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"¿Tener hijos es una irresponsabilidad? También tener Instagram": María Hervás y el drama de una mujer que no puede ser madre

La actriz María Hervás protagoniza 'Yerma', de Federico García Lorca, dirigido por Juan Carlos Martel Bayod. Después de triunfar en el Lliure, llega al CDN con todas las entradas vendidas. Una Yerma para el público de 2023, una canción de cuna trágica

María Hervás / Daniel de la Fuente

El Centro Dramático Nacional (CDN) acaba de estrenar una nueva versión de 'Yerma' de Federico García Lorca, dirigida por el dramaturgo catalán Juan Carlos Martel Bayod y protagonizada por María Hervás. La obra, estrenada el pasado mes de noviembre en Barcelona, llega ahora a Madrid con gran éxito de crítica y de público. Ha vendido ya todas las entradas.

'Yerma', escrita en 1934 por Lorca, es una de las obras que forma parte de la trilogía rural que el granadino escribió junto con 'Bodas de sangre' y 'La casa de Bernarda Alba', obras que relatan una serie de tragedias que unen mito, poesía y realidad a través de diferentes retratos de una mujer oprimida y liberada. Pero Yerma es mucho más que el drama de una mujer que no puede ser madre.

¿Cómo ha sido ese primer contacto tuyo con Lorca, que es el primero qué haces, y el contacto con el público en Barcelona?

Pues ha sido un enamoramiento, como un crash. Ha sido un impacto directo al corazón y a las entrañas. Estoy muy sumergida todavía en su océano, en su universo. Creo que una vez que te que te agarra de esa manera es muy difícil sacártelo de encima. Y el público ha respondido una manera maravillosa. Ha habido un apasionamiento real que además nos ponía especialmente felices, porque todavía es una persona a la que le debemos una justicia que no se le dio, no como país e históricamente hablando.

El director del Teatre Lliure , Juan Carlos Martel (c), durante la presentación de "Yerma" en el Teatro María Guerrero de Madrid. Acompañado del director del CDN, Alfredo Sanzol (4d) y del director de escena, Frédéric Amat (3d), y con Joan Amargós, María Hervás, David Menéndez, Bàrbara Mestanza. EFE/ J.J.Guillen

El director del Teatre Lliure , Juan Carlos Martel (c), durante la presentación de "Yerma" en el Teatro María Guerrero de Madrid. Acompañado del director del CDN, Alfredo Sanzol (4d) y del director de escena, Frédéric Amat (3d), y con Joan Amargós, María Hervás, David Menéndez, Bàrbara Mestanza. EFE/ J.J.Guillen / J.J.Guillen

María es la protagonista de este montaje que tiene un elenco formado por Joan Amargos, David Menéndez, Barbara Constanza, Isabel Rosati, Yolanda Sai y Camila Viñuela. Queríamos hablar contigo en especial porque en la rueda de prensa, en la presentación de la obra, eres quizás la que menos hablaste o la más enigmática. Decías que no querías intelectualizar a Lorca, que no querías conceptualizar Yerma. Porque la vida está fuera de los conceptos.

Bueno, en aquel momento yo estaba muy sumergida justo en el proceso creativo. No paraba de leer cosas de Lorca, especialmente unos cuadernos que nos facilitaron allí las personas del Lliure, porque los tienen ahí en la biblioteca, que además están digitalizados y son son muy valiosos, a mí me dieron una información tremenda. Están escritos por el propio Federico García Lorca y también a veces con comentarios que hacían otros intelectuales, que convivieron con él, sobre él. Y yo estaba en ese proceso de no querer pensar demasiado. De hecho leí de él, que estudiaba filosofía, que dijo: 'he podido atender probablemente mil conferencias de filósofos interesantísimos. No ha habido una sola de todas ellas que no haya sentido en algún momento que realmente me estaba perdiendo la vida, que estaba en la calle. Y he necesitado salir y ver las flores, mirar los niños y mirar las caras de los ancianos y el agua correr'. Y de alguna manera creo que estoy imbuida un poco de ese tipo de emoción, de volver a al vitalismo nietzscheano, si me apuras, en el que simplemente tiene sentido lo que vive y lo que brota. Y por eso no quise hablar tanto en la rueda de prensa, porque fácilmente los artistas, sobre todo cuando se nos pregunta, estamos deseando hablar de nuestro libro. Pero creo que precisamente en Lorca no hay que hablar de ningún libro. Hay que sentir.

