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La ruta canaria, la más mortífera para los migrantes

1.784 personas perdieron la vida tratando de llegar a Canarias por el Atlántico en 2022, según Caminando Fronteras

Cayuco localizado al sur de Canarias / CEDIDO POR SALVAMENTO MARÍTIMO - Archivo (EUROPA PRESS)

Cayuco localizado al sur de Canarias

Los intentos de llegar a España de manera irregular han provocado la muerte de 2.390 personas a lo largo del año pasado. Las cifras que ofrece la organización Caminando Fronteras sobre los movimientos migratorios en 2022 constatan además que la ruta atlántica hacia las Islas Canarias continúa siendo la más mortífera por cuarto año consecutivo, con 1.784 víctimas.

La fundadora del Colectivo, Helena Maleno, añade una de las características más duras que se suman al dolor por la pérdida de vidas en las rutas marítimas, y es que la mayoría de los cuerpos nunca llegan a recuperarse. “Muchas familias se enfrentan a un duelo ambiguo, puesto que no sólo no tienen el relato de lo que ha sucedido, que es una obligación de las autoridades, sino que nunca llegarán a recuperar cuerpos para constatar la muerte y poder enterrar además con dignidad a las personas que han fallecido”. Pero lo peor para ella, insiste, es que muchas de esas vidas podrían haberse salvado de no ser por la falta de voluntad política.

Sobre esa “omisión de rescates”, la organización denuncia en un informe que la omisión de socorro se ha instalado en la frontera como “una de las estrategias de control migratorio”. Maleno habla de “un juego de pingpong entre los países” que se niegan a rescatar embarcaciones en riesgo incluso cuando éstas han avisado de su posición y situación de peligro.

La activista acusa a los países de un doble delito, primero por dejar morir a las personas que viajan en esas embarcaciones, y luego otro delito diario de “torturas contra los familiares que están buscando saber la verdad, reparación y justicia”.

A estas familias “no se les facilita poner una denuncia”, asegura Maleno, incluso cuando se desplazan a España y acuden a la policía. Tampoco se coordinan los Gobiernos para hacer llegar las muestras de ADN que faciliten la identificación de las víctimas. “No solamente hay una negación de las muertes que están siendo provocadas por las políticas migratorias, sino que después se invisibilizan esas muertes y no se permite a las familias tener acceso a esa información”. Como ejemplo, la masacre de Melilla, tras la que más de setenta personas siguen desaparecidas.

De esto, Maleno culpa al “sesgo racista que provoca las muertes en el mar y que les acompaña incluso después de muertos”.

La estrategia europea de externalización de fronteras es una de las herramientas de estas políticas que la activista llama “de muerte” y que, dice, fue muy visible en la masacre de Melilla en cómo “se subcontrata a otro país para violar los derechos humanos. Y en el mar lo vemos todos los días”.

 
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