El FaroEl destello de Antonio Lucas
Opinión

Hay otra manera de existir: empijamado

Miguel de Cervantes pensó a don Quijote tumbado y con la camisola del siglo XVII típica de dormir

La fiesta del pijama

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El pijama en la literatura tiene un embajador en el siglo XX: el uruguayo Juan Carlos Onetti. Se echó a la cama en 1979, más o menos, y permaneció así casi 20 años. En pijama. Sin ver a casi nadie. Atento al mundo por teléfono. Teléfono de los de entonces, enchufado a la pared. Así escribió algunos cuentos. Pero principalmente lo que hizo, en pijama, fue dejarse vivir por el tiempo. Pudo ser una claudicación, pero quizá fue otra manera de existir: empijamado para leer el mundo como no estaba previsto.

Pero el caso de Onetti no es único. En la familia de Caballero Bonald existieron los 'tumbaos'. Así se les conoció en Jerez de la Frontera, de donde era el poeta. Hasta cinco tumbados tuvo en su familia. Gente que un día se puso el pijama y decidió no quitárselo. Para qué. El filósofo Blaise Pascal advertía que “todos los infortunios de los hombres derivan de no saber quedarse tranquilos en sus casas”. Un tumbado, como dice Luis Landero, no es un enfermo, ni un holgazán, ni un neurótico: tan sólo alguien que decide abandonar su conexión social y espléndidamente se abandona a la inacción.

Y Almudena Grandes también prestó atención a ese linaje de los acostados, de los empijamados: "Mi abuela no se levanta de la cama desde hace veintidós años. La timaron en una cooperativa donde había metido todos sus ahorros y nunca vio el piso, ni le devolvieron un céntimo. Lo de la cama nos viene de familia. Su padre se acostó después de la guerra y no se levantó más. Mi madre lleva acostada once meses, desde que mi padre se largó de casa. Me hizo la faena más grande de mi vida, pero no creas que no le entiendo”.

Pero hay más ejemplos, como Valle-Inclán, que pasaba temporadas en pijama metido en la cama. Y así recibía a sus amigos. Y Cervantes pensó a don Quijote tumbado y con la camisola del siglo XVII típica de dormir. Y también están Proust, que pasó mucho tiempo dentro de su pijama de seda. O el poeta Vicente Aleixandre, que como enfermo profesional (enfermo del riñón) pasó mucho tiempo encamado, aunque en su caso encamado y con corbata. Algo raro.

En todos ellos hay algo subversivo. Una actitud a la contra de la normalidad. Un empeño silvestre para mantenerse a la contra de la normalidad, incluso del mundo. Pensemos en cuántos escritoras y escritores han escrito obras sublimes (poemas, novelas, teatro, ensayo o canciones) en pijama. Exactamente en ese uniforme de quietud que es el pijama

 
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