Otros artistas que te acompañaban sí utilizaron algunos conceptos para hablar de esta Yerma. Cito: Yerma son miedos y luchas, muchas luchas muy diferentes. Yerma son expectativas y frustraciones, violencia y supervivencia. Yerma es lo que pasa cuando no nos conformamos. Yerma son muchas Yerma y desde luego que Yerma no es sólo el drama de una mujer que no puede tener hijos. Sin conceptualizar Yerma, sí te quiero preguntar en qué llagas mete el dedo este texto.

Esta está muy guay que me preguntes en qué llagas porque justo el propio Federico hablaba de que él escribía desde la herida abierta. Él dice: todos mis textos, mis palabras nacen de la herida abierta que supura, que nunca cierra porque nunca sana y que está todo el rato como echando pus'. Desde el lodo. Yerma mete el dedo en las llagas de las que ahora mismo estamos hablando en cualquier tipo de fenómeno artístico o en cualquier conversación en la calle. Con la cuarta ola de feminismo. Sistemas de regularización de las personas en la sociedad, de normativización de los seres humanos. Y esto Lorca ya lo había entendido porque era un visionario y además en una situación especialmente frágil, tratándose de un homosexual en aquel momento Siglo XX. Él habla desde una persona a la que no se le permite amar con libertad, a la que no se le permite expresarse con libertad porque es el raro de su pueblo. Y es todo lo que se escapa de la norma, de lo que está como reglamentado para para serlo, lo que se dictamina como natural o nos intentan imponer como natural. Y esto sigue estando presente en la sociedad actual. Cualquiera, a los hombres también, pero a las mujeres muy especialmente como sector especialmente marginal, se nos dice constantemente como tenemos que ser para entrar dentro del manual de de la buena mujer. Y aunque todas esas reglas están cada día más sofisticadas y cuesta más detectarlas porque todavía seguimos creyéndonos muy libres, siguen estando ahí. Yo creo que la Yerma que planteamos nosotros es una Yerma de rabiosa actualidad, con la que se puede sentir identificada cualquier mujer a día de hoy. Que vivimos en una etapa, creo, especialmente compleja, porque creo que lo difícil es identificar esa falta de libertad que tenemos. Yo no me siento una persona especialmente libre y creo que muchas veces la regla, la norma, es todo eso, el dictador que llevamos dentro, porque ya ha llegado a tal éxito el sistema que hemos llegado a interiorizarlo. Soy yo la que me obligo cada mañana a hacer deporte y ano comer una serie de cosas que sí, que en principio son como buenos dogmas, pero que precisamente se hacen tan dogmáticos, que no te no te dejan ser libre.

Escena de Yerma, de Juan Carlos Martel Bayod en el Teatre Lliure / Sílvia Poch

Escena de Yerma, de Juan Carlos Martel Bayod en el Teatre Lliure / Sílvia Poch

Yerma es sueño, decía también Martel Bayod. Yerma es una canción de cuna de Lorca y las nanas musicalizadas por Raül Refree tienen mucha importancia en esta puesta en escena. Son nanas, decía el director, que no consuelan a los niños, sino que son nanas que nos advierten de lo que va a pasar. Siempre estamos como pendientes de una tragedia o algo malo que pueda pasarnos y eso ha hecho que la sociedad viva siempre en tensión y a la expectativa. Estas nanas, escritas hace casi 90 años, ¿todavía hoy el público de 2023 se siente identificado con ellas?

