Nerea Barros: "Estamos perdiendo el entendimiento de que la tierra y nosotros mismos somos uno"
'Memoria' es uno de los cortometrajes documentales candidatos al Goya. Nerea Barros escribe y dirige esta pieza que refleja la crudeza del cambio climático con la desaparición del Mar de Aral y da valor a la memoria familiar que heredamos.
MADRID
La actriz Nerea Barros fue galardonada con el Goya a mejor actriz revelación por su interpretación en 'La isla mínima' (2014) , ahora realiza su primera pieza 'Memoria', uno de los cortometrajes nominados a los Goya 2023 en la categoría como mejor cortometraje documental. Tal y como declara la propia Barros: "Llevo mucho tiempo especulando, trabajando e investigando a través de lo que el ser humano deja y cómo la naturaleza lo reivindica". 'Memoria' es una obra observacional, crítica y cruda que aborda desde la cercanía el cambio terrenal, el desequilibrio que el ser humano impone al medio ambiente y la pérdida de lo que uno más quiere.
Un abuelo y su nieta pasean por una tierra árida y sin vida, un desierto donde antes había agua. Un mar. Vida. La herencia familiar y la importancia del valor de la memoria late constantemente en cada minuto del cortometraje. Barros no se olvida de aquellas personas que un día lucharon por preservar y cuidar el patrimonio de todos nosotros y de aquellas que tomarán el relevo para tratar de luchar por el cambio y hacer de esta tierra algo mejor.
- Tú ya recibiste uno por actriz revelación con la con la isla mínima que supone que bueno, y qué diferencias también ves entre es galardonada como actriz y nominada como como creadora dentro de la industria.
Me siento muy agradecida. Muchas veces me preguntan si te cambia algún premio, si los premios son importantes o no lo son tanto... Son preguntas difíciles de responder, pero creo que a todos nos sienta muy bien, te sientes muy feliz y te sientes muy agradecida cuando ocurre algo así porque están reconociendo tu trabajo. Es la primera vez como actriz, que es lo que soy desde que yo recuerdo y ahora dirijo mi primera pieza, que es algo súper importante para mí porque es donde he puesto el corazón durante casi tres años, si he empezado a crear detrás de las cámaras es porque llevo tiempo ya sintiendo la necesidad de expresar cosas que me generan ansiedad, como es el cambio climático y el legado de las personas mayores y las mujeres. La mejor manera que he encontrado, de forma totalmente orgánica, es ponerme detrás de la cámara y contar desde lo que a mí más me gusta, que es el cine. Después de estar ya bastante tiempo trabajando detrás de las cámaras, poniendo todo lo que se hacer o con la sensibilidad que puedo tener a favor de otra persona y aprendiendo como fue el tiempo anterior. Entonces, 'Memoria' es mi primera pieza donde llego desde un lugar coherente, espero, y masticado. Para mí sale del mismo lugar donde creo los personajes como actriz, yo no tengo otra cosa a la que agarrarme que no sea el instinto. El instinto que me habla que me ayuda a contar las historias y que de repente me desprende imágenes y guiones que salen desde ahí.
- Es una historia muy sensible, una historia con un fuerte contenido crítico ante el cambio climático y ante los cambios paisajísticos estructurales y físicos que estamos presenciando. ¿Hasta qué punto has querido mediar con esa sensibilidad, esa relación entre abuelos y nietas, y la crítica, el mensaje que querías lanzar?
Realmente llevo mucho tiempo especulando, trabajando, investigando a través de lo que el ser humano deja y cómo la naturaleza lo reivindica. Es mucho tiempo el que llevo trabajando esto y también entendiendo que hay una memoria que como occidentales o primer mundo, entre comillas, estamos perdiendo, que es el entendimiento de que la tierra y nosotros mismos somos un uno, vivimos en unas urbes y en un tipo de vida muy estresante, donde no nos queda otra que salir adelante sin pensar en nada más. Y por desgracia, esto está haciendo que olvidemos lo esencial que hace que sobrevivamos como ser humano en el planeta Tierra. Es algo tan sencillo como eso y es algo que mis abuelos bien me han transmitido.
Hubo un momento en el que se me reveló algo que parecía inherente, pero posteriormente se me revela como algo importante que no dejo atrás. El COVID, de alguna forma, ha hecho que todavía lo reverberara más desde dentro. Se han muerto muchos, muchas, cientos, cientos y miles de personas, con una edad avanzada, a través de una enfermedad y parece que hemos mirado para otro lado. Eso me tocó muy dentro, porque primero son las personas a las que le debemos todo, las que nos han cuidado de pequeños y las que han hecho el lugar donde estamos como es ahora mismo y podemos estar acomodados gracias a ellos. Por lo tanto, hay un dolor primero de no-entendimiento de algo que debería ser orgánico, donde protegemos a esas personas. También la sabiduría que albergan esas personas de nuestro pasado y del equilibrio que ellos sí tenían. No hace mucho tiempo que había más equilibrio que ahora mismo con la idea de la Tierra. Por eso el corto se lo dedico a mis abuelos.
La película no deja de ser un proceso donde un abuelo y una nieta se transmiten un legado a través de un mar que ya no existe. Un abuelo que era un antiguo pescador y una nieta que nace en un desierto. Esa nieta quiere entrar en la memoria de su abuelo y no lo entiende porque ella ha nacido ya en un desierto. La escena a la que me refiero (la silueta) es un homenaje a una de mis artistas preferidas, Ana Mendieta, murió hace ya tiempo, seguramente por violencia de género, porque no está demostrado. Es una mujer espectacular, que toda su vida ha trabajado con la idea de transmitir esa conexión entre el cuerpo y la tierra, o sea, yuxtaposición entre el cuerpo y la tierra como un hilo. Y esa silueta para mí implica muchas cosas y cada espectador la recibirá de una forma diferente. Pero también es esa conexión entre ese abuelo y esa tierra y la reivindicación de lo que es suyo, de ese mar que ya no está, pero que cree que volverá. La nieta, después de entender el legado de su abuelo, entra también en esa parte onírica y se acuesta con él en la silueta reivindicando los dos ese mar convirtiéndose posteriormente en el agua. Simbólica, poética y onírica con una visión crítica y artística.
