M. Night Shyamalan: "Estamos en un momento de psicosis colectiva. La tecnología nos ha aislado a unos de otros"

Madrid

Si en su anterior película M. Night Shyamalan se preocupaba por la vejez y el paso del tiempo, en 'Llaman a la puerta' muestra su inquietud por el futuro. Por el futuro del planeta y de toda la humanidad. El director de 'El sexto sentido' adapta la exitosa novela La cabaña del fin del mundo, de Paul Tremblay, en esta propuesta apocalíptica que mezcla una historia bíblica ambientada en la actualidad y las teorías del colapso pospandémicas. "Colapso es una palabra interesante. La presentación de ese colapso se hace de una forma muy equilibrada, se muestra el deterioro de la vida y de nuestra sociedad, y de cómo estamos en un lugar inestable del que podríamos salir en cualquier dirección. Estamos ahora mismo en un momento de zozobra como sociedad y como especie. Todos podemos sentirlo. Y eso podría provocar un buen cambio. O podría ser el colapso. Así que es un punto de entrada muy interesante a la historia", explica en conversación con la Cadena SER durante su visita a Madrid.

La historia es simple. Y está llena de dilemas. Una pareja gay pasa unos días de vacaciones en el campo con su hija adoptada cuando cuatro extraños llegan prediciendo el fin del mundo si no cumplen un sacrificio. Uno de los tres debe morir y tiene que ser asesinado por los otros. Esa penitencia salvará a la humanidad de todas las catástrofes y plagas que se avecinan, ya sean medioambientales, sanitarias o tecnológicas. Shyamalan dibuja un escenario con más miedo que esperanza encarnado por estos cuatro jinetes del apocalipsis -interpretados por Dave Bautista, Nikki Amuka-Bird, Abby Quinn y Rupert Grint-, que representan también las teorías de la conspiración y el estado de psicosis colectiva, como ellos mismos verbalizan, en el que vivimos.

"Por supuesto que vivimos en esa psicosis colectiva", responde entre risas y convencido el director. Y pasa a argumentar por qué así lo cree. "Siento que ahora mismo estamos en el punto más bajo de salud mental, más que nunca. Y eso se debe principalmente a que la tecnología nos ha aislado a unos de otros, lo cual es gracioso. Cuando pensamos en 'Matrix' y Terminator, siempre pensamos que la tecnología va a venir de fuera. Pero en realidad la genialidad de lo que está sucediendo es que la tecnología nos usa para matar nuestras propias células. Es muy rápido y somos nosotros mismos, como en 'Matrix' solían conectarse, los que nos conectamos automáticamente con el teléfono. Y eso, básicamente, está deteriorando a todo el mundo. Si piensas, el teléfono no es un dispositivo del presente, lo que hace es que no estés presente. Y estar presente es salud, es ver el mundo y verse los unos a los otros. Estamos en ese punto y nos lo estamos haciendo nosotros mismos", opina sobre los efectos de la dependencia tecnológica y el paulatino proceso de deshumanización de nuestras sociedades.

A eso suma Shyamalan las consecuencias de una pandemia que nos inculcó desconfiar del otro. "Nos decían que hay que tener miedo de todos y aislarse. Es un gran momento de inflexión en el que podemos darnos cuenta de lo mucho que nos necesitamos unos a otros y de lo que significa estar presentes y ver el mundo. Eso o nos vamos a deteriorar como especie. Este es un momento muy salvaje para nosotros. Siempre les digo a mis hijas que si las hermanas Brontë, ya sabes, las de Jane Eyre y Cumbres borrascosas, hubieran tenido Instagram, no habrían escrito nada. Sería simplemente imposible. Habrían estado todo el rato ahí volviéndose locas... Hay que buscar alguna forma de volver al presente", añade a la ecuación las redes sociales como factor de esta deriva autodestructiva.