Yo creo que sí. Es que Lorca escribe la Conferencia de las Nanas, que es de donde toda la compañía bebemos para entender que él describe las nanas, hace un estudio antropológico de las nanas en diferentes partes del mundo, y dice que las nanas, más allá de lo que hemos pensado siempre, que es como un canto dulce, sereno, calmado para hacer dormir al bebé... es todo lo contrario, es un canto que alerta al bebé de que has venido a un mundo terrible, duérmete niño, porque si no va a venir el coco. Si vas analizando las letras, incluso la cadencia melódica de las nanas. Son canciones trágicas que advierten de una serie de peligros que están rodeándote y que te pueden acechar en cualquier momento. Claro, no podemos dejar de contextualizarlo. O sea, lo ha escrito un tipo que vive con el miedo dentro. Pero es que España ha vivido y vive todavía así. Somos esa cultura, somos ese país. Tenemos esa historia en la que desconfiamos de todos, viene alguien a regalarte algo y estás pensando a ver cómo me la quiere meter, cómo alguien te sonríe por la calle, te pones nervioso y te preguntas por qué me sonríe a mí. Esto es España. Esa falta de confianza en el vecino.

Y cómo funciona la música, el vestuario y la puesta en escena, ese territorio de cenizas para entrar en un mundo a veces onírico.

Sí, especialmente onírico, tal y como lo plantea Juan Carlos Martel, que creo que es una propuesta muy acertada y es bueno. No hace falta que el espectador lo conozca, pero bueno, nos basamos en la idea de que todo es un sueño de ella. De hecho, hay teorías por ahí que dicen que Yerma realmente sí que es madre y que está soñando con la posibilidad de qué habría sido de su vida si no lo hubiera sido. Es como un sueño, casi como un sueño de libertad, de una extraña libertad. Favorece a todo eso la escenografía de Frederic Amat, que es una escenografía oval, ovalada. Podría ser una cárcel, pero a la vez tiene una serie de cortinas que se van moviendo y entonces permiten que el espectador vea algunas cosas, pero también vela otras cosas y eso da una sensación de espionaje, que también es lo que al final hacemos muchas veces con la vida de los vecinos y de los otros. Hay un montículo también en el escenario que podría ser un vientre, un vientre vacío. También un monte de Venus, decía el propio Federico. Luego la música, que creo que es lo que le da el alma a este montaje, es del excepcional Raül Refree, del que vivo públicamente enamorada, al que le confieso mi amor siempre que puedo, porque es un ser de una sensibilidad extraordinaria y además acompañado de mucha cultura. Él nos hizo entender una cosa maravillosa, que tiene que ver con eso que te decía antes de que no somos tan libres como pensamos. Hace 40 o 50 años la gente cantaba un montón: en los pueblos, en las calles, en las ciudades. La gente cantaba, cantaba como modo de expresarse, como modo de hacer comunidad. Y no era en absoluto necesario que cantaras bien, no tampoco se miraba eso ni tampoco nadie te venía a decir oye, no cantes que cantas fatal. No, porque era el derecho a cantar, el derecho a poder sacar la voz y hacer. Y a día de hoy vivimos tan agobiados con esta cosa de la profesionalización, de la tecnificación de las cosas, que hemos perdido hasta el gozo de cantar. Y Raül nos decía no quiero que cantéis bien, intentad afinar, pero no es eso. Es un canto de comunidad, para unirnos, es un canto de goce a la vida. Y eso consiguió darle el alma al montaje.

Escena de Yerma, de Juan Carlos Martel Bayod en el Teatre Lliure

Escena de Yerma, de Juan Carlos Martel Bayod en el Teatre Lliure / Sílvia Poch

Es un texto duro porque hay mucha represión, pero es verdad que tú buscas luz en esta Yerma, es una invitación a vivir y a sobrevivir, a no perecer nunca, a no decaer nunca, a no querer morir. Yo no he venido a este mundo para resignarme, es una de las frases del texto. ¿María Hervás se identifica con con esta obra, con esta Yerma?

