Manuel Vilas: "Soy como Fellini, pasión carnal, voluptuosa y cómica"
El escritor acaba de publicar 'Nosotros', una novela sobre el amor, el deseo, el placer y lo que queda tras la muerte de los seres queridos. Una búsqueda de la belleza en las zonas más oscuras del ser humano. Vilas se mete en la piel de Irene, una mujer de cincuenta años que ha perdido al amor de su vida
Manuel Vilas: "Soy como Fellini, pasión carnal, voluptuosa y cómica"
¿Puede haber belleza en el dolor, en el sufrimiento, en la soledad o en la muerte? Puede, claro, es la grandeza de la poesía, encontrar esa belleza hasta en los momentos más oscuros del ser humano. Por eso el nuevo libro de Manuel Vilas (Barbastro, 60 años) está cargado de versos, sonetos, poemas y poetas. Hay poesía en la literatura de Vilas aunque escriba en prosa. 'Nosotros', Premio Nadal de Novela 2023, es una historia de amor, de soledades y de nostalgia llena de belleza. Nosotros es el título homónimo de un bolero de Los Panchos que dice "desde que nos vimos, amándonos estamos". Vilas se confiesa un romántico, porque ¿qué hacemos con la vida si no le metemos amor? Y también un nostálgico, porque la nostalgia bien entendida, afirma, es belleza también.
Amor y nostalgia recorren las páginas de su novela. 'Nosotros' nos cuenta la historia de Irene, la enamorada del viento, una mujer de 50 años que se ha quedado viuda y que no es capaz de superar la pérdida del amor de su vida, un hombre al que ama desde que lo vio, como en la canción cubana. Marce, que es como se llamaba su marido, "Marce no estaba, pero su dinero se había quedado". Con esa fortuna, con esa herencia material, Irene emprende un viaje por hoteles de lujo, muchos, sobre todo por la costa mediterránea, para intentar recuperar la otra herencia, la herencia emocional, sentimental, revivir el muerto a través de sus amantes.
Irene es una mujer apasionada, se habla mucho de sus deseos y pasiones, luego entramos en ellas. Pero también has dicho, Manuel, que es una rebelde con causa. ¿Dónde está la rebeldía en una mujer que, a diferencia de otras u otros, no tiene que elegir entre un Casio y un Rolex, porque puede tener y tiene todos los relojes que quiere? ¿Dónde está la rebeldía entre tanto lujo y dinero?
La rebeldía está en que no participa de los valores de este mundo, solo quiere su placer y su pasión. Echa de su vida todo aquello que son las las convenciones, las ideas sociales, lo social, lo político, lo colectivo. Y únicamente quiere vivir. Es su biología más ancestral, su primitiva consistencia, su cuerpo y su placer. La novela en realidad es el descubrimiento por parte de Irene de la de la importancia, de la tremenda importancia del placer en la vida de un ser humano. Esto, claro, es rebeldía. El placer al fin y al cabo en la sociedad actual sigue estando mal visto. Y fíjate que ya no hay tantas objeciones. No debería haber, por ejemplo, la objeción religiosa, que siempre ha pesado sobre el placer, pues ya podemos darla por periclitada. Pero aparecen nuevas objeciones e Irene no está dispuesta a renunciar a su placer. Esa es su rebeldía.
Una de esas objeciones, la del cambio climático. Si el placer es sostenible o no es sostenible, que se discute en la novela.
La novela desliza muchas ironías. Hay muchas cosas que en 2023 o 2022, cuando está escrita, no podemos saber, pero sí podemos deslizar algunas ironías. Hay otra cosa que ella también quiere quitar de su vida, erradicar de su vida, que son todo tipo de supersticiones. Quiere ser libre. Yo creo que cualquier ser humano, en alguna medida, tiene que escuchar esta idea de su posible libertad, de rechazar todo lo que huela a superstición. Eso Irene lo hace.
"A Irene siempre le había gustado dibujar, pintar y escribir poemas". ¿Que tienes tú de ella o que tiene Irene de ti?
Yo algunas cosas sí le he dado a Irene, pero otras son de ellas. Ella hace juegos amorosos con su marido y uno de ellos es que escribe poemas y pinta escenas donde están ellos dos. Viven para la celebración de su amor y de hecho viven incomunicados. Al final no se relacionan con nadie. De hecho, las parejas de la novela se cuenta que salían con otras parejas, pero las otras parejas, al ver el grado de ensimismamiento con el que vivían su amor, al final no querían salir con ellos y no socializaban. Es decir, los enamorados brutales, acérrimos y radicales no socializan. Socializan mal porque están todo el rato dándose besos, cogiéndose de la mano... quieren estar el uno para el otro. Entonces, claro, esa es la utopía de la novela. 20 años así.