Ante este panorama, la pareja de la cabaña, interpretada por Jonathan Groff y Andrew Ben Aldridge, debe decidir si sacrifica su bienestar y felicidad para evitar el caos mundial u opta por salvar a esa familia que tanto les ha costado formar. Shyamalan bromea con que ellos son los elegidos, no es una cuestión de homofobia, y los enfrenta a este grupo de visionarios, o lunáticos, según se mire, que van aventurando una serie de catástrofes a través de la televisión. Ahí también surge el dilema de qué creer, con la televisión como gran generadora de noticias falsas.

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El director enmarca prácticamente toda la acción en el interior de esa cabaña aislada en la que se inicia una cuenta atrás sangrienta mientras se va cumpliendo la profecía. "Es cuestión de calibrar. Creo que la clave con mis películas es que los adolescentes, los chavales de 14 años, quieren que salga sangre y violencia y luego, las mujeres mayores dicen, oh, nunca le diría a Claire que vaya a ver esta película. Es demasiado violenta. Entonces, cómo conseguir a ambos, cómo hacer que a ambos les guste la misma película es muy complicado, ¿sabes? Por eso, con los planos trato de engañar a la mente para que piense que has visto más de lo que viste, eso hace que los chavales, los chicos jóvenes, digan, guau. Su mente funciona así, se lo están imaginando. Y luego las mujeres dirán, lo ha hecho con respeto. Es un acto de equilibrio cuánto mostrar. Siempre lo calibro y especialmente he debatido mucho qué mostrar y qué no", expone Shyamalan sobre las imágenes violentas y cómo juega con el fuera de campo o planos cortados para llegar a más público.

En Llaman a la puerta están presentes muchos de los temas que recorren la filmografía del director, incluida la religión como gran ficción contemporánea que cohesiona las sociedades, al igual que su habitual planificación visual al servicio del suspense. La composición de los planos, la puesta en escena y la iluminación están medidas al milímetro para generar una atmósfera opresiva con pocas líneas de fuga. "Probablemente cuidado no sea la palabra, obsesión es probablemente la palabra. Puedo mostrarte todos los fotogramas de 'Llaman a la puerta' dibujados. Puedo darte un libro y mostrarte todo lo que se dibujó antes. Es exactamente la misma película que viste. Cada fotograma, cada movimiento, casi sin alteraciones de ningún tipo. De hecho, la cabaña está construida para las tomas. Fue en 'El sexto sentido' donde empecé a imaginarme primero la visión de la película y luego a construir los sets para las tomas. Sé que suena a locura, pero si necesito mover el comedor para algo, puedo hacerlo ¿Podemos poner el baño aquí? Así solo lo ves de fondo y empiezas a verlo en tu cabeza y luego tratas de darle vida, esto te permite que sea un tipo de narración muy específica. Puedes sentir que te atrapa", revela sobre su proceso de trabajo y su relación casi enfermiza con cada plano.

Pese a que Shyamalan muestra a una sociedad desquiciada y presa del miedo, no cae en el pesimismo. Se resiste a perder la confianza en el ser humano -solo nosotros podemos salvarnos como especie, viene a decirnos- y en la familia, tema central de su cine, como núcleo de solidaridad. De una familia se enamoró precisamente en la pasada edición de la Berlinale, en la que fue presidente del jurado y entregó el Oso de Oro a Carla Simón por 'Alcarràs'. "Qué película tan hermosa y qué excelente cineasta. Es increíble. Me conmovieron mucho las interpretaciones de la familia. Obviamente, estoy muy familiarizado con eso. Y el reparto y la forma en que dirigió a la familia y a sus parientes me parecieron muy reales. Casi sentía que estaba viendo un documental. Tiene unas actuaciones increíbles, una atmósfera increíble y un estudio profundo sobre el cambio y cómo eso afecta a una familia, cómo no pueden hablar el idioma del otro. Todo eso es tan delicado. Ella es una persona maravillosa, eso también quedó demostrado, pero el dominio del reparto creo que es extraordinario", concluye aún prendado de su experiencia con la familia Solé.