Mira, yo estoy teniendo un reverdecer desde que estoy haciendo Yerma. Fue muy duro hacer 'Jauría' tres años y llevar esa losa. Que me siento muy privilegiada, pero también era vivir con una nube gris atormentada que me perseguía nada más salir del portal de mi casa o incluso estando dentro, yo me movía y llevaba esa nube ahí. Y eso me fue como apagando un poco, porque al final es estar en contacto directo con la fealdad del mundo y del ser humano, que todos la tenemos. Y Yerma efectivamente es una tragedia, es un texto duro y es un texto de hueso, pero es un texto especialmente vitalista. Ella dice 'yo no he venido a este mundo para resignarme, cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me habré resignado'. Este es el discurso de esta Yerma, o al menos de la que nosotros hemos planteado como compañía. Por eso digo que es una Yerma muy nietzscheana, muy disfrutona en el sentido de yo quiero ir al campo, yo quiero subir al monte... Esto es por lo que clama ella, clama por ser de vida. Y desde que la estoy interpretando yo me siento más viva que nunca, aquí a mis 35 años. Pero fíjate, me siento más viva que a los 30 y que incluso a los 28 o por ahí, que fue una etapa guay también, pero estoy como ansiosa de vivir. He tenido mucha suerte también con la compañía de actores con la que me ha tocado hacerlo.

Has mencionado Jauría, vienes con Yerma, has interpretado también a Ifigenia. Son personajes femeninos muy marcados por el patriarcado, qué tienen en común para ti estos personajes femeninos.

El vitalismo. Son tres ríos inabarcables, inaprensibles que brotan, brotan, brotan, que se meten por los intersticios de cualquier piedra, de cualquier ranura. Es que, es que son tres, que no las frenas, no que van. Y además las tres con un sentido fuerte de comunidad, aún teniendo un cierto egoísmo porque miran por ellas mismas, porque son tres supervivientes. Pero con una clarividencia grande, yo no quiero esto solamente para mí, para mi disfrute, es que creo que es como debe vivir todo el mundo y eso hace que su discurso se eleve casi a oda, a discurso político. Eso es lo que las eleva a heroínas políticas, incluida la chica de Jauría con la que he tenido la oportunidad muchas veces de hablar. Y estremece su discurso, no solamente por cómo ella quiere enfocar su vida, sino porque realmente hay una ideología política detrás que sostiene, con fuertes argumentos vitalistas, que ese ha de ser el camino que en el que hemos de estar todas y todos.

Representación de La Jauría

Representación de La Jauría / Teatro Kamikaze

Hablas de mujeres políticas o con una ideología política. Decías en la rueda de prensa que querías modificar también la manera de entender la vida. De ti dicen que eres una actriz comprometida. ¿Te gusta esa etiqueta, te asusta, huyes de ella, esuna responsabilidad? ¿Tiene el teatro que ser comprometido, como lo era Lorca?

Mira, a mis veintipocos, que estaba haciendo yo Confesiones, mi primer monólogo, también la vida de una mujer árabe, bereber y de las montañas, una pastora, todo muy comprometido. Y a los veintipocos yo me esforzaba mucho y especialmente en las entrevistas por parecer esa persona comprometida y por hacer teatro que importara, que modificara conciencias y corazones y todo esto. Y muy orgullosa llevaba yo mi etiqueta de actriz comprometida. Y ahora que ahora soy más nietzscheana, intento no ponerme ninguna etiqueta. Si me intentas poner una, me voy a escurrir y me voy a ir al otro lado para marearte y hacerte sentir que no me tienes cogida por ninguna parte. Porque yo tampoco tengo ni idea de quién soy, porque nadie lo sabe y porque la inmovilidad en los conceptos me pone especialmente nerviosa y me genera mucha violencia. Porque creo que ahí empiezan las grandes tragedias. Si me empeño en decirte que eres bueno y que entonces eres muy cariñoso y que eres muy solidario... no te dejo ser otra cosa. A ver, creo que dentro de las miles de etiquetas que te pueden poner como actriz, mira, llevar la de actriz comprometida ni tan mal, podría tener otras bastante peores. Sí, creo que soy comprometida con cada cosa que hago. En esta entrevista estoy súper comprometida, estoy escuchándote y contestándote lo que me viene de verdad. Y ese es el único compromiso en el que creo a día de hoy, en el de estar presente 100% en lo que hagas ahora. El levantar la bandera de no sé qué, no seré yo la persona, ¿sabes?

Tú que has hecho cine, televisión y teatro, ¿qué te aporta el teatro? ¿Qué tiene de distintivo?

