campo de fútbol de Villafranca (Gipuzkoa) y su rival no le aguantó ni 20 segundos. Algunos expertos incluso dudaban de sus primeros rivales, poco conocidos. Alfredo Relaño recuerda que "de pronto aparecía un supuesto campeón de Senegal llamado King Lion al que derrotaba al primer golpe y al final resultaba ser un descargador de puertos".

Su descubridor fue el empresario vasco José Lizarazu, empeñado en encontrar al sucesor de Paulino Uzcudun, cortador de troncos que ganó el campeonato de Europa de los pesos pesados antes de la guerra civil. José Manuel Ibar "Urtain" también provenía de los deportes rurales vascos, lo suyo era el levantamiento de piedra. Ya era muy conocido antes de que le llegara la llamada del boxeo. Incluso se picaba mucho en su familia con uno de sus nueve hermanos, Cándido, que era un gran pelotari, y que nos ha contado que un día le retó y le ganó una vaca. Lizarazu era el dueño del Hotel Orly de San Sebastián y montó un gimnasio en la azotea para que entrenase el futuro campeón. Desde aquella privilegiada terraza Urtain disfrutaba de las vistas panorámicas de la Playa de la Concha y el casco viejo.

La carrera de José Manuel Ibar empieza con combates muy fáciles. Los expertos lo veían como alguien con poca técnica y dudaban que pudiera aguantar muchos asaltos con un rival de nivel. Pero Urtain se lo tomó en serio, era muy competitivo, y contrató al preparador italiano Renzo Casadei y se trasladó a Madrid. No fue fácil la adaptación, incluso se tuvo que venir una hermana para hacerle las comidas. Poco a poco se fue haciendo popular por sus excesos fuera y dentro del ring. Y llegó el gran momento, su gran noche el 3 de abril de 1970. Su rival el alemán Peter Weiland. Se jugaban el campeonato de Europa de los pesos pesados y Urtain se hace con el cinturón. Aquella fue la primera noche de un ambiente único en el Palacio de los Deportes de Madrid como nos cuenta Alfredo Relaño, una "mezcla de gente de buena posición con macarras, humo, alcohol, comentarios groseros del tipo 'no le pegues en la cabeza que está estudiando", de sillas de madera que volaban al ring si el veredicto no gustaba, un ambiente costumbrista, típico del cine del neorrealismo italiano".

El campeonato de Europa lo pierde meses después en Londres frente al mítico púgil británico Henry Cooper, lo recupera un año después ante otro británico, Jack Bodell. Y lo pierde definitivamente en 1972 ante el alemán Juergen Blin. Pero ahí no acaba su carrera. Siguió boxeando, haciendo giras, se convierte hasta en un juguete. El actual narrador de boxeo en Eurosport Jorge Lera recuerda que los Reyes que más ilusión le hicieron de niño fueron "dos muñecos boxeadores en los que metías la mano para pulsar dos botoncitos, uno activaba el muñeco de Legrá y el otro el de Urtain". En todos los bares de España se servía entonces un plato, llamado "Urtain", a base de huevos fritos, filetes de lomo y mucha patata. Acorde a lo que comía el gran campeón que engullía a lo bestia. Recuerda Julio César Iglesias que un día que comió con Urtain pudo comprobar como "se despachaba seis docenas de ostras como si fueran pipas". Era así, nos cuenta el presidente de la Federación de Boxeo Enrique Soria, "un hombre carismático, simpático, él solo se puso al frente de los carteles porque era el que más público arrastraba".

El último combate de José Manuel Ibar "Urtain" lo enfrenta en Amberes al campeón europeo Jean Pierre Coopman. O ganaba o se retiraba. Lo tenía claro. Y se retiró porque perdió su última pelea el 12 de marzo de 1977. Le quedaban más asaltos en su vida, pero también acabó derrotado. Como dice Enrique Soria fue "un hombre forzado a dedicarse a una profesión de la que no tenía afición, pero se fue sin hacerle daño a nadie, solo se hizo daño a sí mismo". Lo que nos queda es la ternura atractiva de alguien capaz de sacar el orgullo de la tribu de una España muy diferente y necesitada de ídolos.

Pepe Rubio

Redactor guionista de Hoy por Hoy. Llevo a antena...