La derrota de la razón

Madrid

Albert Camus formuló con precisión de bisturí la frustración política. Hablaba de España después del triunfo del franquismo, pero en realidad su reflexión es aplicable a cualquier país y a muchas circunstancias. "Fue en España (dijo Camus), donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no obtiene recompensa".

Nos asombra y nos desconcierta que una mentira mil veces repetida, por ejemplo, que a Trump y a Bolsonaro les han robado las elecciones, acabe convenciendo a miles de personas capaces de asaltar violentamente el Capitolio o la sede del Gobierno brasileño. Las imágenes y las declaraciones muestran a mucha gente, sinceramente convencida de que Biden o Lula quieren destrozar América, cargarse la nación, implantar el comunismo y pactar con el diablo. Y naturalmente, en esa misma conspiración universal están los millones de americanos que votan a Biden y a Lula. Es la derrota de la razón.

Las comparaciones siempre son odiosas y pero a veces también clarificadoras. Aquí en España, la refriega política ya apenas se detiene en cómo conseguir una vivienda decente para los jóvenes, en si los salarios deben subir más de ese dos y pico por ciento que lo han hecho este año en sí, el éxito de la excepción Ibérica energética ha librado a nuestro país de una crisis más aguda o de cuánta inversión, de cuánta inversión más es necesaria para que la sanidad pública no se desmorone.

No, la refriega consiste en dilucidar si la mitad de los españoles, representados por la variopinta mayoría de la legislatura, conspiran con una mano para destruir España mientras con la otra sostienen a España pactando como llevan tres años y aprobando los presupuestos generales, las políticas y las ayudas públicas que han permitido a este país seguir funcionando con normalidad en medio de la peor crisis en varias décadas.