Si se puede tener 20 años no solo de amor, sino de buen sexo, como si fuera la primera vez. Y como experto en amor que eres, hay una frase que me gusta mucho y es que los muebles de Ikea son la derrota del amor. Hoy los jóvenes vivirán sin poseer nunca un mueble de verdad. Todo serán baratijas. ¿El amor hoy entre los jóvenes ha cambiado, ya no es de roble, cerezo o pino?
En la novela hay una defensa de la belleza de las cosas, de la belleza de los muebles y también de otros aspectos. Marcelo tiene una tienda de muebles, el marido de Irene, y la llama "Los muebles de todos". Muy bien, muy fraterno y muy democrático. Y él tiene la obsesión de que una pareja que se van a vivir juntos, a un piso, a un apartamento o a lo que sea, deberían irse con algún mueble de valor que protegiera su amor. Sí, la idea de que lo bello va a ser una protección y si todo son baratijas en donde vives, al final tu amor se va a desmoronar. Una idea muy literaria, pero que me parece muy bonita. También está la idea de que los muebles son heredables, que tú tienes un legado. Es decir, que si tú tienes muebles de calidad los puedes pasar a tus hijos y puedes conectar distintas generaciones, ¿no? De hecho, por ejemplo, el padre de Marcelo, Victoriano, era carpintero. Está esa idea de comunicar generaciones a través de tocar la misma madera, madera de calidad y madera labrada por el trabajo humano. Es también un ejercicio de belleza.
Te has confesado obsesionado del amor. Pero hay otras dos obsesiones en la novela. Por un lado la muerte, el duelo; y por otro lado el sexo. Hace unas semanas el escritor peruano Gustavo Rodríguez, Premio Alfaguara de Novela, decía que en la literatura occidental se habla muy poco de la muerte, que el sexo como tema tabú ha copado a la muerte y que deberíamos hablar más de la muerte, al menos con naturalidad y humor. No sé si estás de acuerdo, porque mi impresión es que, por lo menos en estos últimos tres años, se habla mucho en la literatura de enfermedad en general, del cáncer en particular y de la muerte, de la pérdida y del duelo de seres queridos.
Sí, yo creo que se habla, lo que pasa con la muerte es que no tiene argumento narrativo. Es que no sabemos qué hay detrás de la muerte, que probablemente no hay nada. Pero al no haber nada, lo único que hay es los vivos pensando en los muertos. Esto es lo que hay y es lo que Irene hace en esta novela. Lo que la literatura trata es de vivos que tienen muertos y nos cuentan su relación con los muertos. La muerte sí que ha sido un tema casi como el sexo en la literatura. Realmente la literatura lleva siempre a las zonas incómodas, a las zonas donde la sociedad, con sus convenciones, muchas veces eufemísticas e hipócritas, no quiere que la gente vaya. Pero la literatura es el sitio donde aparece la muerte, aparece el sexo, aparece la soledad, todas aquellas cosas que la gente trata de evitar en su vida normal y que la sociedad también dice que está bien evitarlo. Pero tú te lo encuentras luego en una novela y lo agradeces, porque son verdades de la vida que tú necesitas saber. Y la novela o la literatura es el sitio donde ya no hay hipocresías. Como lector también de literatura, busco libros donde la hipocresía no esté, porque para eso ya vivo en sociedad, con unas leyes sociales, unas supersticiones hipócritas, pero que hace que podamos entendernos.
A propósito de la hipocresía. Se habla mucho también de sexo. Conocemos perfectamente cuáles son los anhelos sexuales de Irene, su placer, sus orgasmos, lo que piensa, sin ningún tipo de pudor y sin hipocresía. Creo que manifiesta pensamientos que a veces seríamos incluso incapaces de verbalizar en nuestra intimidad nosotros mismos, ¿no?
Claro, ella lo verbaliza todo. Yo quería que el lector asistiera a la intimidad de ella. De hecho, la novela es las fantasías y la intimidad, las intimidades de una mujer. Y eso pasa por sus orgasmos y su manera de celebrar su placer. Es lo que a mí me apetecía contar, porque es así, los seres humanos somos así. Esas zonas oscuras, sin embargo, que son el 90%. Lo verdaderamente paradójico es que el 90% de nuestra existencia está bajo el agua, como los iceberg, no se ve. De cada persona vemos un 10 o un 15%, sus habilidades sociales, su trabajo, su socialización habitual y tal. Pero toda esa carga de intimidad, de fantasías, de su relación con el sexo, con su memoria, con sus muertos... eso va debajo de la superficie. Y eso es lo que las novelas sacan a flote.
