Así es el dron que radiografía el subsuelo y lucha contra las toallitas húmedas: "Las Fuerzas Armadas nos han pedido colaboración"

Madrid

Una colmena de abejas es un sistema biológico perfectamente organizado. Cada integrante cumple con un trabajo asignado para optimizar el orden de un espacio de convivencia. Con un cerebro del tamaño de una semilla de sésamo, estos insectos son capaces de operar organizadamente para garantizar el futuro de un bien común. Todo ello gracias a un sistema jerárquico basado en la clasificación por castas.

Entre las labores se distinguen la crianza de las crías, la limpieza de la colmena o la recolección de polen para la elaboración de miel. De estas tareas se encargan las abejas hembras, más conocidas como las obreras. Su prioridad es preservar la proliferación de la colonia. Frente a este grupo, el más numeroso, se encuentran los machos o zánganos, cuya única misión es inseminar a la abeja reina, la única capaz de producir huevos fecundados.

Este 10% de la población solo come miel mientras espera su momento para aparearse. No trabajan diariamente, lo que origina una paradoja. Y es que, en inglés, al zángano se le denomina drone. Misma palabra con la que se ha bautizado a una "aeronave no tripulada" que ha facilitado el desarrollo humano en distintos campos. Uno de ellos, el mantenimiento de infraestructuras inaccesibles o del subsuelo de las ciudades. Una labor que supondría cierto peligro para un trabajador.

Fran Espada es el fundador de la empresa Hovering Solutions en Madrid. Esta compañía basa su actividad económica en "una especie de drones", como define su CEO. "Nuestros robots vuelan y son autónomos, nadie los pilota y son capaces de ir de un punto a otro sin ayuda humana", comenta sobre la característica que les "diferencia" sobre sus competidores.

"Laberintos" subterráneos

Esta tecnología se emplea en lugares de difícil acceso, como en la red de canales de una ciudad como Madrid. "Trabajamos junto al Canal de Isabel II controlan unos 2.500 km de infraestructura subterránea de medio y gran diámetro, es decir, por encima de 1.20 metros de diámetro", explica el revolucionario. Estas infraestructuras, que incluso se pueden componer de las primeras alcantarillas romanas, son "cuanto menos agradables y peligrosas". "Puede haber desmayos y bolsas de gases", detalla Espada.

En el caso de la capital, señala, se habla de "un laberinto", ya que "es una de las ciudades con más canalizaciones subterráneas de Europa". Su empresa ya monitorea otras urbes de España como Vitoria, Bilbao, Castellón o Sevilla, además de otros puntos internacionales como "Portugal, Noruega o Hong Kong", explica el CEO. Y es que, aunque cambie el país o el continente, los problemas en el subsuelo es una de las principales preocupaciones de las ciudades. "Lo que sale de nuestros inodoros es igual en todas las ciudades del mundo", matiza.

En un tono más técnico, Espada explica que durante estos vuelos buscan dos objetivos, por un lado "obtener una geometría de por dónde transcurre", ya que, por un lado, se carece de planos claves para determinas "transversales" o "la capacidad de la infraestructura para transportar agua ante inundaciones". Y, por otro, se puede identificar "la erosión, grietas o peligro de derrumbes", aunque en este último son los técnicos quienes lo analizan a partir de sus datos.

Colaboración con las Fuerzas Armadas

"Nosotros proporcionamos un informe, pero cualquier tipo de acción la determinan los expertos", explica el revolucionario antes de añadir que, en algunas ciudades, el desgaste del subsuelo ha provocado la caída de vehículos en socavones. Considera que, además de grandes proezas de la ingeniería, son "infraestructuras vitales para nuestro bienestar y a su vez es críticas en cuestión de seguridad". Por este motivo, los datos obtenidos se "se encriptan" para que "los malos no pueden obtener pistas". "Las Fuerzas Armadas nos han pedido colaboración, pero no puedo decir en relación a qué", comenta entre risas.

Sobre el funcionamiento de las aeronaves, matiza que funcionan como "nuestro cerebro". "Imagínense que van por un pasillo enorme, van por una plataforma, aunque estemos estáticos, nuestro cerebro sabe que nos movemos por el tacto y la vista, pero a veces nos engaña, como cuando el tren aún no se ha movido, pero sí el de al lado, en ese caso nos engañan los ojos", explica. Al igual que un humano, donde coinciden tacto, oído y vista, con "el drone se hace algo parecido". "Emite ultrasonidos de forma que se orientan como los murciélagos, les sirve para evitar obstáculos, como las toallitas húmedas", ilustra.

Durante sus siete años de actividad, la empresa aún no ha perdido ninguna aeronave. Un hecho insólito, según Espada. "Cuestan decena de miles de euros y están a prueba de todo, desde cucarachas, ratas o toallitas húmedas", apunta. Para mejorar su comportamiento en vuelo, tras cada entrenamiento se añade "un algoritmo para que aprenda y sea más autónomo en la siguiente operación". Y es que, además, estos drones constan de "visión artificial" para detectar obstáculos como pequeñas raíces o alambres.

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Drones: el reemplazo de los fuegos artificiales

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