Famosos y agresiones sexuales
Deberíamos aprobar la difícil asignatura de ser tan firmes en los principios como equilibrados en las opiniones
Barcelona
Ser famoso no da patente de corso para abusar ni agredir sexualmente a las mujeres. Pero tampoco convierte automáticamente al protagonista en maldito. El sonoro caso del futbolista Dani Alves provoca mucha expectación. Como también la revitalización en España de las acusaciones al tenor Plácido Domingo.
Famosos y agresiones sexuales
Ambos son famosos y ambos reconocidos profesionales. Pero las reglas para ellos (y para nosotros, que contemplamos la evolución de sus asuntos) son iguales que para todo el mundo. Si hay indicios, deben investigarse; y los indicios son más consistente si hay acusaciones comprobables, no solo anónimas. Si los indicios acaban resultando verificados, solo corresponde al juez decidir la sanción. Mientras eso sucede, juega la presunción de inocencia: el principio según el que nadie puede ser considerado culpable hasta que no conste en una sentencia firme.
Claro que una cosa son los principios y otra la realidad. A veces la realidad peca por exceso. La llamada “pena de telediario” es el juicio paralelo antes de que se dirima la cuestión en un juicio verdadero: el gran director teatral catalán Joan Ollé murió de disgusto tras una campaña mediática de acoso que ni las investigaciones administrativas ni la Justicia validaron; y el periódico que la desencadenó todavía no ha reparado el daño post-mortem a su justa fama. A veces se peca por defecto, y también es igualmente injusta la barrera protectora que se levanta solo porque el presunto delincuente tenga notables habilidades profesionales. Deberíamos aprobar la difícil asignatura de ser tan firmes en los principios como equilibrados en las opiniones.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...