¿El eje de la novela sería cómo pasar del yo al nosotros o del nosotros al yo?
Ahí están todas las operaciones, está muy bien dicho eso. En realidad el ser humano en esta vida lo que hace es intentar construir un nosotros. Tú vienes a este mundo, eres una identidad, eres un yo y quieres a lo largo de los años construir un nosotros. Y en eso dejas toda tu energía vital, en construir un nosotros. El problema es cuando el nosotros se desvanece y vuelve a aparecer el yo. Y eso es lo que pasa en la novela.
Hemos hablado también con Juan Mayorga de 'Amistad', un texto que surge de esta frase atribuida a Aristóteles: "amistad es saber que un día uno cargará con la muerte del otro". Una parte de nosotros muere cuando se va un amigo o, en el caso de tu novela, cuando se va el amor de nuestra vida y quedan los recuerdos, queda la memoria. Quedamos nosotros con todo eso, pero incompletos.
Eso ocurre en la novela y es fundamental la experiencia. Ella, Irene, ve que eso lleva mucha soledad dentro. Pero también hay belleza. También hay belleza en la experiencia humana si la sabes articular dignamente. Al final encuentras belleza también en el dolor y en la desaparición de los seres queridos. Los puedes evocar con belleza. Eso es, por lo menos, lo que yo buscaba en la novela, trasladar que en las desapariciones, en las soledades y en la invención de tu propia memoria, porque muchas veces lo que no recuerdas tú lo inventas, también hay belleza.
¿Hay belleza en algunas desapariciones, en algunas muertes en concreto? Hace un par de semanas, la dramaturga Carme Portaceli compartía una reflexión con nosotros a propósito de la muerte de familiares o seres queridos y los velatorios. La importancia del ritual para el ser humano. [Escuchamos las declaraciones] El ritual de tener un cuerpo que velar. Hasta que no te despides de un cuerpo que de fe de que la persona ha muerto, como puede pasar en un tsunami, las personas todavía esperan a que esos desaparecidos llamen a su puerta. Sin hacer spoilers, tú escribes "Nadie que considere que la vida es una belleza puede aceptar la muerte accidental".
Me ha parecido muy bella, una reflexión muy bonita. Efectivamente, hay que hacer un ritual, aunque sea mínimo, hay que dignificar. Ha dicho una cosa importantísima, que es la necesidad del cadáver. Ya la palabra cadáver, la gente huye de ella, pero la necesidad del cadáver para ver que la persona querida está ya en otro sitio. Sin esa visión del cadáver no aprendes el significado profundo de la muerte. Y el cadáver necesita una liturgia, sin duda, porque son los valores simbólicos que han fundado esta civilización.
Has mencionado a Victoriano, Tory, el padre de Marce, el suegro de Irene, que era muy amigo de Federico Fellini. Y hay un capítulo y otras páginas dedicado al cine de Fellini.
A mí el cine de Fellini me vuelve loco. Estuve en enero del 20 en Roma y pusieron en un cine del Trastevere una muestra de todo el cine de Fellini con películas restauradas en Bolonia, en la Filmoteca de Bolonia. Yo ya las había visto, pero verlas restauradas... buah. ¿Por qué me enloquece Fellini? Porque es una celebración de la vida. Ese cine es fiesta, fiesta y pasión. Y fiesta y pasión es lo que yo soy, muy carnal, muy voluptuoso, como mediterráneo. Toda la novela es un himno también al Mediterráneo. Yo soy como Fellini. Yo soy pasión carnal, voluptuosa, cómica también. Y entonces, claro, en el cine de Fellini yo me siento como pez en el agua, a mí me poner una película de Fellini y ya estoy bien, ya estoy bien.
"La gente no cree en la poesía y puede que los primeros que no crean en la poesía sean los propios poetas, pensó Irene". Tú crees en la poesía, como arma para buscar la belleza. Pero, ¿lees a las nuevas generaciones de poeta?, ¿cómo los ves?
Sí, los leo. Yo los veo bien. Y sobre todo, lo que a mí me alegra es que la poesía haya vuelto a las librerías. Esto me parece maravilloso hoy también. A veces hay mucha poesía académica que a mí no me interesa para nada. Yo creo que la poesía tiene que ser pasión de vida y la poesía te debe llevar directamente a vivir a la vida, a la idea romántica, pero que a mí me gusta decir, ¿para qué vas a leer poesía sino no la aplicas a la vida? Tienes que vivir poéticamente. Tener pasiones, tener una idea de la belleza, tener una idea de la individualidad, de la libertad. Esto es muy whitmaniano, pero Whitman vivía así la poesía. Vamos a hacer cosas gloriosas en nuestras vidas. Para eso sirve leer poesía, como El club de los poetas muertos. Esta película me alegro de que tuviera éxito, porque allí se defendía esa idea de que la poesía sirve a que vivamos mejor.