La cercanía que nos conecta y de la que no puedes escapar. Terminando las funciones de Yerma, muchas veces hay personas esperando a verte. No por ser tú, sino por el símbolo que tú representas en ese momento para ellos. Y está bien cuando tú asumes que en ese momento eres un símbolo, que no es que estén bien queriendo saludar a María Hervás, sino a todo lo que les has hecho sentir. Y había tanta gente anciana que se quedaba, por ejemplo, abuelos y abuelas que te decían yo vi la Yerma de Núria Espert. Y lloraban, lloraban. Y les abrazas porque sientes que es lo que está pidiéndote tu cuerpo y lo que está pidiendo el suyo. Y entonces, en esa conexión se están abrazando varias generaciones y se está abrazando la herida de Lorca y se está abrazando la diversidad de mujeres y de feminidad de las que habla Lorca. Y ese señor de 80 y muchísimos años está entendiendo, pero ahora, desde la Yerma del Siglo XXI que planteamos nosotros. Es muy emocionante, es muy emocionante.

Y confías en que los jóvenes de hoy, cuando sean abuelos, dentro de 50 o 60 años, digan yo vi la Yerma de María Hervás y lloré con ella.

(Se ríe). Intento nunca de verdad pensar en eso, porque Federico Amat, que también participó bastante en el proceso de la Yerma de entonces, muy al principio, tipo día dos de ensayo, se me acercó a saludarme y es un ser maravilloso, muy mágico, muy lorquiano y me dijo: este papel está reservado a las grandes damas del teatro y por tanto tienes que asumir que eres una gran dama. Le dije no, no, cállate, no, por favor. Le dije: creo que no estoy preparada para asumir absolutamente nada, Frederic. Y lo último es ser ninguna gran dama en teatro. Pero para hacer una salvedad y no quedar como una cínica o desentendida de lo que podemos provocar con los afectos que movemos, es cierto y aquí me voy a permitir decirlo, es cierto que siento que soy una privilegiada como artista, porque hay algo que va directo al centro de los corazones. No sé muy bien lo que es, pero sí que sé que tengo una cierta facilidad para mover muchas emociones en las personas. Y en ese sentido sí que sé que la gente que está viendo Yerma la va a recordar y va a recordar ciertos momentos y va a recordar ciertos versos y va a recordar movimientos y eso sí me emociona mucho.

Te lo preguntaba también porque no sé si a lo mejor actrices como tu, muy conocidas, porque habéis trabajado también en cine y televisión, pueden devolver a los teatros a ese público joven que ha desconectado un poco del teatro.

En el Lliure ha sido espectacular porque en un mes escaso que estuvimos, que hacían recuento del público que habíamos tenido, que por suerte estuvimos siempre llenos, ha sido el montaje en la historia del teatro Lliure con más gente joven de la historia. Era brutal. Veías gente desde 15 años al lado de señoras de 80. Pero muchísima gente joven. Vinieron muchos institutos y me acuerdo de varios mensajes de Instagram muy guays de madres, que sus hijos de 15 o 16 años no hablaban de otra cosa en casa. Que les había encantado y habían entendido Yerma. El teatro, cuando está bien hecho, se entiende y se disfruta. Mi propia amiga Clara Lago, actriz súper reconocida y maravillosa, cuando vino a verme me dijo: amiga, te tengo que agradecer lo que has hecho, porque yo tenía cierto reparo con el teatro clásico, muchas veces nos distancia más que acercarnos, y siento que he entendido cada movimiento que hacías, cada acción que tomabas, cada decisión, cada pensamiento y estaba a full con la cosa. Entonces creo que también la propuesta ha ayudado mucho a que viniera la gente joven, así que igual no es un problema tanto de que la gente joven no quiere ir al teatro, sino que la gente que hacemos teatro nos deberíamos poner la pila para no hacerlo para nosotros mismos y hacerlo parado para todo el mundo.

Termino con el tema de la maternidad. Decías que Yerma a lo mejor tuvo un hijo y es todo un sueño. Has hablado de las nuevas olas del feminismo, que si algo han hecho también es permitir que las mujeres puedan hablar libremente y decir si quieren ser madres o si no quieren ser madres y también quitar todo ese edulcorante que hay en torno a la maternidad o incluso algunas que se atrevan a decir he sido madre y ha sido una experiencia horrorosa. Es un gran tema el de la maternidad.