Igual que las vacas, que fueron totalmente fortuitas, que aparecieron después de que con una cámara en ese desierto y que para mí son como bailarinas que bailan en el medio de un desierto y que hace lo que quieren, que aparecen y desaparecen sin que yo pueda delimitar nada, como un desfile de prêt-à-porter. Continuamente intentaba ser honesta conmigo misma y hacer lo que realmente sentía que tenía que hacer. La ópera es una de las de las cosas que más me han criticado. Pero para mí es esa decisión de poner música en el único momento fue una cosa instintiva. Cuando veo esas imágenes me emociono. Es un lugar desesperado pero tremendamente bello.
- Todo lo que vuelcas en la imagen sale de las entrañas. ¿Cómo nace esta necesidad en ti?
Fue un proceso de investigación de varios años, donde continuamente rebuscaba en esa naturaleza por donde ha pasado el ser humano y esa reivindicación de esos lugares, desde las edificaciones más cotidianas que son invadidas por la naturaleza. Estuve a punto de llevarlo a Chernóbil y crear allí la película, porque efectivamente, es el más contaminado del mundo, de hecho, es el segundo desastre natural más importante después del Mar de Aral. Observar como el hombre se va de un lugar y especies que se creían extinguidas, tanto animales como vegetales, resurgen. Nuestra realidad no es el asfalto, el cemento o el ladrillo, sino es esa planta estoica que nace entre las grietas del asfalto.
El Mar de Aral me reveló algo que yo no había visto nunca. Era muy poco conocido este desastre tan importante, además de cambiar todo el clima de Centro Asia. Con historias verdaderas donde los propios pescadores vieron cómo ese mar se retiraba a metro, a metro y después de muchos años, ellos ya son ancianos, siguen sintiendo que ese mar va a volver y siguen creyendo, viéndolo. No abandonan esos pueblos que antes eran tan fructíferos y ahora no se puede casi vivir, sus hijos no son capaces de llevárselos a las grandes ciudades, porque para ellos es la muerte, la pérdida de memoria.
- ¿Has tenido historias de primera mano?
Sí, claro, ahí agarré la ficha. Cada imagen que has visto la he soñado, sabía hasta qué color iba a encontrarme y no había estado nunca allí. Fueron cuatro aviones, coche, un viaje dificilísimo donde no había forma de llegar. Cuando llegamos estaba el ejército. Es una democracia, pero también es un lugar delicado. Como era mujer, no suponía una amenaza. Yo empecé a rodar los barcos, yo no tenía abuela ni niño. Llevaba allí dos semanas pero nadie quería participar. Estaba todo el mundo con miedo. Pero gracias a una persona conseguí a un abuelo de verdad, que se sube a este barco que era suyo y esa nieta que son tan espectaculares. El abuelo con 85 años se mete en una silueta con la barrera idiomática, que es muy grande, y gracias a otras personas que le cuentan, entiende y hace suyo el discurso que yo llevo. Entiende eso no como una tumba donde se va a morir, sino como una silueta de la tierra, un lugar donde se puede ubicar y donde reivindica sumar y donde reivindica su tierra. Con su traje de los domingos y con un gorro como muy especial con el que iban a pescar. Y en ciertos momentos eso es maravilloso. Parecen pequeños milagritos que van sucediendo.
-Todos los elementos componen un escenario magnífico. Con una mirada más amplia, ¿Cómo percibes la valoración del cortometraje en España? ¿Por qué se trabaja en un cortometraje y para qué?
Es mi primer cortometraje y he podido participar en películas como actriz, como productora, como montadora, pero de repente esta es mi primera pieza y hay un trabajo detrás inmenso. De repente te das cuenta que, por un lado, hay una gran red a nivel mundial de festivales que albergan películas, también cortometrajes. Y aquí también hay una cantidad de festivales maravillosos que los albergan, que los cuidan y demás, cada uno con su criterio, pero también recibes la sensación de que el corto es el hermano pequeño, o que un corto es algo intermedio para llegar a hacer una película. Mucha gente me pregunta si voy a hacer la película, y digo ¿qué película? En todo caso, tengo una trilogía de tres lugares con tres historias diferentes que está en mí, en mi imaginario. Pero la película no, ¿por qué? Un ejemplo es Sorogoyen, que después de muchos largometrajes, hizo 'Madre'.
Y sinceramente 'Cuerdas', un montón de cortos que ahora mismo están seleccionados para los Goya y los que no han llegado a estar seleccionados son películas, en sí, maravillosas. El corto fue y es la madre del cine. Se empezó por ahí desde siempre. No es menos ni es más, son piezas y deberían tener su venta, su recorrido, su lugar de exposición: en un cine antes de una película. Cosas muy sencillas. En la televisión y en las plataformas. Pero todo está muy coartado y me da mucha pena porque es difícil y hay muchísimo trabajo detrás. Si quiero hacer una película, tendré que financiarla y tendré que buscarme la vida para llegar a hacerla de la forma que sea. Pero si quiero hacer un cortometraje tengo que hacer exactamente lo mismo. He recibido muchas veces la contestación: 'Ayudas hay para largos, para cortos no'