Estreno
Estrenar no es siempre celebrar, pero en cualquier caso: estrenar es mejor que clausurar
Estreno
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La palabra estreno es muy evocadora. He recordado tres o cuatro de mi vida: la primera bicicleta G.A.C., con dos ruedines de apoyo que si me descuido ingreso en la universidad con los ruedines puestos. El estreno como becario en periodismo en la sección de Motor de El Mundo, sin distinguir una Vespa de un Vespino. También recordé mi estreno consciente en la poesía, por un libro que cogí por error (creyendo que era otro) en la biblioteca de mis padres: buscaba uno de Lorca y como la edición se parecía acabé con uno de Neruda. Y no he vuelto a salir de la poesía. Tengo más estrenos patosos, pero no querría ser impúdico. Estrenar algo es hallar ilusiones o desengaños. Depende. Estrenar no es siempre celebrar. También nos estrenamos en el daño, en el desamor, en el desencanto... Pero en cualquier caso: estrenar es mejor que clausurar. Estrenar es descubrir.
Me gusta una idea de Miguel Delibes. Decía que a él le gustaba madrugar los domingos y salir al campo porque eso era como estrenar el mundo. Y hay verdad en esa frase. A mí, que no me gusta madrugar, me gusta más como ideal que como ejercicio. Prefiero reestrenar las calles que han estrenado otros unas horas antes, supervisar que todo sigue en su sitio. Estrenar es algo habitual. Lo más difícil es que lo estrenado dure con la ilusión del día del estreno. Y eso nos ocurre con todo: con las cosas y con la gente. Estrenar también es peligroso. Hay muchos entusiasmos puestos ahí. Y los entusiasmo a veces son gaseosos. Se evaporan. ¿Recuerdas el anuncio aquel del niño que en Reyes le regala un palo y no hay en el mundo objeto mejor? Pues lo difícil es estrenar algo tan elemental y común con el fervor de quien ha encontrado un tesoro.
Así que estrenar (o debutar) es algo, a la vez, muy delicado. Alguien que estrena demasiadas cosas termina entrando en una rutina sin expectación. Los que estrenamos poco tenemos de nuestra parte que la emoción de ese estreno se prolonga algo más en el tiempo. Recuerdo la emoción de cuando me estrené como compañero de piso de mis gatos. Es una ilusión que permanece. Aunque después de compartir tiempo y espacio con los dos que tengo me temo que uno más sería un exceso felino como para tener que buscar piso nuevo.
Antonio Lucas
Antonio Lucas es poeta y periodista en El Mundo. Cada semana reflexiona en El Faro en la sección 'El...