Y entre todos los poetas que se mencionan, el eje está en Francisco de Quevedo. ¿Por qué Quevedo, qué nos dice Quevedo del Amor? [Escuchamos el soneto 'Amor constante más allá de la muerte`]
Amor constante más allá de la muerte es un soneto, no sé, de una belleza enigmática. Yo creo que si ahora me dijeran vamos a quemar toda la historia de la literatura española, pero le vamos a dejar salvar una página. Elija usted una página de la historia, de toda la historia de la literatura española. Una página. Me quedo solo con el soneto de Quevedo. Eso elegiría yo. Es decir, que si quemamos este país entero, salvo una página de lo que hemos sido como civilización, hombre, en pintura salvaría Las Meninas, no sé, pero en literatura salvaría ese soneto de Quevedo. Y en torno a esa idea empecé a manejarlo como leitmotiv. Todos los personajes guardan una relación con ese soneto de Quevedo, que es el soneto que representa el enigma del amor absoluto, del amor que trasciende la muerte. Esta idea platónica la llevamos todos. Parece innata, el amor que es más fuerte que la muerte.
¿Todos los libros que hablan de memoria, de los recuerdos, son al final libros de fantasía? La memoria al final es una cosa también muy subjetiva, como vemos en la novela, uno recuerda lo que quiere y cómo lo recuerda.
Salvo los hechos. Sí, esto es algo que yo he pensado mucho. Lo único que nos queda cierto son los hechos. Por ejemplo, las fotos, de ahí la pasión mía por la fotografía. La fotografía histórica es eso. Mi padre y mi madre se casaron tal día. Y aquí está el libro de familia. Esto sí que es cierto. Ahora, ¿cómo recuerdo yo tal? Pues eso ya es subjetivo. Esa fricción entre hechos y subjetividad es un poco la memoria, ¿no?
¿Cómo ha sido la construcción de la novela, la forma de escribirla? Porque vamos saltando en el tiempo, recordando hechos del pasado.
Pues me costó mucho la historia, el personaje de Irene lo tenía y las cosas que yo quería que hiciese las tenía en la cabeza. Sus aventuras las tenía, pero tenía que construirle toda su familia, construirle un espacio y un tiempo. Y eso me costó mucho. Fue trabajoso y psicológicamente fue también muy agotador pensarla a ella. Yo ahí tenía un desafío importante, que es crear a una mujer, es decir, ponerme en la piel de una mujer. Ahora, era un desafío también apasionante. Y claro, también tienes ahí los ilustres de la historia de la literatura, desde Flaubert hasta Clarín, escritores que se han puesto de manera hábil y maravillosa en un cuerpo femenino. Y eso para mí era un desafío. Y todavía digo no, madre mía, madre mía, dónde me he metido.
¿Habría que revisitar tu novela dentro de algunos años? Ya que mencionas a los clásicos, como Madame Bovary, ahora que se están revisitando desde un punto de vista más feminista o contemporáneo... ¿temes que alguien pueda decir que esto que ha escrito un hombre sobre una mujer sea machirulo?
Claro, esa posibilidad existe. De hecho, esa es la que a mí más miedo me daba. Pero bueno, me amparé en Flaubert y en Galdós con su Fortunata y Jacinta. O en tantos otros, en Tolstói con su Ana Karenina. En estos ilustres de la historia de la literatura que, en cualquier caso, más allá de si son capaces de coincidir con los valores actuales, intentaron decir algo, decir algo sobre la libertad de un ser humano más allá de los géneros. Es decir, de alguien que quiere sentir. Este personaje es una mujer que quiere sentir y quiere ser libre.
Cada ser humano tiene su mes favorito, el mes que explica su existencia. Irene estaba enamorada del mes de junio. ¿Cuál es el tuyo?
Eso es un regalo mío total. Sí, sí, de junio, pero a mí me lo regaló mi madre. Esto es herencia de mi madre. Y yo lo heredé porque junio es el mes en que se anuncia el verano, pero todavía no ha llegado. Sería como el viernes a las dos de la tarde, de alguien que sale a las dos de la tarde de trabajar. Sería el viernes a la una y media, un poco antes de salir. Es toda la ilusión del verano que va a venir, del calor, de la festividad, de los cuerpos, de todo lo paradisíaco que tenemos en la civilización mediterránea. Es anuncio de todo eso. Pero todavía no has gastado ni un solo día de vacaciones. Estás ahí con la ilusión de que te quedan dos meses de verano maravilloso.