Sundance 2023 | 'Past lives', la revolución indie que ha enamorado en Sundance
El debut de la coreana Celine Song ha emocionado en un festival donde el irlandés John Carney ha puesto humor y emoción con 'Flora and Son'
Park City
En el cine independiente funcionan las fórmulas de toda la vida. Es lo que hace Past lives, una de las sensaciones del Festival de Sundance, película que solo podía verse de manera presencial y que se ha convertido en un pequeño fenómeno del festival. Se trata de una ópera prima, de la directora de origen coreano Celine Song, que se acerca a la fórmula del drama romántico de jóvenes desorientados, algo que el cine indie ha explotado hasta la saciedad, pero la directora sabe cómo hacer que todo parezca nuevo en su filme. La historia de dos niños en Seul, amigos íntimos en el colegio, que se separan porque la familia de ella, padres artistas, se muda a Canadá. Doce años después, gracias a Facebook, vuelven a encontrarse y empiezan una relación por Skype.
Bonita, emotiva y certera, Past lives dialoga con esas relaciones complicadas que Charlie Kauffman escribió. De hecho, hay una mención a Olvídate de mí, película de referencia para una generación. Ahora todo es menos oscuro y mucho menos tóxico en esta relación a través que estable la película, que auguramos será el filme de cabecera de una nueva generación de jóvenes, donde lo identitario y la cuestión de echar raíces, debido a la globalización, está más presente que nunca. La inmigración, la necesidad de romanticismo, el matrimonio, el choque cultural y el trabajo como elemento básico para conformar las relaciones en el mundo de hoy, son los temas que aparecen en la película que, más allá de ser una tierna historia de amor, es un retrato de cómo nos relacionamos hoy.
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Hay algo de ese concepto de "amor líquido" de Bauman, pero la película transciende el vacío generacional. Sí es curioso el retrato de cómo las parejas se conocen en los mismos círculos, como una residencia para artistas, comparten los mismos gustos cinéfilos y literarios, se casan por puro pragmatismo, una green car, o pagar menos alquiler, y convertimos todo en rutina en una rueda que la sociedad capitalista quiere que no deje de girar y producir. Por eso, el encuentro entre estos dos amigos rompe esa inercia temporal, es la nostalgia de aquello que no pudo ser, que estuvo en las vidas pasadas y que igual está en las vidas futuras.
La necesidad de apego emocional es otro de los temas en los que escarba con sutiliza la directora apoyándose en los diálogos y en los planos abiertos que reflejan la belleza de las dos ciudades, Nueva York y Seul, frente a los primeros planos de los personajes cuando se hayan en los interiores de las casas, de los restaurantes o cafés o en esas conversaciones por ordenador, que muestran la manera en la que muchas relaciones se construyen en este mundo donde lo tecnológico marca todo lo demás. A veces recuerda a la elegancia de la trilogía del Antes de, de Richard Linklater, a la hora de contar el paso del tiempo a través de un amor que no siempre encuentra el momento.
La directora, en la que podemos encontrar un alter ego de la protagonista, investiga en su propio guion el concepto coreano de In-Yun, que explica cómo nosotros y las personas de nuestro alrededor no son más que una versión reciente de nuestras vidas pasadas. La película no demoniza a ninguno de los personajes de este triángulo. Es brillante la escena donde el marido americano explica qué es el malo de la película. Y e que la vida, dice Past Lives, no funciona como en las comedias románticas, eso de la media naranja por fin dejó de tener sentido, como deja claro el guion poético, filosófico, inteligente y feminista de esta película.
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Muchas similitudes con Past lives -la adquisición de A24, la productora indie por excelencia de Estados Unidos- tiene otra de las historias emotivas y dulces de este festival, Flora And son. La nueva película del irlandés John Carney, autor de títulos como Once o Sing street, era otro de los estrenos sólo disponibles para el público de Park City, ya que el resto de películas se podían ver también con horas de retraso de manera virtual. Es curioso que las dos películas elegidas para verse en un cine, con otra gente, sean dos películas románticas y sentimentales, géneros que aquí han funcionado muy bien, como pasó con Cuatro bodas y un funeral, Pequeña miss Sunshine o Los chicos están bien. La emoción del público en Sundance contagió al público del resto del mundo y ese boca a boca las convirtió en éxitos y en candidatas al Oscar.
Música, humor y emoción es lo que se ha sentido en Park City con Flora and Son, una comedia romántica que rompe toxicidades con respecto a los relatos cinematográficos de este género en el pasado y que incluye la música y el humor ilandés. Flora es una madre joven, soltera, de clase trabajadora, que encadena trabajos precarios, decide apuntarte a clases online de guitarra para ligar. Encuentra a un profesor buenorro al otro lado del océano. Eve Hewson, la hiija de Bono, el cantante de U2, brilla en este papel divertido, alocado y con un arco emocional gigante. El profesor no es otro que Joseph Gordon Levitt.
Un guion ingenioso y divertidísimo guion que va más allá del tradicional romance y que se apoya en las excelentes interpretaciones. En realidad, lo que importa aquí, como dice el título, es la relación de Flora y su hijo adolescente, un niño que roba todo lo que puede, que detesta a su madre y que ama el rap. Decía el director que es una película dedicada a su madre y a todas las mujeres que, como ella, sacrificaron todo por sus hijos -carrera, trabajo, pareja-, aunque no siempre supieron cómo hacerlo. Carney no edulcora la figura de la madre, pero emociona mostrando cómo la música puede unir incluso a las familias más complicadas.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...