Absolutamente. De hecho, cada vez encuentro más relatos y narrativas de ese tipo que estás diciendo de mujeres que ahora se atreven a decir pues mira, he sido madre, adoro a mi hijo, pero no te puedo asegurar que mi vida no fuese más feliz antes de tenerlo. ¿Qué dices? O ¡a la hoguera!, ¿no? Y dices Qué bien que dejemos de desmitificar ciertas cosas que nos han contado, porque luego lo real te lo tienes que comer tú solita. Porque el otro día, hablando con otra amiga, me decía que una pareja de amigos, una pareja de teatro muy, muy querida por todo el mundo y él maravilloso, muy feminista, muy cuidadoso. Y a la hora de la verdad, cuando tuvieron una niña, se lo comió ella solita. Y es que la realidad es que incluso cuando muchas veces los hombres se piensan que están haciendo ciertas colaboraciones en la crianza, la realidad es que es un marrón que te zampas sola y eso nadie te lo cuenta y nadie te cuenta lo que le pasa a tu cuerpo, nadie te cuenta lo que le pasa a tu profesión y nadie te cuenta cómo te miran diferente. Y te habló sin ser madre y con un deseo profundo de ser madre, de meterme la hostia si hace falta de pleno. Es una cosa vital y racional que no puedo explicar más allá de decir que lo deseo. Y no hay en el mundo fuerza como la del deseo. Esto no es una frase de Yerma. Me gustaría poder experimentarlo ahora. No a cualquier precio, no a cualquier precio.

Hablando del deseo de ser madre y el precio, no sé si leíste las declaraciones que hizo Eduardo Casanova en El País en torno a la maternidad en una entrevista este fin de semana. Decía que la maternidad era un tema muy complejo, pero que a él le parecía algo así como insensato traer niños a este mundo tan cruel, tan violento. Un mundo que con el cambio climático se va a la mierda y que habría que pensarse un poquito esto de tener hijos.

No me interesa nada la racionalización de los deseos. O sea, es que no me interesa nada, es que estoy harta de ese discurso. Vamos a ver, no entendemos nada, no sabemos quiénes somos ni qué estamos haciendo aquí. El 98% de las cosas que haces y dices cada día de tu vida no parten de una decisión consciente, sino que la mueve no sé muy bien qué cosa. A ver, quiero decir, no voy a ser cínica. Está muy bien que nos planteemos el tomar decisiones de manera un poco coherente y poniendo conciencia, iluminando y dándole brillo y luz a la oscuridad. Yo estoy a full con eso. Pero es que somos animales, se nos olvida todo el rato, somos animales. Yo no sé por qué me entran ganas de hacer ciertas cosas y hay veces que está genial no saberlo y hay veces que está genial rendirte un poco al hecho de ser un ser humano. Yo estoy más ahí.

Él decía también que sí, que somos animales y que una cosa es el instinto animal, el querer reproducirse, que eso es como un virus que erradicar y otra cosa...

(Interrumpe) Mira, yo creo que si nos ponemos a ser responsables, que me parece muy importante serlo, dejar de tener hijos porque este mundo es caótico, caótico lo va a seguir siendo siempre, ¿no? Primero hay que pensar qué puedes hacer tú para que el mundo que le vas a ofrecer a sus hijos sea mejor. Este mundo es una mierda. ¿Qué estamos haciendo para que no lo sea? ¿Qué estamos haciendo para que esa deriva tome otro sentido, otra dirección? Esa conversación me resulta más interesante. Y, por ejemplo, otra también que me resultaría más interesante: ¿a qué precio estamos siendo madres o padres? ¿Hablamos de los vientres subrogados? Hablemos. Hablemos de un montón de cosas que me parecen mucho más conflictivas y que realmente son temas de debate, donde estaría mucho mejor centrarnos. Más que si traer hijos al mundo es una irresponsabilidad. También tener Instagram, comprar en Zara y mil cosas. Entonces no voy a empezar por la cumbre del hecho de la existencia que es procrear.

 
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